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La doctrina de la expiación limitada (también conocida como “expiación definitiva” o “redención particular”) dice que la expiación de Cristo fue limitada (en su alcance y objetivo) a los elegidos; Jesús no redimió los pecados de todo el mundo en la tierra. En mi denominación examinamos hombres jóvenes que entran al ministerio, e invariablemente alguien le preguntará a un estudiante, “¿Crees en la expiación limitada?” El estudiante responderá diciendo: “Sí, yo creo que la expiación de Cristo es suficiente para todos y eficiente para algunos”, es decir, el valor de la muerte de Cristo en la cruz fue lo suficientemente grande como para cubrir todos los pecados de todas las personas que han vivido, pero que solo se aplica a aquellos que ponen su fe en Cristo. Sin embargo, esa declaración no llega al verdadero corazón de la controversia, que tiene que ver con el propósito de Dios en la cruz.

Hay básicamente dos maneras de entender el plan eterno de Dios. Una comprensión es que, desde toda la eternidad, Dios tuvo el deseo de salvar el mayor número posible de personas de la raza humana caída, por lo que Él concibió un plan de la redención a través del cual Él enviaría a su Hijo al mundo para ser el portador del pecado para la gente caída. Jesús iría a la cruz y moriría por todos los que en algún momento depositarían su confianza en él. Así que el plan fue provisional —Dios proveyó expiación para todos los que se apropian de ella, esto es, para todos los que creen—. La idea es que Jesús murió potencialmente por todos, pero es teóricamente posible que todo esto fuera en vano, ya que todos, hasta la última persona en el mundo, podría rechazar la obra de Jesús y optar por permanecer muerto en sus delitos y pecados. Por lo tanto, el plan de Dios podría haberse frustrado ya que nadie podría aprovecharlo. Esta es la opinión que prevalece en la iglesia de hoy, que Jesús murió por todos provisionalmente. En el último análisis, si la salvación sucede, esto depende de cada persona individualmente.

La idea reformada entiende el plan de Dios de manera diferente. Dice que Dios, desde la eternidad pasada, ideó un plan que no era provisional. Era un plan “A”, sin un plan “B” a seguir si no funcionaba. Bajo este plan, Dios decretó que Él salvaría a un cierto número de personas de la humanidad caída, la gente a quien la Biblia llama los elegidos. Con el fin de que este plan de elección funcionara en la historia, Él envió a su Hijo al mundo, con el objetivo y el diseño específicos de lograr la redención de los elegidos. Esto se logró a la perfección, sin que una gota de la sangre de Cristo se desperdiciara. Todo el mundo que el Padre escogió para salvación será salvo a través de la expiación.

La implicación de la posición no reformada es que Dios no sabe de antemano quién va a ser salvo. Por esta razón, hoy hay teólogos diciendo: “Dios salva a tantas personas como le sea posible”. ¿Cuánta gente puede salvar Dios? ¿A cuántas personas tiene Él el poder para salvar? Si Él es realmente Dios, tiene Él el poder para salvar a todas las personas. ¿A cuántas personas tiene Él la autoridad para salvar? ¿No puede Dios intervenir en la vida de alguien, tal como lo hizo en la vida de Moisés, la vida de Abraham, o la vida del apóstol Pablo, para ponerlas en una relación de salvación con Él? Ciertamente Él tiene el derecho a hacer eso.

No podemos negar que la Biblia habla de Jesús muriendo por “el mundo”. Juan 3:16 es el primer ejemplo de un verso que utiliza este lenguaje. Pero hay un punto de vista de contrapeso en el Nuevo Testamento, incluyendo el Evangelio de Juan, que nos dice que Jesús dio su vida no por todos, sino por sus ovejas. Aquí, en el Evangelio de Juan, Jesús habla de sus ovejas como aquellos que el Padre le ha dado.

En Juan 6, vemos que Jesús dijo: “Nadie puede venir a mí, si no lo trae el Padre que me envió” (v. 44a), y la palabra traducida como “traer” adecuadamente significa “obligar”. Jesús también dijo en ese capítulo, “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí” (v. 37a). Su punto fue que todos aquellos a quienes el Padre ha designado para venir a su Hijo, vendrían, nadie más. Por lo tanto, tu salvación, de principio a fin, se basa en el decreto soberano de Dios, quien decidió en su gracia tener misericordia de ti, no porque vio cumplido en ti algo que demandaba, sino por el amor del Hijo . La única razón que puedo dar bajo el cielo de por qué soy cristiano, es porque soy un regalo del Padre al Hijo, no por lo que he hecho o podría hacer.


Publicado originalmente en Ligonier. Traducido por Omar Jaramillo
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