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Los tiempos en que vivimos nos presentan constantemente interrogantes en nuestro caminar. Nos enfrentamos a la adversidad de un mundo que está en desobediencia a la rectitud de la palabra de Dios. El homosexualismo, el aborto, la pornografía y el divorcio son, entre otros, temas que afectan el entorno en que vivimos, y a veces dentro de la misma iglesia no tenemos un lineamiento claro sobre lo que Dios dice al respecto.

Es responsabilidad de aquellos que profesamos la fe cristiana ser testigos fieles que lleven al mundo la verdad que encontramos en las Escrituras. El propósito de nuestra fe es transmitirla a otros. Fíjate que aun el recibir el Espíritu Santo está relacionado a testificar la verdad: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”, Hechos 1:8.

El dilema del ¿cómo? y ¿cuándo? promulgar la verdad se ha convertido más en un mero enredo sin soluciones concretas que pueda definir una postura que en consenso que nos lleve a impactar a las personas que nos rodean, y por ende a la sociedad en que vivimos.

Cuando no sabemos qué decir, muchos hemos tomado la postura de “no tener una postura”, tomando el camino más fácil. El mayor problema es que al mismo tiempo en que nosotros no hacemos nuestra parte, el humanismo no descansa en emitir opiniones, que no se quedan solamente en ideas, si no que llegan hasta convertirse en leyes “políticamente correctas” que perjudican nuestra sociedad al estar en contra de la Palabra de Dios.

Jesucristo, por su parte, no fue crucificado por hacer milagros: los milagros que hizo atrajeron a las multitudes a escuchar la verdad que tenía que decirles. Jesucristo vino al mundo a hablar la verdad acerca de Dios y la verdad acerca del hombre, y fue crucificado por ello.

La verdad que confronta por amor

En Juan 4 vemos uno de los ejemplos más bellos que podemos encontrar sobre la verdad. Jesús confronta a la mujer samaritana con la realidad de su vida. Él conoce la necesidad real que ella tiene, y le presenta la verdad con amor y autoridad sabiendo que esa verdad saciaría su corazón y la llevaría a arrepentirse de su condición.

Si queremos ser testigos fieles, es indispensable que busquemos y escudriñemos lo que Dios ha dejado en su palabra. De esta manera seremos más eficaces en poder llevar el mensaje de redención a este mundo. Pablo exhorta a Timoteo a enseñar, redargüir, e instruir a aquellos hombres que busquen honrar a Dios en todas las áreas de sus vidas por medio de la verdad de las Escrituras:

Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido;  y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús.  Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia,  a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”, 2 Timoteo 3:14-17.

La solidez y veracidad de la palabra de Dios debe llenar el vacío de conocimiento provocado por el pecado. La verdad de Dios no solo restaurara corazones, sino que dará luz al camino que debemos seguir.

“No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo” Juan 17:15-18

Señor, ayúdanos que así sea.

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