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A menudo, la Biblia nos llama a hacer cosas ordinarias, cosas que nadie ve. Tendemos a pensar que si no estamos haciendo algo extraordinario y visible, no estamos haciendo nada importante para Dios. Tal vez con la influencia de plataformas sociales nos hemos confundidos en cuanto al verdadero significado de la santidad. La verdad es que ningún cristiano es tan santo como lo presenta Facebook. Las redes sociales muestran una vida altamente editada: donde el usuario se convierte en la estrella que anhela admiración. Una vida sin lágrimas ni flaquezas. O con lágrimas controladas y flaquezas maquilladas. En medio de todo esto se nos ha olvidado la belleza de una vida ordinaria. Mi deseo es animarnos a aspirar a una vida invisible, una sin filtros y sin opciones de edición, una vida donde solo Dios tiene la opción de dar “me gusta”.

Considera lo que Pablo le dijo a los Tesalonicenses: “tengan por su ambición el llevar una vida tranquila, y se ocupen en sus propios asuntos y trabajen con sus manos, tal como les hemos mandado” (1 Tes. 4:11).

¿Qué puedes hacer para aspirar a una vida tranquila y ordinaria?

1. Sirve donde estás.

A veces las necesidades significativas de la vida son devaluadas al elevar con inmerecida importancia a aquellas cosas que no son tan significantes. Por ejemplo, creo que la mayoría asumimos que lo que es más público y más visible es inevitablemente más significante. Que es más importante el grupo de adoración que los ujieres, y que los ujieres son más importantes que los que cuidan los vehículos. Ese es un error. Pablo le dijo a los corintios que todos jugamos un papel importante en el cuerpo de Cristo. Cada miembro importa. De hecho, me atrevo a decir que son las partes invisibles de nuestro cuerpo las que importan más. ¿Cuándo fue la última vez que viste palpitar a tu corazón? Nunca lo has visto, y, no obstante, es esencial para nuestra existencia.

2. Vive donde estás.

A menudo minimizamos nuestra vida cuando decimos “Pues, todo lo que hago en mi iglesia es estar ahí”. Bueno, ¡eso es algo muy bueno! Si no estuvieras en tu iglesia domingo a domingo, la persona a tu lado estaría sentada junto a un espacio. Y muchos de nosotros nos sentamos al lado de espacios debido a que otros están de viaje, están enfermos, están desinteresados, están en pecado…están en algún otro lugar. Por tanto, necesitamos más personas que estén comprometidas con estar ahí y vivir en los medios ordinarios de la vida cotidiana. Vive y sé parte de tu iglesia local.

3. Trabaja donde estás.

¿Te has dado cuenta de que mucho de nuestro tiempo en la semana es repetitivo? Nos despierta la misma alarma, nos duchamos en la misma regadera, trabajamos en el mismo trabajo, vamos a las mismas juntas, etc. Entonces, o hacemos una diferencia en la rutina básica de nuestra vida o, de lo contrario terminaremos en una banca esperando a que empiece el drama. La iglesia no necesita más personas que esperen ser la estrella del drama. La iglesia necesita personas que estén dispuestas a trabajar en el lugar en donde están para hacer a Cristo la estrella del drama cósmico de la redención.

4. Ora donde estás.

Es maravilloso considerar cómo nuestras vidas son sustentadas por aquellas personas que oran. ¿Te has preguntado cómo eres capaz de perseverar en días de sufrimiento y dolor en tu vida? Parte de la respuesta es que hay ejércitos de personas que son devotas a orar por aquellos que les rodean. Entonces, ¿tienes una lista oración? ¿Oras por otros con frecuencia? ¿Oras por los ancianos de tu iglesia? Tu oración puede ser la diferencia en tu iglesia local.

Conclusión

¿Estás preparado para ser totalmente invisible para el reino? ¿Estás preparado para vivir tu vida de tal forma que nadie sepa tu nombre para el reino? La mayoría de nosotros no será un pie de página en el libro de la historia de la iglesia. ¡Nadie nos recordará!… excepto Dios. Tengamos cuidado de no atesorar el deseo de querer ver nuestro nombre en una lista donde Dios no es el galardón. No descuidemos la lista que realmente importa. El libro de la vida. El libro de los hombres invisibles que a Dios le importa.

Te animo a recordar el simple hecho de que Dios siempre se ha placido en escoger las cosas débiles del mundo. En la Biblia, Él escogió tartamudos, pastores de ovejas y prostitutas. También ha escogido personas como nosotros e iglesias como las nuestras para la manifestación de Su gloria y sabiduría (Ef. 3:10).

Entonces, seamos aquellos que abrazan lo que Dios ha hecho, aquellos que abrazan la oportunidad de ser testigos del evangelio, aquellos que se unen a Pablo al gloriarnos en nuestra debilidad. Seamos personas ordinarias que sirven a un Dios extraordinario.

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