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Nota del editor: 

A pesar de no tener relaciones con una iglesia, muchas parejas hoy en día quieren una ceremonia de boda tradicional con un pastor. Si fueras el pastor, ¿cómo responderías? En este artículo (escrito desde el contexto estadounidense, donde pastores tienen el poder civil de oficiar bodas), Russell Moore dice “no”. Para una opinión diferente, lee la respuesta de Deepak Reju.

Al principio de mi ministerio me encontré con una decisión difícil. Una pareja me pidió que oficiara su boda. Ninguno de ellos era cristiano. Era un dilema tortuoso porque quería una relación continua con ellos, como una forma de introducirlos al evangelio.

Esta pareja no estaba desobedeciendo a Dios por “estar en yugo desigual”. Eso habría sido una respuesta fácil, ya que la Biblia lo prohíbe como pecado.

El matrimonio es una ordenanza de la creación, dada a todos los hombres (Gn. 2:23-24). Es bueno que los no creyentes se casen. Es bueno para ellos, para sus hijos y para la sociedad en su conjunto.

Llamé a varios pastores que conozco. Uno me dijo que él casa a prácticamente todo el que pide. Otro me dijo que casó rutinariamente a no creyentes, como un medio para compartir el evangelio. Me fui de esas conversaciones deprimido. Me pareció que el matrimonio y el llamado a predicar se estaba trivializando en estas conversaciones.

Me parece que esta cuestión sigue siendo apremiantes para los ministros jóvenes. ¿Debe un ministro del evangelio casar a no creyentes?

No.

Un material más duro

En primer lugar, un ministro del evangelio tiene que saber que él no tiene autoridad personal. La ordenación no confiere autoridad de manera mística a un predicador o pastor. Sí, el pastor tiene autoridad  (He. 13:17), y creo que la ordenación es bíblica (1 Ti. 3: 1-7; 2 Ti. 1:6). Sin embargo, esta autoridad no es propia: es la autoridad del evangelio.

En el Nuevo Testamento, los matrimonios de los miembros de la iglesia le incumben a la comunidad de la iglesia (1 Co. 7; Ef. 5). Por otra parte, Pablo le dice a la iglesia de Corinto: “Porque ¿qué razón tendría yo para juzgar a los de afuera? ¿Acaso no es a los que están dentro de la iglesia a quien debes juzgar? Dios juzga a los que están fuera” (1 Co. 5:12-13).

Para los no creyentes, la iglesia no tiene derecho a exigir que sean fieles a sus votos a través de la disciplina eclesiástica. No son miembros de la iglesia. Una iglesia que no es capaz de hacer a una pareja de miembros responsables de sus votos (a través del discipulado y la disciplina) no tiene derecho a solemnizar estos votos. En el caso de los no creyentes, un ministro del Estado es perfectamente apropiado para oficiar porque es al Estado, no a la iglesia, a quien la pareja rendirá cuentas.

Casi todos los pastores que he oído que realizan bodas de inconversos apelan al potencial evangelístico. Nunca he conocido a una pareja de inconversos que fuera ganada a Cristo por un pastor que estaba dispuesto a casarlos. Conozco a varias parejas, sin embargo, que vinieron a Cristo porque un pastor, fiel y amorosamente, les dijo que no, y por qué.

Para muchos ministros jóvenes, esta pregunta se reduce a una cuestión de valentía. Si no eres capaz de rechazar a los familiares y amigos que esperan que actúes como capellán de su boda, entonces ¿cómo vas a rechazar a los incrédulos que quieren bautizarse? El ministro del evangelio está hecho de una material más duro de lo que muchos de nosotros estamos acostumbrados a ver.

La ceremonia de boda es un lugar más donde no necesitamos funcionarios civiles. Necesitamos ministros del evangelio, esos que tienen el coraje de dejar que su sí sea sí y su no sea no.


Este artículo fue publicado originalmente el 11 de abril 2012 para The Gospel Coalition. Traducido por Carmen Herrera.
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