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En América Latina no es sorprendente ver iglesias grandemente afectadas por la teología de la prosperidad. Yo sirvo en el país de Guatemala y no pasa una semana sin que tenga que explicar de una forma u otra la falsedad del evangelio de la prosperidad. La conversación usualmente es similar: explico que el plan más grande de Dios para nuestra vida no es la prosperidad ni la sanidad aquí en esta tierra, y que creer así es causa de una pobre hermenéutica usualmente usada por falsos maestros para engrandecer sus propias riquezas. Sin embargo, hay otra parte de esta falsa teología que considero aún más peligrosa, y ese es el uso de la palabra “evangelio” en referencia a la enseñanza de prosperidad. Prefiero usar la frase “teología” de la prosperidad porque el sistema que abarca la teología de la prosperidad en realidad es el anti-evangelio.

La teología de la prosperidad se enfoca principalmente en el hombre, no Dios. En este sistema, Dios simplemente es el que concede deseos. Si alguien se porta bien, sus acciones moverán la mano de Dios a responder en bendición. Por otro lado, si alguien se porta mal, Dios no dará su bendición y hasta a veces dará sufrimiento o más pobreza hasta que aprendan a tener más fe. En este sistema, todo depende del hombre. El hombre es responsable por vivir su vida de una manera que le agrade a Dios para que pueda recibir todo lo que su corazón anhela.

Hay múltiples problemas con pensar así, el más peligroso siendo el énfasis sobre las obras del hombre para ganar el favor de Dios. Esta falsa teología enseña que el hombre recibe lo que sus obras merecen y asume que las obras pueden ser suficientemente buenas para ganar la bendición de Dios. Sin embargo, este sistema está totalmente fuera de lo que dice la Biblia. La palabra “evangelio” en su origen griego significa “buenas noticias”. Si todo dependiera de las obras del hombre, y si el hombre es pecaminoso (Ro 3:10), entonces la teología de la prosperidad sería malas noticias, no buenas. Si el favor de Dios dependiera de mis obras, jamás lograría ganarlo.

Para entender esto mejor, hay que entender dos grandes errores de la teología de la prosperidad:

1. La teología de la prosperidad asume que el hombre puede ser lo suficiente bueno para ganar el favor de Dios.

La teología de la prosperidad ignora las doctrinas más fundamentales de la Biblia, una de ellas siendo la depravación total del hombre. Esta es una doctrina que hasta los calvinistas y arminianos comparten (ciertamente lo interpretan diferentemente, pero ambos reconocen la realidad y gravedad del pecado). Sin embargo, la teología de la prosperidad cae fuera de los parámetros de la ortodoxia bíblica porque no reconoce que el pecado ha afectado todas las facultades del hombre.

La Palabra de Dios nos explica en muchos lugares la profundidad del efecto del pecado sobre nosotros. Romanos 3 es solo uno de varios pasajes que habla acerca de la naturaleza del hombre:

…como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien busque a Dios; todos se han desviado, a una se hicieron inútiles no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta, engañan de continuo con su lengua, veneno de serpientes hay bajo sus labios; llena esta su boca de maldición y amargura; sus pies son veloces para derramar sangre; destrucción y miseria hay en sus caminos, y la senda de paz no han conocido. No hay temor de Dios delante de sus ojos.

La naturaleza del hombre es tal que no tiene la capacidad de ganar el favor de Dios con sus propias obras.

Pero aún más, la Biblia nos explica que jamás hemos recibido totalmente lo que nuestras obras merecen (Salmo 103:10). Si la manera que Dios se relaciona con sus criaturas dependiera de las obras del hombre, Él ya nos hubiera destruido hace siglos. Nuestras obras merecen muerte, pero Dios responde con gracia aún hacia los que no le conocen, dándoles oportunidad para vivir en esta tierra sin ser destruidos por Su ira por causa su pecado. Esta teología de la prosperidad es anti-evangelio porque no quiere reconocer cuán quebrantado y alejado de Dios está el hombre, y cuán dependiente el hombre es de la gracia de Dios —doctrinas fundamentales al evangelio—.

De hecho, nosotros sabemos que Dios hizo lo 100% contrario a lo que propone esta teología de la prosperidad. Dios nos salvó, o para usar la misma terminología, nos hizo prósperos en Cristo, por gracia y no por obras. Dios nos dio no lo que nuestras obras merecían, sino lo que las obras de Cristo merecían. ¡Ese es el evangelio! ¡Eso es buenas noticias!

2. La teología de la prosperidad roba la gloria de Dios.

Si Dios hubiera diseñado un sistema que dependiera de las obras del hombre, el hombre terminaría siendo el merecedor de gloria. Pero el sistema que Dios diseñó no es algo que el hombre aprovecha para impresionar a Dios, es un sistema que el hombre arruinó con su pecado. Sin embargo, Dios respondió con gracia y fidelidad a Su pacto al rescatar al hombre.

Si enseñamos que las obras del hombre motivan la bendición de Dios, estamos secuestrando la gloria de Dios para exaltarnos a nosotros mismos. Claro que Dios bendice —somos más que vencedores por aquel que nos amó— pero eso no es así por causa de nuestros logros, sino solamente por la gracia de Dios. Y como resultado, la gloria es solo para Dios. El hombre es un caso perdido si no fuera por su Dios rescatador. Al examinar mi propia vida jamás me puedo quedar impresionado con mí mismo. Dios me ha rescatado a pesar de mí mismo, y eso le da gloria a Él, no a mí. El evangelio son las buenas noticias que glorifican a Dios, no al hombre.

La teología de la prosperidad exalta al hombre. Pone a hombres ricos, bien vestidos, de influencia, que tienen grandes casas, y grandes carros como ejemplos de una vida cristiana. El hombre termina siendo glorificado. Y lo más triste es que Dios no tolera la competencia. Tal como lo dice Romanos 1, puede que Dios deje que el hombre persiga esta falsa teología, pero eventualmente se encontrará cara a cara con el Dios justo y soberano, quien verdaderamente merece toda la gloria y la honra.

Hay mucho que decir en cuanto a la prosperidad. Sin embargo, no dejemos a un lado el sistema que esta teología promueve cuyo enfoque es totalmente anti-evangelio. Dios en Su gracia rescató al hombre, no por sus obras, no por su buena empresa, no por su trabajo, no por su visión de vida, no por lo que ha declarado, sino porque a pesar de todas esas cosas, Dios nos ama. Y cuando eso sucede no hay nada más que decir que ¡Soli Deo Gloria! Ese mensaje es el que radicalmente cambia vidas, ese mensaje es el poder de Dios para la salvación. Ese mensaje es evangelio.

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