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En un artículo anterior estuvimos meditando sobre la importancia de que Cristo y su evangelio estén presentes en todos nuestros sermones, canciones, tiempos de consejería, y aun nuestros escritos. Esto así porque, para que algo sea “cristiano”, el mensaje de Cristo debe estar presente.

Por supuesto, “cristiano” funciona mejor como sustantivo que como adjetivo. Hay cristianos que hacen música, pero es más difícil hablar de música cristiana como tal. (¿Pueden los acordes aceptar el señorío de Cristo? ¿Murió Jesús por nuestras líricas?). Pero esa es una discusión para otro día.

En todo caso, los cristianos deben hacer las cosas para la gloria de Dios. Y es en el evangelio donde resplandece la gloria de Cristo (2 Corintios 4:4). Y es por el evangelio que el Señor recibe nuestra adoración (2 Timoteo 1:8-9). Resulta evidente entonces que todo lo que hagamos en la iglesia debe tener sabor a evangelio.

Cada centímetro cuadrado

Abraham Kuyper, teólogo y primer ministro de Holanda de principios del siglo XX, dijo esta conocida frase: “No hay un centímetro cuadrado en todo el dominio de nuestra existencia humana sobre el cual Cristo, como Soberano sobre todo, no clame ‘¡mío!’”. Una vez conocemos al Señor, todo de nosotros debe ser afectado. Lo que quiero hacer en este espacio es dar algunos punteros de cómo pudiera afectar el evangelio, y la cosmovisión cristiana que le acompaña, algunas de las áreas en las que nos movemos. Dicho de otra forma, cómo podemos tener un sabor a evangelio de lunes a sábado. Esto no es exhaustivo ni mucho menos, pero puede servir para apuntar en la dirección correcta en diversas áreas.

El evangelio y nuestros trabajo y estudios

La mayoría de nosotros pasa la mayor cantidad del día trabajando o estudiando. El manejar correctamente el tiempo es un testimonio para con los de afuera (Col. 4:5), lo cual habla del poder transformador del evangelio en la vida de nosotros. Esto es de particular importancia para la mayoría del pueblo latino, que en general tiene una ética laboral muy pobre y una tendencia a no entregar a tiempo o desperdiciar las horas.

Por otro lado, sabemos que nuestra identidad está en Jesús, no en nuestro éxito (Gá. 2:20). Por tanto, podemos llegar a la casa en la noche y no continuar con nuestro trabajo, sino más bien descansar, como Él mismo ha ordenado.

El evangelio y nuestras relaciones

Nosotros reconocemos el matrimonio (Pr. 18:22) y los hijos (Salmos 127:3) como un don de Dios; como algo en que regocijarnos. Y ahora, por el evangelio, tenemos una mejor idea de cómo ser mejores padres (Ef. 6:4), y cómo perdonarnos unos a otros (Ef. 4:32).

Ahora bien, nuestro matrimonio es secundario a la causa de Cristo (1 Co. 7:30). El evangelio nos guarda de hacer nuestra familia nuestro ídolo: es nuestro primer ministerio, sin duda, pero no es más importante que nuestra relación con Dios.

El evangelio y nuestras actividades recreativas

El jugar videojuegos, una actividad cada vez más común, puede servir para recreación y compartir con otros (Heb. 13:1). Sin embargo, debemos guardarnos de, inadvertidamente, estar aplaudiendo cosas que Dios aborrece (Pr. 1:10), o de dejarnos dominar por algún tipo de juego (1 Co. 6:12).

Algo similar con el hacer deportes, que también trae la ventaja de cuidar el cuerpo que el Señor nos dio. Nosotros hemos sido comprados por precio, y no nos pertenecemos (1 Co. 6:20). Por tanto, debemos cuidarnos de no estar invirtiendo más tiempo en una gran recreación que en la Gran Comisión.

Además, puedes (¡y debes!) utilizar tu pasatiempo para hacer discípulos, ya sea evangelizando a amigos o creando nuevas amistades misionales. Pero debemos cuidar nuestros corazones de no entrar en real comunión y koinonía con aquellos que no conocen al Señor, ni de tampoco verlos como un objetivo y no como una persona a quien amar (como alguien a quien evangelizar y poco más).

El evangelio y nuestras salidas

En Cristo hay un llamado al contentamiento (1 Tim. 6:6-8), así que si no podemos ir al restaurant más caro, podemos encontrar gozo en una salida al mes al McDonalds, para la gloria de Dios. O una buena comida preparada en la casa. O quizás una mala comida preparada en la casa.

Los cristianos sabemos que nuestro destino eterno está asegurado en las manos de nuestro Señor (Jn. 10:28), y ninguna comida en esta tierra se comparará con lo que tendremos en el cielo (2 Co. 12:4). Como bien lo dijo el Apóstol: “Si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos”, 1 Timoteo 6:8.

Radar del evangelio

En “Iglesia Centrada”, Tim Keller lo dice correctamente:

“El evangelio no es el ABC, sino el A a la Z de la vida cristiana. Es incorrecto pensar que el evangelio es lo que salva a los inconversos y que luego los cristianos crecen y maduran al tratar de vivir de acuerdo a los principios bíblicos. Es más preciso decir que somos salvos por creer en el evangelio, y que entonces somos transformados en cada esfera de nuestras mentes, corazones y vidas por creer el evangelio más y más profundamente a medida que la vida avanza”.

Entonces, ¿me acompañas a desarrollar un “radar del evangelio” para tu día a día? Pídele a Dios que te muestre cómo el evangelio afecta cada actividad que haces. La venida de nuestro Señor Jesús es el evento más trascendental de la historia de la humanidad; de seguro debe afectar las cosas que tú y yo hacemos.

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