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Tal vez durante las temporadas de elecciones has sentido una de dos emociones: júbilo ante la victoria de tu candidato preferido, o desesperación ante el “enemigo” que ahora está al volante de tu país, manejándolo directamente hacia el barranco de la destrucción.
Por mi parte, he estado en ambas circunstancias. Ante la victoria de mi candidato he ido a celebrar junto a gente que ni conozco, y ante la derrota me he quedado sentado con la cabeza en las manos.
Pareciera que cada elección fuera la más importante en la historia de nuestro país (el cual en mi caso es los Estados Unidos); al menos esa es la impresión que da la propaganda política. Y no podemos negar el sentido de preocupación general por los candidatos a las próximas elecciones aquí. Esta realidad me hacía estar constantemente preocupado de los resultados de las encuestas, de las opiniones desproporcionadas de los comentaristas, o de las tácticas políticas y periodísticas para sembrar temor y odio.
Pensaba que solo había dos opciones: poner todas mis esperanzas en los resultados de la elección o retirarme completamente y tratar de resistir las emociones que me arrastran a un abismo de desesperación o me tientan a no confiar en Cristo.
Aunque tú y yo no vivamos en el mismo país, puede que tu experiencia sea similar a la mía. Todos los cristianos tenemos preferencias políticas, y nos es fácil dejarnos llevar por nuestras tendencias y emociones.
En noviembre de este año hay elecciones aquí. Pero esta vez quiero reaccionar de una manera diferente. En vez de alarmarme, quiero que este ciclo electoral lleve a mi corazón a la alabanza.
Aquí comparto contigo mi plan de acción. Ya sea que estés en Estados Unidos o en cualquier otro país,  espero que te sirva para preparar tu corazón la próxima vez que haya elecciones.

1. Confesar mis pecados en elecciones previas.

Cada temporada de elección es una nueva oportunidad para batallar contra el mundo, la carne, y el diablo, los cuales nos invitan a creer mentiras y adorar ídolos. La confianza en el lugar equivocado tarde o temprano nos va a desilusionar, pero “el que creyere en [Cristo], no será avergonzado” (1 Pe. 2:6). Debemos examinar nuestros corazones y diagnosticar el pecado que nos deja cautivos a emociones extremas. Aquí hay algunos pecados que posiblemente tengas que confesar:
  • El deseo de que la gente esté de acuerdo contigo en temas políticos más que que lleguen a conocer a Cristo.
  • El buscar salvación en un líder o gobierno en vez de en el único Salvador de los hombres (Hch. 4:12; Sal. 33:16-17).
  • La desconfianza en la soberanía de Dios, quien pone y quita reyes (Rom. 13:1-2; Dan. 2:21).
  • La idolatría de amar más a una campaña política que al Dios a quien debemos amar sobre todas las cosas (Éx. 20:3-6; Mt. 22:37).
  • El espíritu de queja ante la autoridad del gobierno que Dios instituyó (Rom. 13:6-7; Fil. 2:14-16).
  • La pasividad que descuida tu habilidad y responsabilidad de participar en el proceso político y de amar a tu prójimo al buscar el bien de la sociedad.

2. Meditar en la gloria majestuosa y sabiduría insondable de Dios.

Cuando nuestra visión de Dios es pequeña, tememos al hombre. Tememos a Dios cuando lo vemos como Él realmente es, en su majestad, santidad, sabiduría, y soberanía. Si fijamos nuestros ojos en Jesús, las cosas terrenales —incluso las súper-importantísimas elecciones— disminuirán ante la luz de su gloria y gracia.
Que estas verdades nos llevan a alabar al Señor en su majestad:
  • En su sabiduría infinita, Dios diseñó que los gobiernos y gobernantes sean parte de la vida en este mundo (Rom. 13:1-7).
  • Cuando las naciones y los reyes de la tierra se sublevan contra el Señor, Él no se preocupa; más bien, se ríe, se burla de ellos, porque un día su Hijo va a juzgar a las naciones y las desmenuzará como vaso de alfarero (Sal. 2).
  • Es 100% seguro que todo resultado político cooperará para el bien de los que aman a Dios (Rom. 8:28).
  • Toda autoridad en el cielo y en la tierra le pertenece a nuestro trino Creador (Mt. 28:18; Dan. 7:13-14). Vemos esto en sus interacciones con el faraón (Éx. 5-14), Nabucodonosor (Dan. 4:28-33), Acab (1 Rey. 22:29-40), el rey Herodes (Hch. 12:20-23), y muchos más.
  • El Dios que puso las estrellas en su lugar, separó la tierra del mar, y conoce el número de los pelos en tu cabeza considera que las naciones son “como gota en un cubo” y a los gobernantes de la tierra los reduce a “nada” (Is. 40:15; 23).
  • El Dios contra quien pecaste al obsesionarte con temas políticos es el mismo Dios que te ofrece gracia y perdón a través de la muerte de su Hijo. Meditar en su misericordia no solo limpiará nuestra conciencia y nos dará paz: también nos motivará a actuar.

3. Dejar que el evangelio motive mis acciones.

El apóstol Pablo escribe, “Recuérdales que estén sujetos a los gobernantes, a las autoridades; que sean obedientes, que estén preparados para toda buena obra” (Tit. 3:1). Tal vez la motivación para obedecer estas palabras te sorprenda:
“Porque nosotros también en otro tiempo éramos necios, desobedientes, extraviados, esclavos de deleites y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor hacia la humanidad, él nos salvó”, Tito 3:3-5
El evangelio es la razón principal por la que debemos someternos a los gobernantes y estar preparados para toda buena obra. Como creyentes que viven en un mundo de tinieblas, debemos ser luces que activamente abogan por leyes que promueven el florecimiento humano, la justicia bíblica, y la santidad de la vida de todos aquellos creados a imagen de Dios.
Algunas acciones a considerar:
  • Vota por candidatos que promueven valores que honran a Dios.
  • Dedica tiempo, energía, y finanzas a actividades y organizaciones que hacen el bien.
  • Comparte con otros creyentes la manera en que tus convicciones bíblicas están moldeando tus ideas y decisiones políticas, y cómo estás poniendo tu confianza en Cristo cualquiera sean los resultados.
  • Haz discípulos de Cristo; esta es la misión principal de la iglesia.
  • Si te sientes equipado y guiado por Dios, considera presentarte como candidato.

4. Orar fielmente.

La oración y la acción de gracias son remedios que Dios nos ha dado contra la ansiedad (Fil. 4:6-7). Eso, junto con el hecho que orar por las autoridades agrada a Dios (1 Tim. 2:1-3), debe hacer de nosotros personas de oración que honran a Jesús y evitan votar en base al temor.
Considera enfocar tus oraciones sobre ti mismo, la iglesia, los líderes, y el país.
  • Da gracias al Señor por poder votar, participar en el gobierno en cierto grado, y vivir en paz y tranquilidad (1 Tes. 4:11-12).
  • Pide que Dios te guíe al someterte y al honrar como se debe a las autoridades sobre ti (Rom. 13:7; 1 Pe. 2:17; Tit. 3:1-9).
  • Ora que la iglesia le importe más el Reino de Dios que el reino del hombre, y que los cristianos voten conformemente (Mat. 6:33).
  • Ora por la venida de Cristo, quien vendrá a establecer su Reino de perfecta justicia y rectitud (2 Pe. 3:13).
  • Ora que ministerios de misericordia centrados en el evangelio atiendan a las necesidades físicas y espirituales que los gobiernos seculares no pueden atender.
  • Ora que nuestro presente gobierno, sus líderes, y país sean sabios y lleguen a conocer a Cristo (1 Tim. 2:1-4).
  • Ora que un candidato con políticas que agradan al Señor sea escogido.
  • Ora que la elección resulte en que el gobierno castigue la maldad y honre lo bueno (Rom. 13:3-4).

Una oración para el tiempo de elección

Padre celestial, gracias por tu mano soberana y cuidado sobre el universo entero, el mundo, y esta elección. No nos permitas preocuparnos como el mundo se preocupa. Ayúdanos a poner nuestra esperanza y nuestros afectos primeramente en ti y tu reino. Anímanos hacia la acción fiel como ciudadanos de los cielos y también de la tierra. Ayúdanos a confiar en ti en cada momento, especialmente cuando sea difícil. En esta temporada de elección, lleva a cabo tu voluntad para con nosotros, nuestro país, y tu reino. Para tu gloria.
En el nombre de Jesús. Amén.

Imagen tomada de Lightstock

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