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Los dos elementos más importantes de cualquier reunión cristiana son la Palabra de Dios y la oración. Fíjate en el gran énfasis en esas dos cosas en el libro de Hechos de los Apóstoles (Hch.6). Entonces, habrá pocas reuniones más importantes que la reunión de oración. Pero en la práctica no parece que sea así: algunas iglesias no tienen una reunión de oración como tal, y donde sí se tiene, suele ser una reunión con poca asistencia y más bien de personas mayores. Y aun en las reuniones de oración que hay, menos de la mitad del tiempo se dedica a la oración.

En una reunión de oración típica suele haber cuatro elementos principales: (1) se canta; (2) se habla desde la Biblia (sea cual sea el formato); (3) se comparten motivos de oración; y: (4) se ora. Lo que me atrevo a sugerir es que en una reunión de oración, de esos cuatro elementos, al que más tiempo se debería dedicar es a la oración. Para que eso sea posible, es necesario controlar el tiempo que se dedica a los otros elementos de la reunión: no hay que cantar demasiado; no hay que predicar demasiado; y si se comparten motivos de oración, tenemos que aprender a solo decir lo necesario para que los hermanos sepan por quién y por qué hay que orar, sin entrar en más detalles.

Y con el fin de sacar el máximo provecho de la reunión, tenemos que aprender a hacer oraciones más cortas. A continuación doy diez razones para que en nuestras reuniones de oración hagamos oraciones más cortas:

1. La mayoría de las oraciones en la Biblia son más bien cortas.

Según he leído, hay unas seiscientas cincuenta oraciones en la Biblia. Y, sí, algunas son bastante largas: viene a la mente el Salmo 119. Pero la inmensa mayoría son bastante cortas.

2. La oración modelo (“el Padre nuestro”) es una oración corta.

Sin entrar en el tema de si el Señor quiere que usemos “el Padre nuestro” como oración o no, lo que está claro es que la intención del Señor era que nos sirviera de modelo, que nos enseñara una serie de principios sobre cómo debemos orar. Y el caso es que es una oración corta. (He cronometrado su lectura, y me sale entre treinta y cuarenta segundos).

3. No es igual orar juntos que orar solos.

A solas con el Señor, podemos orar como queramos, porque es una cosa entre cada uno de nosotros y el Señor, y no afecta a nadie más. Pero cuando oramos juntos, es diferente; debemos tener en cuenta a las otras personas presentes. No sería apropiado hacer oraciones de confesión de pecado demasiado personales. Pues, por la misma regla de tres, tampoco es muy apropiado que hagamos oraciones largas, porque es como si no tuviéramos en cuenta al resto de las personas.

4. Normalmente, no hay tanto tiempo para orar.

Aunque a veces celebremos vigilias de oración o incluso días de oración y ayuno, lo normal de cada semana son tiempos de oración no muy largos; tal vez sea triste que sea así, pero en el mundo real vivimos vidas llenas de actividades, tenemos esposas, maridos e hijos en quienes pensar, y tenemos que comer, cenar y descansar como los demás mortales. Quisiéramos que hubiera más tiempo para orar juntos, pero, normalmente, no lo hay.

5. Con oraciones más cortas, más personas pueden orar (en voz alta).

Si disponemos de media hora para orar, hay tiempo para tres oraciones de diez minutos, para seis oraciones de cinco minutos, para diez oraciones de tres minutos, para quince oraciones de dos minutos o para treinta oraciones de solo un minuto. (¡No es que nadie vaya a estar midiendo las oraciones, espero!). Pues, a mí me parece que las últimas dos opciones son las mejores, para que más personas puedan participar orando en voz alta. Pero si yo hago una oración de diez minutos, ¡el tiempo vuela para el que ora, pero no tanto para los que escuchan! En un sentido tal vez esté privando a un par de hermanos de poder orar en voz alta ese día.

6. Las oraciones cortas animan a otras personas a orar.

No es solo el hecho de que haya tiempo para que más personas puedan orar en voz alta; es el hecho de que haciendo oraciones cortas y sencillas animamos a más personas a lanzarse a orar, sobre todo, pensando en personas jóvenes en la fe o simplemente en las muchas personas a quienes, por timidez, les cuesta orar en público. Si la mayoría de las oraciones son largas, elocuentes y muy teológicas, habrá quienes piensen para sí: “Si es así como hay que orar, yo no puedo orar así”.

7. Las oraciones cortas facilitan tiempos de oración más dinámicos.

No me refiero a ningún tipo de manipulación de la gente. Pero todos hemos estado en tiempos de oración más fluidos y en otros más estancados. Por ejemplo, con oraciones más cortas, es más fácil que haya más de una oración sobre el mismo tema, una tras otra, con lo cual parece como si hubiera más sentimiento de ser un solo cuerpo uniéndonos en oración, poniéndonos de acuerdo en nuestras peticiones.

8. La oración colectiva no debería ser una cadena de discursos desconectados.

Sé que esto suena un poco duro, pero a veces nuestras oraciones, más que oraciones, suenan como discursos o como actuaciones, ¿verdad? Les falta la naturalidad y la sencillez propias de un acercamiento íntimo al Señor. O nos dejamos llevar por nuestra propia elocuencia. ¡Qué bien hablamos! Sin olvidarnos de la reverencia que Dios siempre se merece, un tiempo de oración juntos es como una conversación entre hijos y Padre (celestial). Y los hermanos no solo se dirigen al Padre; también se escuchan los unos a los otros y muchas veces añaden su “amén” a la oración anterior en la suya propia.

9. Una oración no es mejor por ser más larga, ¡tal vez sea peor!

En ningún lugar de la Biblia, que yo recuerde, se nos da a entender que el Señor juzgue la calidad de nuestras oraciones por su extensión. ¿Y el ” Dios, ten piedad de mí, pecador” del publicano de la parábola (Lc. 18:13)? No es más que un ejemplo de muchos. ¡Solo seis palabras! Pero “descendió a su casa justificado” (Lc. 18:14). ¡Al Señor no le impresiona nuestra verbosidad!; a Él le interesa el corazón, ¿verdad? ¡Di lo que haya en tu corazón y acaba!

10. La carne es débil.

¿O no? ¿Nunca vas a la reunión de oración cansado? ¿Nunca se te va un poquito la concentración? ¿Nunca te pillas pensando en cómo te ha ido el día, o en qué habrá para cenar o en alguna de tus fantasías? Somos humanos y somos pecadores. Sí, cuando lleguemos al cielo, todo será muy diferente. Pero, mientras tanto, aquí en la tierra, ¿no sería bueno que tuviéramos en cuenta la realidad de nuestra debilidad y de la de nuestros hermanos también? Haciendo oraciones más cortas (y no por eso menos sinceras), estoy ayudando a mis hermanos a velar y orar.

Conclusión

Es verdad que una oración corta no tiene más mérito por el hecho de ser corta que una oración larga por ser larga. La duración de una oración no es lo más importante; seguramente es lo que menos importa. Hay otros principios más importantes: (1) tener en cuenta a Aquel a quien estamos orando; (2) hacer oraciones bíblicas, fieles a la Palabra de Dios y al evangelio; (3) orar con el corazón y no solo con la boca; etc. Todo eso (y mucho más) es verdad. Pero eso no quita la validez de las razones aquí expuestas. ¡Renovemos nuestro compromiso con la oración de nuestra iglesia! ¡Procuremos, humildemente, ser un ejemplo a la hora de orar en voz alta en las reuniones! ¡Hagamos oraciones reverentes, bíblicas, sentidas y cortas, para la gloria de Dios!

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