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Cuando pensamos y hablamos de la iglesia, pueden venir diversas ideas, imágenes y pensamientos a nuestra mente. Últimamente cuando pienso en la iglesia vienen a mi mente imágenes de historias de guerra, como las imágenes de alguna película sobre la Primera y Segunda Guerra Mundial, esas películas que parecen haber sido producidas por hombres para hombres. Historias de guerra, con grandes batallas. Historias épicas de coraje y resistencia, de sacrificio y honor. Historias de hombres ordinarios que lucharon valientemente aun cuando tenían miedo. Hombres que dieron todo, incluyendo sus vidas, y se convirtieron en héroes. Historias de hombres que cambiaron la historia.

Grandes guerras

Todos podemos relacionarnos con esas historias. Sus temas son universales. Todos hemos enfrentado batallas y guerras; quizá no mundiales, pero sí personales. Y aunque parezca extraño en una mujer, son estas historias de guerra, historias de valientes, las que me inspiran a levantarme, esforzarme y luchar por aquello que importa, por aquello que vale la pena.

Soy una mujer apasionada por Dios y Su gracia, que entendió que la iglesia es la principal estrategia por medio de la cual Dios establece su reino en la tierra. Desde el momento que lo entendí, amé ser parte de ella. A través de mi iglesia local Dios ha trabajado en mi identidad no solo como su hija, sino como mujer. He entendido el diseño perfecto de Dios para el hombre y la mujer, iguales en cuanto a imagen de Dios, con el mismo valor y dignidad, pero distintos en roles dentro de la familia e iglesia. Y he aprendido a aceptarlo y abrazarlo con confianza y gratitud, reconociendo la soberanía y bondad de Dios en su creación.

Así que un día me levanté, me involucré, y comencé a servir en mi iglesia local, esforzándome como en esas historias de grandes guerras. Sin embargo, olvidé que en esas historias eran los hombres quienes peleaban y las mujeres quienes ayudaban. Estaba tratando de llevar una responsabilidad que no me había sido asignada y Dios, en su amor y misericordia, me recordó que aun siendo una mujer inteligente, valiente y capaz no había sido diseñada para llevar esa carga. Pero sí puedo clamar y orar por aquellos que pueden y deben hacerlo.

Desde su gobierno hasta las trincheras

En mi clamor me he identificado y he encontrado esperanza en las palabras de Pablo en Romanos 8:18-24:

“Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada. Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de Aquél que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime y sufre hasta ahora dolores de parto. Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza hemos sido salvados, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia (perseverancia) lo aguardamos”. 

Aguardo ansiosamente la revelación de los hijos de Dios, especialmente de los hombres de Dios. Hombres que representen a Dios en este mundo. Hombres que representen a Dios en la Iglesia, desde su gobierno hasta las trincheras. Hombres que manifiesten la libertad de la gloria de los hijos de Dios, el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, valientes que se levanten contra el pecado y la vanidad de este mundo, no en sus fuerzas, sino en las de aquel que los llamó.

Hombres presentes, pero no solo físicamente, sino con su mente y corazón, que sepan lo que está pasando en la iglesia local, en la vidas de otros hombres y sus familias, en las vidas de los jóvenes, de las viudas, de las madres solteras y sus hijos. Hombres protectores, que conocen la Palabra de Dios y defienden la verdad del Evangelio, vigilantes que cuidan y velan que en toda enseñanza y cada paso que da la congregación se mantenga una sana doctrina. Hombres proveedores, que comparten su tiempo, sus recursos y sus talentos. Necesitamos hombres de Dios en el gobierno de la iglesia que respondan al llamado de ser siervos líderes para guiar a la congregación, y hombres en las trincheras participando en cada paso, activando sus dones, haciendo el trabajo, ensuciándose las manos.

La unidad de la fe

La iglesia necesita hombres que representen a Dios desde su gobierno hasta las trincheras, y mujeres que acompañen a esos hombres en oración y acción, cumpliendo el llamado que Dios les ha dado. Solo así tendremos iglesias sanas que representan a Dios en la tierra, iglesias en donde hombres y mujeres reconocen su igualdad espiritual y moral, su diferencia de roles, y disfrutan una relación en donde se complementan para la gloria de Dios.

Eso requiere fe. Requiere que ambos, hombres y mujeres, dejemos de buscar nuestra identidad y valor en nosotros mismos, en otros, en la creación, o en la religión, y la busquemos en Dios. Nuestra identidad y valor como hombres y mujeres está en Cristo. Requiere fe en que Dios es soberano y bueno al habernos creado a unos hombres y a otras mujeres, y confiar que Dios sabía lo que estaba haciendo cuando te creó. Para los hombres, es confiar que es Dios quien te ha llamado a ser el siervo líder en la familia y la iglesia; que esto no se trata de ti, se trata de Él; que será en sus fuerzas, no las tuyas. Para nosotras las mujeres, es entender que Dios te ha llamado a ser esa ayuda para los hombres a tu alrededor, y que tu labor es valiosa también en las manos de Dios; que por sencilla o difícil que parezca, debes dejar que sea Dios a través de ti. Requiere fe. Y solo así llegaremos a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:13).

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