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El evangelio práctico para la crianza de hijos

Todo llevó hasta este momento. Muchas veces el trabajo sin fin y agotador de formación, cuidado y de amor llamado “crianza” parece rendir pocos frutos. Padres desalentados y cansados buscan alguna evidencia en sus hijos de que todo este trabajo realmente ha logrado algo. Mientras continuan las peleas entre hermanos, actitudes estallan como gasolina en llamas. Y después de repetir las mismas instrucciones tantas veces que has perdido cuenta, te preguntas si es que has fracasado con tus pobres hijos para siempre.

¡Pero entonces llegó aquella noche! Todo parecía valer la pena después de esa noche. ¿Qué pasó en esa noche gloriosa? Mi hijo mayor, un adolescente, confesó un pecado que había cometido voluntariamente. ¿Por qué iba yo a considerar esta noche, este momento de confesión, un momento decisivo en nuestro viaje de crianza? Por esto: él no fue atrapado en el acto, sino que confesó libremente.

Se acercó tímidamente a nuestra habitación y me preguntó: “Mamá y papá, ¿podemos hablar?”. Él procedió a confesar abiertamente sus pecados, a hablar con franqueza acerca de su condena, y nos informó de las medidas que había tomado para corregir las cosas en su vida. A medida que exploramos el asunto haciéndole preguntas, él habló de su disgusto por el pecado y de que había descubierto que se preocupa mucho más por lo que la gente piensa de él. Habló con alegría acerca de su relación con Jesús, de cómo fue restaurado mientras la carga de la culpa y la vergüenza se había levantado a través de la confesión y el perdón. Hablamos de estrategias para ayudarlo a luchar contra el pecado en el futuro.

Discutimos con él acerca del evangelio, de cómo nos libera para vivir honestamente ante Dios y ante los demás. Como tantas otras veces, le dijimos que nosotros necesitabamos del perdón de Cristo tanto como él. Él nos dio las gracias, luego de que oráramos juntos. Luego salió de nuestro dormitorio, sin saber que el corazón de su madre estaba a punto de estallar de gratitud a Dios por este hermoso momento.

Proveyendo un contexto para la confesión

Mis hijos son pecadores; los suyos lo son también. Este hecho puede parecer tan elemental para los cristianos maduros que nos pasa de largo en nuestra búsqueda de consejos. Curiosamente, esta verdad “primaria” es a menudo el primer fragmento de teología que sin querer pateamos fuera en nuestros esfuerzos de crianza. ¿De qué otra manera se explica la incredulidad que muchos padres expresan cuando el pecado se levanta en las vidas de sus hijos? “No fue así que lo criamos”. ”Él es mejor que eso”. Estas declaraciones a menudo son pronunciadas por padres conmocionados que son sorprendidos cuando el pecado se manifiesta en los corazones de sus hijos. Tal vez deberíamos despolvar esos fragmentos de teología que han estado olvidados tomando polvo.

Hay varias tentaciones que enfrentaremos como padres a cambio de la fría y dura verdad de que el pecado está vivo y coleando en los corazones de nuestros hijos.

Somos tentados a creer que

”¡Nuestra familia no hace eso!”. Muchos padres son víctimas de la mentira de que podemos eliminar el pecado de nuestros hijos por medio de la disciplina. Por supuesto, tenemos un llamado a enseñar a nuestros hijos acerca de los males del pecado, para advertirles acerca de sus consecuencias, y para guiarlos lejos de sus tentaciones atractivas. Los niños pueden aprender y aprenden a evitar el pecado por muchos diferentes motivos. Sin embargo, tenemos que criar de manera realista y bíblica en cuanto a la profundidad de su condición caída. En lugar de presentar la falacia del perfeccionismo con declaraciones farisaicos acerca de cómo “nuestra familia” no hace tal y tal, debemos aprovechar los momentos pecaminosos para presentarles un evangelio suficiente para cubrir todos los pecados que jamás enfrentarán. Tenemos que hablar con franqueza sobre el engaño del pecado, de cómo nos presenta alternativas a Jesús para nuestra felicidad. Tenemos que ser honestos acerca de lo fácil que es caer en la mentira del pecado. Debemos asumir que nuestros hijos van a perder algunas de sus batallas. Aunque podemos temer a un fatalismo que parece esperar o dar licencia para pecar, estamos proporcionando un contexto para la transformación auténtica del evangelio. Si tratamos el pecado como algo que “esta familia no hace”, nuestros hijos no podrán categorizar los pecados que inevitablemente encontrarán en sí mismos. Peor aún, corremos el riesgo de limitar sus oportunidades de disfrutar el perdón transformador de Dios y su gracia.

“Yo nunca haría eso!”. Si bien es bueno que nuestros hijos vean en nosotros una guía a través de los obstáculos de la vida, puede ser una tentación para nosotros el esconder nuestras debilidades. En vez de celebrar la gracia de Dios hacia los pecadores como nosotros, nos presentamos como los siempre fuertes conquistadores del pecado, modelos que vale la pena seguir. Sin embargo, desafortunadamente esta postura a menudo resulta en nuestros niños caminando lejos de nosotros, en lugar de hacia nosotros, cuando empiezan la lucha inteligente contra el pecado. Sintiéndose debil y sin éxito, se preguntan qué salió mal con ellos. Aunque pueda parecer contradictorio, el bajar la guardia y revelar su pecado personal a sus hijos les enseña a no depender de sí mismos, de usted, o de cualquier otro humano como su ejemplo a seguir. En lugar de ello, usted les está apuntando hacia los recursos fuertes e infalibles de Cristo.

”¡No es culpa de mi hijo!”. Desesperado por creer que nuestros hijos son víctimas inocentes de linfluencias externas, podemos jugar con facilidad el juego de la culpa cuando se ven atrapados en pecado. El negocio de hacer frente a sus corazones pecaminosos de manera directa parece demasiado arriesgado y difícil. Pero culpar a las influencias externas elimina las oportunidades para nuestros hijos de tratar honestamente con sus corazones corruptos en un contexto del evangelio. Puesto que tenemos un gran evangelio que se ocupa de culaquier gran pecado, no necesitamos temer lo que pueda venir de sus corazónes. En lugar de trasladar culpas, vamos a darles la oportunidad de ser humillados por su pecado, a fin de que sean sorprendidos por su Salvador.

¿Qué necesitan nuestros hijos de nosotros, en preparación para el viaje de la vida? Quiero transmitir muchas cosas a mis hijos antes de que se aventuren por su propia cuenta. Sin embargo, estoy convencido de que lo más que necesitan es el evangelio en su totalidad, que involucra una teología de “pies en tierra” acerca del pecado. Tienen que aprender a viajar a menudo por el camino del evangelio de la confesión, el perdón y la libertad en Cristo. Esa noche que mi hijo confesó, sentí que estaba un paso más cerca de estar verdaderamente preparado para depender del evangelio en este mundo caído.


Este artículo fue publicado originalmente el 24 de octubre 2013 para The Gospel Coalition. Traducido por Jonathan Ferre.
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