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Los intentos de cambio sin Cristo y sin gracia concluyen en adoración de tu propia gloria o en tu vergüenza. — David Powlison

La historia de Jonás

Jonás es la poderosa ilustración de la soberanía de Dios, nuestra insuficiencia y Su voluntad hecha realidad a través y a pesar de nosotros. En su libro, el profeta Jonás es llamado por el Señor a ir a Nínive, una ciudad malvada y perversa. Nínive era una de esas ciudades donde un hijo de Dios no se acercaría ni a mirar —piensa en el equivalente ancestral de Las Vegas— un lugar lleno de pecado, promiscuidad y avaricia. Nínive iba en camino a ser destruida por el Señor; pero Él decide darles una oportunidad más y enviarles un mensajero: Jonás. Pero Jonás, en su “sabia opinión”, difiere con el plan perdonador de Dios. Así que Jonás huye del Señor tomando otra ruta: como si no fuera suficiente con Adán pretendiendo huir de un Dios omnipresente.

El Señor decide humillar a Jonás. Una tormenta azota la barca en la que andaba el profeta, la tripulación le echa al agua y un pez se lo traga; el profeta vive en el vientre del pez por tres días y tres noches.

Allí Jonás oró a Dios humildemente, se arrepintió y rindió su orgullo. Al concluir su oración, Jonás dice: “Pero yo con voz de acción de gracias te ofreceré sacrificios. Lo que prometí, pagaré. La salvación es del Señor” (Jon. 2:9). Y el Señor ordenó al pez que lo vomitara en tierra firme. Así que Jonás decide obedecerle e ir a Nínive a proclamar el juicio de Dios.

Al final, Jonás se humilló, creyeron los hombres del barco, creyó Nínive. El Señor no nos necesita para cumplir sus planes a Su manera, aún así Él decide usarnos.

Las decisiones de Dios no son democráticas

Dios no le pidió a Jonás su opinión, incluso cuando Él escogió a Jonás especialmente para ejecutar Su plan. El Señor no decide por mayoría, Él decide según Su voluntad perfecta.

De la misma manera, el Señor no ha pedido tu opinión, ni la mía. ¡Y esto es gloriosamente tranquilizante! Este aspecto de Su providencia es esperanzador. Nosotros no tenemos que tomar decisiones de medidas monumentales, no tenemos que observar y mantener el cosmos con nuestras manos; tú y yo solo estamos llamados a obedecer al que sí tiene el control.

Nuestra obediencia demostrará ser mucho más efectiva que nuestra participación e intervención en asuntos que no conocemos. Esta historia es excelente en llamarnos a vidas de obediencia Cristiana, de dependencia y obediencia a nuestro soberano y sabio Señor mientras descansamos nuestras simples preocupaciones a su cuidado todopoderoso. ¡Él tiene el control!

Una advertencia

La vida de Jonás también es una advertencia para nosotros. El orgullo y al falta de auto-evaluación pueden llevarnos a creernos mejores que otros que no han recibido la gracia. En la auto-suficiencia y auto-justicia del profeta, él peca múltiples veces contra Dios. Jonás juzga a Nínive y su juicio es inválido. Su juicio se arraigó tanto a su mente que desobedeció al Señor, igual que los ninivitas a quien juzgó por ser desobedientes. Su juicio prematuro y auto-suficiente lo cegó y lo empujó a cometer el mismo pecado del pueblo a quien estaba juzgando.

Nuestro juicio también se invalida cuando lo ejercemos sin humildad y sensibilidad.

¿Cómo se aplica el libro de Jonás a nuestras vidas hoy?

  • Él cumplirá sus propósitos con tu ayuda o sin tu ayuda, con tu aprobación o sin tu aprobación. Es mejor que estés de Su lado.
  • Dale gracias a Dios porque no eres necesario para que el universo siga funcionando. Descansa en Aquel que controla tu vida y todo a tu alrededor.
  • Al pasar juicio según nuestra propia opinión usurpamos el derecho de Dios como juez supremo y Señor soberano sobre todo. Deja que sea Dios quien juzgue, quien proporcione disciplina o tenga misericordia.
  • Al orar, entra en sus atrios en humildad (Sal. 100:4). Recuerda que Él es el rey; el Señor está en los cielos y Él hace lo que le place (Sal. 115:3).
  • Si las cosas no salen como tú quieres, recuerda que Su voluntad es mejor que tus deseos.
  • Él tiene derecho a tener misericordia sobre los malos, y a traer desgracia sobre los buenos. Tú y yo no tenemos derecho a cuestionarle (Job 38).
  • Su soberanía es más poderosa que tu inutilidad. Si leíste mal el texto, si desafinaste o si diste un mal consejo, Él sigue siendo soberano. La salvación sigue siendo suya.
  • El Señor no ha pedido tu opinión. Él ha pedido tu obediencia.

Nosotros constantemente somos versiones modernas de Jonás. No hacen falta las veces en las que hemos condenado políticos liberales, artistas con vidas desenfrenadas, o incluso grupos religiosos extremistas radicales (como ISIS), cuando quizás el plan perfecto del Señor sea tener misericordia de alguno de ellos a pesar de su maldad.

La pregunta al final es, si el Señor te llama a ti a ir y predicarles, como llamó a Jonás, ¿le darás tu opinión y huirás en rebeldía, o le obedecerás proclamando: “La salvación es del Señor”?

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