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No me considero un erudito académico. Sin embargo, como pastor es importante tener un conocimiento sólido de la Biblia para poder enseñar fielmente lo que ella enseña. Parte de esta responsabilidad —y uno de los mayores retos hermenéuticos con que se enfrenta todo creyente— es saber cómo interpretar correctamente el Antiguo Testamento a la luz del Nuevo.

El Antiguo Testamento apunta hacia el Mesías por venir y por ende todos sus libros se tratan de Cristo (Lc. 24:27, He. 10:1). Aunque es una realidad que la salvación en ambos lados de la cruz es por la gracia de Dios por medio de Cristo, también se ven manifestadas las diferencias en la forma que Dios se relacionaba con Su pueblo antes y después de Cristo. Podemos mencionar aspectos como la circuncisión, el bautismo, la Pascua, la Cena del Señor, el Día del Señor, y otros más.

Bendiciones y promesas

Uno de los aspectos que trae más confusión es el tema de bendiciones materiales. Podemos encontrar varios textos en el Antiguo Testamento que atan la bendición de Dios con cosas materiales. Por ejemplo, Jeremías 32:41 dice,

Me regocijaré en ellos haciéndoles bien, y ciertamente los plantaré en esta tierra, con todo mi corazón y con toda mi alma.

Hay otros que atan las bendiciones materiales con la obediencia. Deuteronomio 28:1-2 dice,

Y sucederá que si obedeces diligentemente al Señor tu Dios, cuidando de cumplir todos sus mandamientos que yo te mando hoy, el Señor tu Dios te pondrá en alto sobre todas las naciones de la tierra. Y todas estas bendiciones vendrán sobre ti y te alcanzarán, si obedeces al Señor tu Dios.

Entonces podríamos preguntarnos: ¿el tener una relación correcta con Dios puede resultar en recibir bendiciones materiales? Teniendo esto en sus mentes, muchos creyentes hoy usan una hermenéutica limitada y no mirando la historia de redención, se apropian de estas “promesas” para sus vidas.

Persecución y sufrimiento

Puede parecer confuso para un creyente sin entendimiento profundo de la historia de redención el contraste entre pasajes como éstos y el énfasis sobre el sufrimiento de los creyentes en el Nuevo Testamento. Luego de decirle al joven rico que deje todo por seguirlo, Jesús le dice a sus discípulos en Mateo 19:28-30,

En verdad les digo que ustedes que Me han seguido, en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de Su gloria, ustedes se sentarán también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. Y todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos o tierras por Mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna. Pero muchos primeros serán últimos, y los últimos, primeros.

Lo que Jesús le dijo al joven rico debió ser alarmante para los discípulos. Él les estaba diciendo que seguirle iba a ser diferente a lo que esperaban. Ellos esperaban sentarse junto a Jesús en su reino terrenal. Pero Jesús les estaba preparando para el sufrimiento, la persecución, la escasez, y el rechazo. Todas estas serían señales del juicio del Dios en el Antiguo Testamento; lo peor que le podía pasar al pueblo de Dios era el exilio. Pero ahora Dios dice que todos estamos en el exilio esperando la tierra prometida.

El problema reside en la mentalidad de los discípulos, mentalidad que muchos de nosotros compartimos hoy en día. Ellos pensaban que si estaban en una buena relación con Dios, por consiguiente recibirían abundancia material. La razón por la cual ellos pensaban esto se debía a que la Biblia que ellos conocían hasta ese momento estaba llena de promesas que afirmaban que Dios daría abundancia material a Su pueblo. Solo lee Malaquías 3 para verlo.

La respuesta está en el Templo

Entonces, ¿qué cambió? ¿Por qué Jesús enfatizó Su sufrimiento y el sufrimiento de aquellos que le seguían? ¿Por qué Pablo enfatizó tanto las aflicciones de la iglesia? ¿Por qué Pedro escribió una epístola completa acerca de sufrir para la gloria de Dios? Pienso que la respuesta está en el Templo y en la presencia de Dios.

La mayor bendición que Dios le da a Su pueblo es Él mismo; su presencia. Si hacemos un estudio sobre la presencia de Dios, podemos ver que Dios se relaciona por medio de un Templo. El Jardín del Edén era un templo, un lugar donde Dios se relacionaba con el hombre. Luego vemos que el templo es el tabernáculo, que se mueve con el pueblo en una tienda, hasta que se construye el Templo en Jerusalén. En el Nuevo Pacto el templo es la Iglesia: la presencia de Dios está en Su pueblo (Ef. 2).

Esto presenta grandes implicaciones para poder clarificar por qué Dios enfatizaba promesas materiales en el Antiguo Testamento y por qué estas promesas ya no se ven en el Nuevo. Para que la mayor bendición que Dios le otorga a Su pueblo pudiera manifestarse durante el periodo de Israel, Dios necesitaba asegurar un lugar geopolítico para que su presencia se manifestara. La presencia de Dios estaba asociada con un lugar específico y una estructura específica. Para que el pueblo de Israel pudiera disfrutar de Su presencia, era necesario que tuviera abundancia material para que el Templo funcionara. Era necesario que Jerusalén fuera una ciudad próspera y protegida para que Su pueblo pudiera adorarle. Las promesas materiales no se trataban de vivir cómodamente: se trataban de poder disfrutar la presencia de Dios porque sin esa provisión no podía haber templo y sin templo no había presencia de Dios.

Esto contrasta con el Nuevo Testamento puesto que el enfoque de la presencia de Dios no está en un lugar específico o una estructura: la presencia de Dios está en el pueblo de Dios mismo. Ya no necesitaban abundancia para sostener un templo para poder conocer a Dios, por lo cual ya no era una afirmación de la bendición de Dios tener abundancia material. Por eso el autor de Hebreos en el capitulo cuatro nos invita a experimentar el reposo de la presencia de Dios por medio de Su Palabra que es más cortante que toda espada de dos filos (He. 4:12), y que revela todas las cosas ocultas, o sea a Cristo (He. 4:13). Por medio de este Sumo Sacerdote podemos entrar confiadamente a la presencia de Dios (He. 4:16).

El problema de medir nuestra relación con Dios por medio de la abundancia material que poseemos es muchas veces asociado a una escatología sobre-desarrollada. Podemos llegar a pensar que ya estamos en la nueva Jerusalén donde no habrá enfermedad, dolor o lágrimas. Pero muchas veces no vemos que el problema puede ser vinculado a nuestros pensamientos de que todavía estamos en la vieja Jerusalén donde la presencia de Dios estaba atada con el funcionamiento del Templo y por ende era necesario la provisión material. Estamos en un período intermedio donde la presencia de Dios habita en Su pueblo, Su Iglesia (Ef. 2:19-22). Entonces, no importando las circunstancias, el verdadero creyente es bendecido, ya que tiene la mayor bendición: la presencia de Dios.

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