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En el ministerio siempre serás criticado. Cualquier persona que ha servido en algún ministerio por suficiente tiempo sabe que jamás cumplirá perfectamente con las expectativas de la personas a quienes está sirviendo. Siempre habrán quejas. Siempre habrán personas que tienen expectativas diferentes a las nuestras. Siempre habrán personas que tienen algo que quieren aportar a tu sermón, liderazgo, matrimonio, lo que escribes, o incluso la manera en que crías a tus hijos. La vida cristiana se vive en publicó, y por lo tanto es imposible no recibir críticas de otras personas sobre tu vida o ministerio.

De manera particular, la forma en que el pastor responde delante de estas críticas demuestra dónde está su corazón. Es muy fácil tomarlas como algo personal: “Ellos no me quieren y piensan que no soy apto para ser un pastor… soy un gran fracaso”. Por otro lado, también es demasiado fácil hacer que nuestra meta sea la felicidad y aprobación de las otras personas.

En su libro Instrumentos en las manos del Redentor, Paul Tripp describe un momento en su ministerio cuando un miembro de su iglesia se acercó a él después de la prédica. Tripp asumió que él quería agradecerle por el impacto de la prédica en su vida, pero resulta que el miembro quería quejarse con él y decirle que cambiara su manera de predicar. Después de varias semanas de predicar de una forma que al miembro le gustara, Tripp se dio cuenta que había dejado de servir a Dios al intentar  complacer al miembro.

La crítica puede afectar a los pastores de una manera muy dramática. A veces la crítica nos hace cuestionar nuestra habilidad, nuestra capacidad, nuestro conocimiento, o incluso nuestro llamado. Tampoco solo afecta al pastor, sino a su esposa y familia también. Entonces, ante esta realidad que toda persona en ministerio tendrá que enfrentar, ¿cómo debemos responder?

1. Ora.

La crítica hacia los pastores revela mucho en el corazón del pastor. A menudo el pastor es afectado gravemente por la crítica porque él ha puesto su confianza en su habilidad ministerial. Cuando el éxito ministerial se vuelve un ídolo, entonces, la crítica, sea buena o mala, sacude el mundo ideal del pastor donde él es perfecto.

Es fácil que el pastor construya su propio reino en lugar de preocuparse por el reino de Dios. Es fácil que el pastor se preocupe por la exaltación de su nombre y no del nombre de Jesús. La mayoría de las veces, cuando la crítica duele, es porque el pastor está definiendo demasiado de su identidad por su labor ministerial.

Por eso, lo más importante que un pastor puede hacer delante la crítica de alguien, sin importar qué tan grande es la crítica, es orar y escudriñar su propio corazón. Es importante dejar que Dios nos examine, para ver si no hemos puesto el ministerio como ídolo delante de Él. Tenemos que examinar si no hemos puesto nuestra perfección ministerial delante de Él.

A veces la crítica no es para revelar algún fracaso ministerial, sino que sirve como una herramienta usada por Dios para revelar nuestra propia idolatría. Entonces, delante de la crítica, ora y evalúa tu corazón.

2. Evalúa la crítica honestamente.

No importa de quién venga la crítica. No importa si ya sabes lo que van a decir, si jamás se han acercado o es la quinienta vez que lo hacen, asegúrate de darle el tiempo al Espíritu Santo para verificar la crítica.

Todos queremos defendernos inmediatamente después de ser criticado. Queremos presentar todos los argumentos a nuestro favor. Responder de esta manera es vana, y totalmente enfocada en defender nuestra reputación y fama. La crítica de las personas no cambia tu posición delante de Cristo. Pero, al mismo tiempo, tu éxito ministerial tampoco cambia tu posición delante de Cristo. No te escondas de la crítica por una inseguridad o por haber puesto tu identidad en el ministerio.

Puede ser que la persona verdaderamente tiene un buen punto, pero no sabe cómo comunicarlo bien. Pregúntale a la gente a tu alrededor si hay verdad en la crítica. Pregúntale a tu esposa y dile que te diga la verdad. Habla con tus compañeros pastores o amigos ministeriales que sean maduros. Lo que queremos es que el nombre de Cristo sea exaltado. Seguir y exaltar a Jesús siempre significa la muerte de mí mismo. Dios usa la crítica para llevar eso a cabo, y también usa la crítica para afilar nuestra práctica ministerial.

3. Perdona como Cristo te ha perdonado.

Hay muchas personas heridas dentro de la iglesia. Muchas veces, ellas no saben cómo manejar el conflicto, confrontar el pecado, y mucho menos cómo confrontar a su pastor. A veces lo que ellos necesitan es una persona que les demuestre gracia, les responda con un “Gracias por tu comentario, lo tomaré en cuenta”, y caso cerrado. Hay algunas críticas que, después de ser consideradas y evaluadas, podemos ver que simplemente fueron hechas para dañar o herir. No nos debería de sorprender, ¡eso sucede cuando trabajamos con pecadores! Sin embargo, cuando nuestra identidad está firmemente arraigada en la obra de Cristo, y nuestro ministerio firmemente cimentado en la exaltación de Cristo, podemos ofrecer perdón a aquellas personas en vez de regañarles. Dios también está obrando en ellos.

4. Deja que te cuestionen.

Hay muy pocos lugares más peligrosos en el ministro que estar en un lugar donde no puede ser cuestionado. Muchos ministros quieren una confianza ciega donde ellos tienen todo el poder, sin tener que rendir cuentas. Pastor o ministro, tú no eres perfecto. Tienes puntos ciegos, tienes ciertas debilidades, y todavía tienes pecado no mortificado. No te dejes llegar a tal punto donde no puedes ser confrontado por los demás.

El líder que no puede ser cuestionado, fácilmente llega a hacer cosas cuestionables. Es parte de nuestra naturaleza. Aunque estamos siendo santificados, vivimos en la misma carne que quiere manipular, abusar, mentir, y torcer las cosas hacia nuestros gustos y nuestra perspectiva. Tener a personas a tu alrededor que te cuestionan te ayudará a no perder el control de tu ambición. Muchos buenos líderes se han perdido por una ambición pecaminosa que quiere exaltarse a sí mismo y no a Cristo. Sé un buen líder que rinde cuentas a los que están a tu alrededor.

5. Vuelve al evangelio.

Lo he dicho muchas veces aquí, pero siento importante recalcarlo. Tú no te defines por tus logros. Tú no te defines por tu éxito ministerial. Aunque tu trabajo puede ser el trabajo de pastor o ministro, es no es tu identidad. El ministerio no es nuestro, no se trata de nosotros, no es para nuestro nombre.

Principalmente, tu eres un pecador que ha sido bondadosa y gratuitamente rescatado y redimido por la sangre de Cristo. Tu primera identidad es hijo de Dios, no es pastor ni ministro. No dejes que la crítica te haga olvidar de esta bella verdad. Ahora, tienes el gran privilegio de obrar para que más perdidos y pobres como tú exalten al nombre de Cristo.


Crédito de imagen: Lightstock.
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