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Esto domingo cuando millones de cristianos celebraban la resurrección de Jesucristo, un barrio –en su mayoría cristiano– fue víctima de un ataque suicida que mató a por lo menos 72 personas e hirió alrededor de 300 más. El ataque suicida tuvo como blanco a cristianos en la ciudad de Lahore, Pakistán, en un parque de un barrio predominante cristiano. Cientos de familias enteras habían acudido al parque a celebrar después de los servicios de resurrección.

Este ataque marca otro capítulo más en la dura realidad que muchos creyentes viven en países donde el cristianismo experimenta persecución por grupos radicales. Celebraciones cristianas son regularmente el blanco de ataque en países como Pakistán, Iraq, y el norte de Nigeria, donde la vida de creyentes cristianos está en constante peligro.

El día después del ataque, el grupo Jamat-ul-Ahrar, un grupo aliado al Estado Islámico, se hizo responsable del ataque. Un vocero del grupo dijo en una conversación telefónica: “Estamos orgullosos de tomar responsabilidad en el ataque suicida del parque en Lahore, los miembros de la comunidad cristiana que estaban en el parque fueron nuestro blanco principal”. Y cuando se les cuestionó de la muerte de mujeres y niños (que fueron según estimaciones un tercio de los afectados) dijo: “No queríamos matar mujeres y niños. Nuestro objetivo eran hombres miembros de la comunidad cristiana”.

Pakistán se encuentra en la posición número seis de “La Lista Mundial de la Persecución”, un listado anual que publica Open Doors de los países donde es más peligroso ser cristiano. El Apóstol Pablo en su carta a los Romanos en el capítulo 12, nos exhorta entre otras cosas a la unidad y al compromiso que tenemos en llevar las cargas los unos con los otros.

En el capítulo siete de Hechos vemos la historia de Esteban, uno de los siete que “hacia grandes prodigios y señales entre el pueblo” (Hch. 6.8). El testimonio de Esteban ante el concilio (formado por mayormente por judíos anti-helenistas) causa rechazo y furia, y deciden apedrearle. Esto provoca la primera gran persecución contra los cristianos de Jerusalén los cuales son, esparcidos por Judea y Samaria, dando así el inicio de un camino lleno de sufrimiento para muchos, pero lleno de propósito en el cumplimiento de la Gran Comisión. Así nos enseña Hechos 8:1: “En aquel día se desató una gran persecución en contra de la iglesia en Jerusalén, y todos fueron esparcidos por las regiones de Judea y Samaria, excepto los apóstoles”.

Esta persecución, que ya había sido anticipada por el mismo Jesucristo, nos debe llevar a constantemente orar y abogar por millones de hermanos que sufren persecución alrededor del mundo.

Nuestro mundo occidental ajeno a este tipo de sufrimientos y persecuciones por la fe nos desensibiliza a la realidad de muchos, y a veces nos hace olvidar que, aunque estamos en este mundo, nuestra esperanza es eterna. Recordemos que el sacrificio y resurrección de Jesucristo nos dan la seguridad que Dios está en control de todo, sin importar las circunstancias. De esta manera podremos repetir y vivir las palabras del Apóstol Pablo en Romanos 14:7-8: “Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo. Pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos. Por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos”.

Crédito de imagen: BBC Mundo.
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