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Cómo Dios me encontró en mi dolor más profundo

Eliana Joy Davis nació el 13 de diciembre de 2014, a las 12:30 de la mañana, tres meses antes a la fecha esperada de su nacimiento. Días antes mi esposa, Rachel, había ido al doctor después de no sentir nuestro bebé moviéndose como lo hacía normalmente. Era de noche en Catar, donde yo había sido desplegado desde hacía varios meses cuando recibí una llamada de vídeo en mi computadora.

Nunca olvidaré ese momento. Rachel estaba acostada en una cama de hospital con mi madre y mi hermano cerca de ella, conteniendo las lágrimas mientras me daba la noticia. No había latido. Eliana nacería sin vida. Esa fue la noche del lunes. Para la noche del miércoles me había reunido con mi esposa en California. El viernes por la mañana, los médicos comenzaron la inducción.

Distintas formas de dar a luz

El procedimiento tomó 14 horas para finalizar. Por gracia, el proceso fue realizado de la mejor manera posible. Ese día en el hospital fue muy diferente al nacimiento de nuestro primogénito, Graedon. Fue más largo y más silencioso. Nuestra habitación estaba menos atareada. Hubo menos monitores. Notablemente, aquel monitor de la frecuencia cardíaca fetal estaba ausente. Cuando el momento finalmente llegó, solo el médico y una enfermera estaban presentes. No había personal asistiendo la llegada de nuestro bebé. No hubo un pediatra que llegara a realizar una comprobación inicial y monitorear los signos vitales. Lo más doloroso era que no hubo un grito de bebé que perforara el silencio de la habitación. El único sonido eran los incontrolables sollozos de Rachel y míos mientras nos aferramos el uno al otro en tristeza. Llamé a mi mamá para hacerle saber que Eliana había llegado. Mientras la enfermera la bañó y la envolvió en mantas de recién nacidos, el médico terminó de asegurarse que Rachel estuviera bien antes de partir. Pronto la enfermera estaba entregando a Eliana a mi esposa antes de dejarnos solos para pasar nuestros únicos momentos en esta tierra con nuestra hija.

Al principio tenía miedo de conocer a Eliana. Yo no sabía cómo ella se vería, cómo la sentiría. Esos temores se desvanecieron cuando Rachel la tomó en sus brazos y dijo entre lágrimas: “¡Oh, es tan hermosa!” Era cierto. Eliana era hermosa. A las 26 semanas, sus ojos, nariz y labios se parecían mucho a los de Graedon cuando era un recién nacido. Su rostro estaba tranquilo. Rachel y yo nos sentamos allí, mirando a nuestra hija, asombrados ante la belleza del diseño de Dios. Después de un rato, Rachel me entregó a la hija a quien había deseado sostener por los pasados seis meses. Nunca en mi vida he experimentado la mezcla inexplicable de tristeza y alegría más que en ese momento. Ella era mi chiquita, un regalo hermoso dado por Dios a un hombre tan indigno.

Diciendo adiós

Mi padre y mi madre llegaron al hospital con mis hermanos y hermanas que se encontraban en la zona. Todos sostuvieron a Eliana. Mi mamá la meció en la silla del hospital, al igual que lo hizo con nosotros cuando éramos niños y justo como lo hace ahora con todos sus otros nietos. Durante dos horas compartimos muchas lágrimas y muchas sonrisas. Mi hermano y mi papá oraron por nosotros y luego todos se fueron, dejándonos a Rachel y a mi para decir el adiós final. Los dos la sostuvimos otra vez y le hablamos de nuevo. Entonces me metí en la cama junto a mi esposa y juntos le cantamos a Eliana mi himno favorito, el que le canto Graedon cuando lo mezo para dormir, “Fuente de la vida eterna”.

La enfermera vino a transferirnos de la unidad de parto hacia una habitación en el piso de madres y bebés. Pusimos a Eliana en el moisés y recogimos nuestras cosas para irnos. Olvide unas cuantas cosas y tuve que regresar al cuarto. Cuando lo hice, la habitación estaba vacía y Eliana estaba acostada en la cuna donde la enfermera finalmente vendría a tomar impresiones y moldes de sus manos y sus pies. Recogí nuestras cosas y entonces me paré al lado de mi hija mirando su rostro. No queriendo dejarla atrás. Sin saber cómo decir adiós. Me incliné y susurré un final “te amo”, y luego di la vuelta y salí de la habitación.

Fue la cosa más difícil y dolorosa que jamás he hecho.

Gracia en medio del dolor

¿Cómo soportar una experiencia como esa? ¿Cómo sobrellevas el peso de la tristeza que amenaza con aplastarte? Mi esposa y yo hemos descubierto que Dios da gracia para el momento y fe para el día. Desde los primeros momentos de nuestra conversación por videochat, Dios nos ha concedido a Rachel y a mí una medida de esperanza y gozo que ha crecido cada día más y más fuerte. Él ha inundado nuestras vidas con la verdad que viene en oraciones, conversaciones, correos electrónicos, y llamadas telefónicas de familiares y amigos de todo el mundo. Una semana después de su nacimiento, pusimos a descansar a Eliana en una tumba donada por mis abuelos. En su funeral, tuve la oportunidad de compartir las siguientes verdades que Dios ha usado para sostenernos y animarnos durante estos días difíciles.

1. Dios era y es absolutamente soberano e incesantemente bueno.

Nada toma a Dios por sorpresa. Él conoce y ordena los acontecimientos de este mundo, y todo lo que hace es bueno. Ciertamente, no podemos ver exactamente por qué Dios eligió llevarse a Eliana cuando lo hizo, pero hemos sentido una confianza y paz indiscutible sabiendo que su muerte no fue un error. Uno de los pasajes leídos en el funeral de Eliana fue

Salmo 139:13-16:

Porque Tú formaste mis entrañas;
Me hiciste en el seno de mi madre.
Te daré gracias, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho;
Maravillosas son Tus obras,
Y mi alma lo sabe muy bien.
No estaba oculto de Ti mi cuerpo,
Cuando en secreto fui formado,
Y entretejido en las profundidades de la tierra.
Tus ojos vieron mi embrión,
Y en Tu libro se escribieron todos
Los días que me fueron dados,
Cuando no existía ni uno solo de ellos.

Que Dios planeó cada uno de los días de Eliana (26 semanas en total) es una verdad notable. Nunca fue el plan de Dios para Eliana que ella viviera fuera del vientre de Rachel en la tierra. Él le permitió casi siete meses de seguridad y comodidad con su madre y luego la llamó a casa. Esto no fue un error. Fue el buen plan de Dios para su vida.

El Salmo 119:68 dice: “Tú eres bueno; y haces el bien”. En el libro de Job, Dios viene a su siervo sufriente y dudoso, que ha experimentado una mayor pérdida en un solo día que lo que la mayoría va a soportar en la vida. Sorprendentemente, no da le da a Job un análisis razón por razón de todo lo que le había sucedido. En cambio, permite que Job vea la grandeza de su gloria y su soberanía.

Job 38:4-11 dice:

¿Dónde estabas tú cuando Yo echaba los cimientos de la tierra?
Dímelo, si tienes inteligencia.
¿Quién puso sus medidas? Ya que sabes.
¿O quién extendió sobre ella cordel?
¿Sobre qué se asientan sus basas,
O quién puso su piedra angular
Cuando cantaban juntas las estrellas del alba,
Y todos los hijos de Dios gritaban de gozo?

¿O quién encerró con puertas el mar,
Cuando, irrumpiendo, se salió de su seno;
Cuando hice de una nube su vestidura,
Y de espesa oscuridad sus pañales;
Cuando sobre él establecí límites,
Puse puertas y cerrojos,
Y dije: ‘Hasta aquí llegarás, pero no más allá;
Aquí se detendrá el orgullo de tus olas?’

Cuando los acontecimientos de la vida son inexplicables, hay una gran esperanza en saber que servimos a un Dios que siempre está en control. El mismo Dios que mandó a las olas violentas es el mismo Dios que le susurró a Eliana, “Esto es lo más lejos que llegarás, mi niña. Te estoy llevando a casa”. Si no fuera por la verdad de la soberanía absoluta de Dios en todas las cosas, Rachel y yo sin duda nos sentiríamos inundados en el dolor y la desesperación. Así vemos que la muerte de Eliana no fue un error. No era algo sin sentido. Más bien, su vida y su muerte son parte del gran tapiz de la obra de Dios en la historia humana y en la eternidad por venir.

2. Dios no es solamente soberano y bueno sin cesar, sino también conoce íntimamente lo que significa sufrir.

Hace dos años Rachel y yo estábamos anticipando la alegría de la Navidad, dando la bienvenida al nacimiento de nuestro primer hijo, Graedon. Pensé a menudo sobre el hecho de que Dios conocía la inmensa alegría de un padre por el nacimiento de su hijo. Casi inmediatamente después de escuchar de la muerte de Eliana, Dios puso en mi corazón la verdad de que Él también conoce el dolor de un padre después de la pérdida de su hijo.

De hecho, debe haber cierta sobriedad en medio de la alegría de la Navidad cuando se tiene en cuenta que Cristo vino con el fin de ser asesinado por el bien del pueblo de Dios. Siempre fue el plan de Dios que Su hijo muriera. Por lo tanto comparte íntimamente nuestro sufrimiento y pérdida. Cristo mismo fue un hombre de sufrimiento y dolores. El escritor de Hebreos establece que Cristo es nuestro perfecto sumo sacerdote y Salvador, porque Él es capaz de identificarse con nosotros en nuestro sufrimiento y debilidad (Heb. 2:9-18). Dios no es indiferente. No es lejano y distante. Él es omnisciente y está omnipresente con nosotros en nuestro dolor y tristeza. Él realmente es Emanuel.

3. Rachel y yo nos hemos alegrado mucho en la garantía de la seguridad eterna de Eliana.

Aunque lamentamos la vida que hemos perdido con ella en la tierra, alabamos a Dios por la vida que ha ganado en el cielo. Nuestra oración más profunda por nuestro hijo, Graedon (como lo fue para Eliana mientras ella vivía en el vientre) es que Dios le conceda la fe y el arrepentimiento que conduce a la salvación. Graedon vive en un mundo de rebelión y pecado. Él necesita un Salvador. Él tiene que conocer y creer en la belleza del evangelio, que Cristo vino a ofrecer el perdón de los pecados a través de su vida, muerte y resurrección.

Este es nuestro más profundo anhelo y oración por Graedon, y Dios respondió esta oración por Eliana. Su necesidad más profunda no era ser sostenida y criada por sus padres terrenales, sino conocer y amar a su Salvador. Dios le dio 26 semanas de vida dentro del útero de Rachel, escuchando y conociendo las voces de sus padres, hermano, abuelos, tías, tíos y primos. Luego se la llevó y la puso cara a cara con su Señor y Salvador.

¡Qué vida! ¡Qué herencia! Nuestra esperanza futura es su realidad actual. La vida es de ella en abundancia. Ella nunca degustará la tristeza. Nunca verá la violencia. Nunca temerá la muerte. Nunca sentirá el aguijón del pecado. Su porción fue no recibir ningún sufrimiento sino la totalidad de la ganancia. Esto es debido a la buena gracia de Dios, a causa de la obra acabada por Cristo. Estas verdades llenan mi corazón y el de Rachel de una alegría inexpresable en medio de un profundo dolor. Dios proveyó y cuidó a nuestra hija de una manera que no podríamos y, por eso, estamos eternamente agradecidos. También leímos 1 Pedro 1:3-4 en el funeral de Eliana:

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según Su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, para obtener una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos para ustedes.

Así que nos regocijamos, sabiendo que un día vamos a conocer nuestra hija en una eternidad sin dolor o pérdida. Y lamentamos, pero no como los que no tienen esperanza (1 Tes. 4:13).

El segundo nombre de Eliana viene de su tía Rebeca (la gemela de Raquel), una mujer de fe maravillosa cuya vida está marcada por la alegría y el servicio a los demás. El nombre Eliana significa “Dios ha respondido”. En los días y las semanas posteriores a su muerte nos hemos preguntado por qué Dios la llevaría tan pronto. En este lado de la eternidad puede que nunca lo comprendamos totalmente. Sin embargo, sabemos que Dios ha respondido (una vez y para siempre) en la persona de su Hijo, cuya vida, muerte y resurrección han vencido la muerte y asegurado la vida eterna para todos los que invocan Su nombre.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Carlos A. Franco.
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