“Y dije: ‘¡Quién me diera alas como de paloma! Volaría y hallaría reposo”, Salmos 55:6.
¡Oh como las situaciones difíciles que enfrentamos en este mundo llegan a causar grandes temores! El salmo refleja las luchas externas para suplir nuestras necesidad de provisión y protección, las luchas interpersonales con personas contra nosotros (v. 3). Y por si fuera poco, las luchas internas que experimentamos (v. 4-5). Todas estas nos hacen sentir en ciertos momentos, como el salmista, oprimidos.
Nos identificamos con él cuando dice que quisiera “tener alas” y volar lejos para poder experimentar descanso. Es un anhelo por salvación y ante las situaciones de peligro. Es una de las maneras, dicen los expertos, de enfrentarnos a ellas. Otras incluyen el tratar de aplacar o aún confrontar las situaciones y fuentes del peligro. Sin embargo, aún en un momento heroico de valentía, el enfrentar nuestros miedos y peligros no significa necesariamente que el resultado final sea el salir victorioso de ellos.
Es en esos momentos que este sentimiento de opresión nos hace sentir como si las paredes de la habitación fueran presionándonos peligrosamente. Nos sentimos en un lugar apretado, ajustado y angosto; precisamente de dónde viene la palabra “angustia”.
Por eso el salmista dice en otro salmo, “En medio de mi angustia invoqué al SEÑOR; El SEÑOR me respondió y me puso en un lugar espacioso” (Sal. 118:5).
Es solo la intervención externa y divina que nos puede salvar. Es solo al reconocer que la solución se encuentra fuera de nosotros y que el problema debe ser tan grande para que Dios mismo haya tenido que intervenir. Y es solo al ver nuestra necesidad de salvación que nos lleva a reconocer y valorar el hecho de que el amor de Dios debe ser tan grande para que El personalmente viniera.
Solo esa obra de Dios en favor de los Suyos y gracias al sacrificio expiatorio de Su Hijo nos “saca a un lugar espacioso” y nos da “alas” para encontrar la paz, seguridad y descanso “en El”.
Piensa en esto y encuentra tu descanso en El.
