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En los últimos años han proliferado las películas de superhéroes. En los medios televisivos, series y películas, muchas de las cuales son hoy en día los principales púlpitos antivalores, podemos ver aún cómo es aplaudible la respuesta de algún personaje que haya sufrido agravio y su respuesta ante sus enemigos. Encontramos loable cuando un héroe perdona y no ejercita venganza en contra de sus enemigos, aun haya tenido la oportunidad.

Una frase común en estas obras es: “No te conviertas en alguien igual que él”. Podemos de tal forma ver la imagen del héroe de la película, con la oportunidad de disparar y terminar la vida de un gran enemigo, luego perdonar su vida y permitir que la justicia corra su curso.

En esta época también podemos ver que en muchos lugares el cristianismo está “pasando de moda”. Claro, el progreso de la fe cristiana nunca ha tenido la intención de ser medido por su “popularidad”. De hecho, existen diversas promesas bíblicas que reflejan lo contrario: seremos perseguidos y ridiculizados por nuestra fe (Mt 5:11-12; 1 Pe. 4:14). Es entonces lógico concluir que, en nuestra vida, tendremos enemigos, sea que estos se identifiquen como tales o no, sea que nosotros los reconozcamos como tal o no.

Hoy en día, más y más injusticias y tipos de persecuciones son recibidas por los creyentes. Sin minimizar las razones que nos puedan llevar a tener enemigos, quiero enfocar este escrito en cómo orar por nuestros enemigos, cuando en verdad son enemigos de la fe.

  1. Ora que Dios alinee y purifique tus motivaciones. Ora para que el nombre de Dios sea santificado y glorificado y no el tuyo. Es muy común tomar cualquier conflicto de fe a título personal. Cuando lo tomamos personal, es muy sutil el ponernos en el centro y no Dios. Si el ataque es personal e injustificado, entonces debemos reconocerlo de tal forma y responder como corresponde. En estos casos se trata de nosotros y no de Dios. Dios conoce cuando existen motivaciones mezcladas, y Él conoce y discierne nuestros pensamientos. No podemos pretender actuar como si estuviéramos respondiendo con celo, en defensa del nombre de Dios, cuando en el fondo nos estamos defendiendo a nosotros mismos. Oremos que Él purifique nuestras motivaciones y que sea por amor a Su nombre y Su gloria únicamente.
  2. Ora para que Dios te guarde, perdone o libre de la amargura y la frustración. Ambas te llevarán a pecar y siempre serán seguidas por una justificación. Cristo, siendo Dios, nunca respondió con amargura, ni se dejó impulsar por la frustración. Su único impulso fue el Espíritu Santo. Una reacción impulsada por el Espíritu Santo será siempre santa. Escudriñemos nuestros corazones y oremos por nuestros enemigos en santidad, primero confesando al Padre cualquier amargura y frustración. Confesemos nuestra humanidad y pidamos perdón por cualquier forma oculta y obvia de pecado. Oremos para que Dios ayude a abrir los ojos y oídos de nuestros enemigos para que Dios prepare sus corazones para escuchar nuestra defensa de la fe y para que puedan ser “reconciliados hoy con Dios” (2 Co. 5:20).
  3. Ora para que Dios te dé amor por tus enemigos. Ora que Él te enseñe cómo amarlos, sin comprometer los límites y la verdad del evangelio. Ora que te dé formas claras de orar de corazón por amor por tus enemigos, tal y como Cristo nos amó a nosotros cuando aún éramos sus enemigos. No es una opción sino un mandato (Mt. 5:44; Lc. 6:28).
  4. Ora para que en el proceso o situación de dificultad, tu prioridad sea la prioridad de Dios y tu corazón sea ganar al oyente y que proceda al arrepentimiento. Ejemplo a seguir tenemos en Cristo. Cuando estamos escuchando, leyendo, viendo, o interactuado con nuestro enemigo, en nuestra naturaleza humana, probablemente lo último que pensamos es que podemos ver esta persona en el cielo y pasar la eternidad con él o ella. Pero ese es justamente el ejemplo que Cristo nos dejó. Ora para que tu enemigo conozca a Cristo y sea liberado de su esclavitud al pecado.
  5. Recuerda quién eres: un pecador perdonado. Ora como Cristo oró por ti “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen“ (Lc. 23:34).
  6. Reacciona con decencia. Resiste la tentación del pleito sucio. Es muy común en medio de una pelea, con los ánimos airados, el recurrir a sacar trapos sucios, usando incluso formas de manipulación y soborno moral, todo con el fin de desestabilizar al oponente y sacarlo de sus casillas. Pero el libro de Proverbios nos instruye a lo contrario: “La suave respuesta aparta el furor, pero la palabra hiriente hace subir la ira” (Prov. 15:1-3).
  7. Responde con verdad pero con gracia. Ora conforme a Colosenses 4:6: que Dios cambie tu corazón y que del mismo broten palabras de gracia, que sean sazonadas. Que Dios te dé sabiduría para responder apropiadamente en el momento preciso y Dios ponga en ti palabras que permitan ganar al oyente (Prov.4:23).
  8. Clama al Señor y confía que es Él quién salva. Nuestros argumentos, palabras, estrategias y oraciones pueden ser en ocasiones medios que Dios usará, pero en última instancia, nuestra fe no puede estar en los medios sino en el Señor que salva (Núm. 10:9).

Por último me gustaría compartir algunas preguntas de reflexión personal para examinarnos e ir delante de Dios en confesión y arrepentimiento si contestamos a algunas de ellas de manera positiva:

  • ¿Siento rechazo contra esta persona tan solo al oír su nombre?
  • ¿Estoy orando con sentido de urgencia y con “el amor de Cristo que nos constriñe” por el arrepentimiento de este enemigo?
  • Si el Espíritu Santo escudriña mi corazón, ¿encontrará que estoy más preocupado por mostrar que tengo la razón, que real y honestamente defender la verdad de Cristo?
  • ¿Si  tengo que presentar defensa, lo estoy haciendo, teniendo en cuenta que estoy hablando con un portador de la imagen de Dios?
  • ¿Estoy hablando con verdad, cordura e integridad o estoy usando argumentos exagerados e inflados en contra de esta persona y en mi proceso de defensa?
  • ¿Estoy yo perdonando a esta persona?
  • ¿Me estoy convirtiendo en alguien igual que mi enemigo, reflejado en mi manejo de la situación?

En todas estas situaciones, ora por sabiduría y procura no desperdiciar la oportunidad de ser como Cristo y de mostrar a Cristo.


Crédito de imagen: Lightstock
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