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Nota del editor: 

#CoaliciónResponde es una serie donde pastores y líderes de la iglesia responden a inquietudes que llegan a Coalición por el Evangelio por diversos medios, y que son parte de las inquietudes que caracterizan la iglesia en nuestra región. Puedes usar #CoaliciónResponde en las redes sociales o escribirnos a [email protected] con tus preguntas.

Para esta entrada de #CoaliciónResponde respondemos a la pregunta, “¿Cómo diferir con alguien de otra postura teológica?”.


Un día en una reunión de un grupo pequeño que estaba dirigiendo, brotó una pequeña discusión entre dos hermanos sobre cómo era posible que la Biblia nos llamara a creer en el evangelio y a la vez enseñarnos que Dios es quien abre nuestros ojos para poder hacerlo. Ambos tuvieron respuestas tan diferentes, uno enfatizando la responsabilidad del hombre y el otro la soberanía de Dios. La discusión empezó a calentarse y sus tonos empezaron a cambiar. Lo que comenzó como un señalamiento de sus posturas se estaba convirtiendo en una discusión airada. A medida que veía esto suceder delante de mí, pensaba: “¿Cómo puede ser que una discusión sobre la verdad gloriosa del evangelio resulte en un intercambio tan agitado?”.

Lamentablemente, a menudo cuando tenemos una discusión teológica con personas que difieren de nuestra doctrina hacemos lo mismo que las dos personas en mi grupo pequeño. Entonces, ¿cómo debemos llevar nuestras discusiones teológicas de una manera que glorifiquen a Dios y nos ayuden a crecer?

En medio de cualquier conflicto teológico, considero que hay tres verdades que debemos recordar.

1. No todas las doctrinas tienen el mismo peso[1].

En la Biblia tenemos doctrinas primarias: aquellas doctrinas centrales y características de la fe cristiana. Entre estas están incluidas la revelación de que existe un solo Dios Santo, en tres Personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo; la divinidad y humanidad de Jesús; el perdón de nuestros pecados por medio de la fe en la obra de Cristo; y la autoridad de las Escrituras. En otras palabras, estas son doctrinas esenciales que de ser negadas, correspondería a una negación al mero cristianismo.

Las doctrinas secundarias son aquellas que mayormente definen nuestras congregaciones y denominaciones. Estas pueden incluir aspectos tales como el bautismo (creyentes vs. infantes), el gobierno de la iglesia, la pluralidad de pastores, la predestinación, entre otros. Creyentes genuinos pueden estar en ambos lados de estos puntos, pero estas diferencias pueden crear separaciones teológicas significativas, impidiendo en muchos casos una cercanía en comunión entre ellos.

Las doctrinas terciarias son doctrinas en las cuales —a pesar de la diferencia teológica en cómo interpretar algunos pasajes— pueden estar en la misma denominación o inclusive en la misma congregación. Un ejemplo muy claro de esta clase de doctrinas es la mayoría de los debates escatológicos y aquellos pasajes difíciles de interpretar. Estas diferencias son tan pequeñas que creyentes pueden permanecer juntos sin comprometer sus convicciones teológicas. Es fundamental poder entender qué tipo de doctrina estamos defendiendo.

2. No estás argumentando contra tu enemigo.

Si la persona con la que estás difiriendo no está negando una verdad central a la fe, si no está negando la verdad del evangelio, entonces tienes que recordar que antes que nada, la persona con la que estás hablando es tu hermano, de quien Cristo ha tenido misericordia y ha salvado, pagando por él un alto precio: su propia sangre. Puede que haya diferencias importantes entre ustedes, pero la verdad que los une es mucho más grande que las diferencias que los dividen. La realidad de que un día estarán ante el trono de la gracia reconociendo y agradeciendo para siempre la bondad de nuestro Dios en salvar a pecadores debe ser suficiente para encender en ti un amor por tu hermano más profundo que incluso el amor que tengas por tu doctrina.

Amar a Dios con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, no te debe llevar a querer entonces demostrarle a todas las personas con las que difieres teológicamente que tú tienes la razón. Al contrario, amar a Dios nos debe llevar a amar a nuestro hermano. Una manera de demostrar nuestro amor para con ellos es en la manera en que corregimos con amabilidad esas diferencias teológicas o incluso la manera en que recibimos corrección de ellos.

Nuestra mayor y principal preocupación a la hora de discutir con alguien es que ellos puedan entonces ver a Dios de una manera más gloriosa y que su corazón se pueda rendir en adoración al Rey de Gloria. Si nuestra doctrina no nos lleva a adorar, no la estamos entendiendo. No nos sirve de nada poder citar grandes teólogos y sus posturas al pie de la letra, si al momento de exponerlo a alguien más no le estamos ayudando a ver mejor a su Señor o ver una manera de poder servir mejor a su congregación.

3. No eres el Espíritu Santo.

Jesús en Juan 16:13 nos promete: “Pero cuando El, el Espíritu de verdad venga, los guiará a toda la verdad, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y les hará saber lo que habrá de venir”. En otras palabras es el trabajo del Espíritu Santo guiar al creyente a toda verdad. Nuestro deber es solo presentar en amor las verdades que conocemos y nos apasionan.

Hermanos, no olvidemos que es el Señor quien edifica Su iglesia, no nosotros. Muchas veces nos enfocamos demasiado en pelear entre nosotros, defendiendo una postura teológica, o queriendo demostrar que estamos en lo correcto y enmascarándolo como “defender la sana doctrina”. Dios es quien está al pendiente de los errores doctrinales de Su iglesia. Él es el que está primordialmente preocupado con la buena salud de Su iglesia y que sepa correctamente quién es Él. Es posible que Dios pueda usarnos en diferentes conversaciones para traer una corrección doctrinal en la vida de alguien más, pero eso solo lo podrá determinar el Señor. Nosotros debemos esforzarnos en presentar la verdad en amor y dejar que el poder de la Palabra haga su efecto en la vida de los demás.

Seamos humildes en reconocer que quizá estamos en el lado erróneo de la diferencia. Recordando la postura del apóstol Juan, amemos a nuestros hermanos que sí podemos ver, presentándoles con amabilidad las maravillas de nuestro Dios el cual todavía no vemos, demostrando que nosotros amamos porque Él nos amó primero (1 Juan 4:19-21).


[1] Véase también: Albert Mohler, “A Call for Theological Triage and Christian Maturity”, 12 de Julio 2005, http://www.albertmohler.com/2005/07/12/a-call-for-theological-triage-and-christian-maturity/

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