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2 Reyes 21 – 23.30   y   Apocalipsis 11 – 12

El escriba Safán informó también al rey: “El sacerdote Hilcías me ha dado un libro.” Y Safán lo leyó en la presencia del rey. Cuando el rey oyó las palabras del Libro de la Ley, rasgó sus vestidos.

(2 Reyes 22:10-11)

Italia, marzo de 1972. Científicos y empresarios de los países industrializados lanzan un comunicado al mundo titulado “Grupo de Roma”. El documento intenta predecir el futuro, resumiéndolo de la siguiente manera:

“Año 2030: Los alimentos comienzan a escasear y ya casi no alcanzan para abastecer a los catorce mil millones de personas que habitan el planeta. Se han utilizado todos los métodos posibles para intensificar la producción agrícola, pero el rendimiento de los suelos sigue decreciendo; la fertilidad de la tierra que sólo disminuyó en un 5% entre 1970 y el 2000, desciende en un 12% por año, y lo peor es que ya no quedan zonas nuevas por cultivar. Los bosques han sido arrasados. Las reservas de minerales y otros recursos se agotarán  durante los próximos 10 años, sus costos de explotación se elevan y debe utilizarse cada vez más capital para obtenerlos. La inversión no puede mantenerse y la base industrial se viene abajo, llevándose consigo los sistemas agrícolas y de servicios. Miles de millones de personas mueren de hambre. Para el 2050, el mundo habrá colapsado”.

Lo dramático de la advertencia llevó al mundo entero a eternos debates y una inmensidad de expertos escribió informes y contra-informes. Pero no todo quedó en el terreno de las palabras y en un sentimiento de miedo y angustia. Los seres humanos de ese tiempo pensaron en el futuro y en la supervivencia de la raza humana y las luces de advertencia no fueron desoídas, por lo que grandes cambios se produjeron. Aquí algunos de ellos:

En 1973 la OPEP restringió la producción de petróleo en 25%. Esto trajo consigo que las naciones industrializadas buscaran mejorar la eficiencia en el consumo de combustibles, así como en tecnologías alternativas. La energía eléctrica en Francia era un 70% energía nuclear para finales de los 70s. Estados Unidos, Holanda, Noruega y el reino Unido emplearon gas natural masivamente. Alemania empezó a usar desechos vegetales y agrícolas como fuente de energía para la calefacción de ciudades. Entre 1970 y 1990 la productividad agrícola creció en 126%

Es cierto que a nadie le gustan las advertencias, pero siempre del prestarles cuidadosa atención depende nuestra propia vida y seguridad. Desoír una advertencia es una necedad que se puede pagar muy caro, no sólo de manera personal sino que podemos dañar a propios y extraños con nuestra imprudencia. Ahora que vivimos los tiempos de “Las cosas son como tú quieres que sean”, estamos más propensos a pensar que la luz roja es sólo para algunos, que la señal de curva peligrosa es sólo para los que no tienen ‘mi’ pericia al volante, que las drogas o el tabaco le causan daño físico y adicción sólo a los débiles (entre los que no nos encontramos) y finalmente que nuestra ‘buena estrella’ nos permite amar el peligro e ignorar las advertencias. Cuidado: Ignorar las advertencias puede ser peligroso para la salud.

Judá había cambiado de rumbo y olvidado las advertencias luego de la partida del bondadoso Ezequías. Sus descendientes no tuvieron su misma prudencia. Su hijo Manasés reinó durante 52 años, llevando al reino a romper todas las reglas y quebrantar todas las advertencias:

Porque reedificó los lugares altos que su padre Ezequías había destruido; levantó también altares a Baal e hizo una Asera, como había hecho Acab, rey de Israel, y adoró a todo el ejército de los cielos y los sirvió. Edificó además altares en la casa del Señor, de la cual el Señor había dicho: “En Jerusalén pondré Mi nombre.” Edificó altares a todo el ejército de los cielos en los dos atrios de la casa del Señor. Hizo pasar por fuego a su hijo, practicó la hechicería, usó la adivinación y trató con adivinos y espiritistas. Hizo mucho mal ante los ojos del Señor, provocándolo a ira.” (2 Re. 21:3-6).

El hijo de Manases, Amón, fue asesinado al poco tiempo de asumir el reinado pero el pueblo se fue contra los asesinos y colocaron en el trono a su hijo Josías, de tan sólo ocho años de edad. Era evidente que el tiempo no había pasado en vano y los sanos consejos de Dios ya estaban completamente olvidados.

Josías quiso restaurar el culto al Dios de Israel, pero sólo eran ceremonias y ritos tradicionales que habían perdido el sello de la voluntad de Dios. El rey había mandado hacer unos arreglos al templo y los sorprendidos sacerdotes a cargo de la obra se encontraron “un libro” del que no tenían noticias ni recuerdos. Al igual que los científicos reunidos en Roma en 1972 y las advertencias de sus análisis científicos, Josías por el año 630 a.C. leyó y le prestó atención a la Palabra de Dios. Por eso el Señor reconoció que Josías hizo tres cosas importantes con las advertencias de las Escrituras: “…En cuanto a las palabras que has oído, porque se enterneció tu corazón y te humillaste delante del Señor…” (2 Re. 22:18b-19a). Una advertencia tiene la peculiaridad de llamar poderosamente nuestra atención. Si no logra tal propósito, no sirve como tal. Alguna vez tuve un accidente de transito producto de que el letrero “PARE” estaba escondido debajo de un frondoso árbol y además estaba hecho con la tapa de una caja de cartón escrita con letras negras… ¡sobresaliente advertencia!

El Señor nos llama la atención con sus palabras porque son trascendentes e importantes para nuestra supervivencia en este pequeño planeta azul. Obviarlas o ignorarlas es completamente peligroso. Lo triste es que la Biblia es el libro más impreso de la humanidad, está en casi todos los hogares, hoteles, iglesias y en infinidad de traducciones y comentarios… pero también sabemos que es el libro menos leído, el más olvidado y con el que se tiene mayor cantidad de prejuicios… ¿la has leído últimamente?

En segundo lugar, las advertencias de Dios buscan cautivar nuestro corazón a través de su cuidadosa y amorosa corrección para con nuestras vidas. Las palabras del Señor conmueven el corazón, son como el tierno consejo de una madre, como las palabras del profesor ilustre y respetable que nos emocionan y nos hacen amar con devoción la profesión y soñar ser como él. Si leyéramos sus palabras, veríamos que no hay amor más grande que el de Dios a sus criaturas. Y por eso nos habla con cuidado y por eso nos advierte acerca de la vida y cómo Él espera que la vivamos.

El tercer punto:  las advertencias del Señor nos hacen reconocer nuestra propia finitud y debilidad. No hay nada de malo que en la carretera aparezca una señal que diga “CUIDADO: CURVA PELIGROSA”. Ese letrero no tiene la intención de fastidiarme la vida y coactar mi libertad. Por eso, no hay nada de malo en prestarle atención, por más diestro que sea al volante y por más potente y seguro que sea mi auto. El sincero acatamiento es un factor importante para que la advertencia cumpla su propósito de preservación de nuestras propias vidas. No soy menos libre al acatar una advertencia. Por el contrario, seré más libre porque mi libertad dependerá de hacer caso a aquello que se me advierte.

Lo más hermoso de todo esto es que el Señor que advierte es el Dios que está presente. Si nosotros oímos, nos conmovemos y nos humillamos ante el entendimiento de su paternal y urgente  llamado, entonces Él nos puede decir lo mismo que le prometió a Josías: “…ciertamente te he oído...” (2 Re. 22:19c). La advertencia siempre mueve nuestros sentidos y nos advierte del peligro. Y ante esto, es humano sentir temor y hasta angustia. Allí es donde el Señor nos dice: “No te preocupes, yo estoy contigo, sé lo que sientes, conozco el peligro y por eso te hice la advertencia. Pero no estás solo… yo te ayudo”.

Josías sólo vivió hasta los 39 años, murió peleando contra los enemigos de Judá. Podría sonar contradictorio con todo lo que hemos dicho hasta aquí, pero no lo es. ¿Saben por qué?  Porque…“ … antes de él no hubo rey como él que se volviera al Señor con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, conforme a toda la ley de Moisés, ni otro como él se levantó después de él” (2 Re. 23:25). Josías le fue fiel al Señor hasta las últimas consecuencias porque había descubierto lo que Juan testificó en el Apocalipsis unos 500 años después:

El séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo, que decían: ‘El reino del mundo ha venido a ser el reino de nuestro Señor y de Su Cristo. El reinará por los siglos de los siglos.’ Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos, se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios, diciendo: ‘Te damos gracias, oh Señor Dios Todopoderoso, el que eres y el que eras  porque has tomado Tu gran poder y has comenzado a reinar’ ” (Ap. 11:15-17).

¿Sabes cuál es la mayor advertencia para nosotros de parte de Dios? Su mayor advertencia es que todo lo que vemos, todo lo que creemos que permanece, todo lo que ahora brilla, todo lo que ahora es considerado fantástico y popular, todo lo que piensan las mayorías, todos los poderes del mundo, todo lo que hay a nuestro alrededor, todo eso, tarde o temprano desaparecerá. Pero como bien lo dijo Jesús en pocas palabras y como un gran signo de advertencia escrito en neón fosforescente, “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mt. 24:35). ¡No descuides esta advertencia!

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