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Conozco a un buen número de ustedes que están leyendo la página web de Coalición por el Evangelio. Algunos de ustedes me lo han dicho, y algunos otros han comentado con frecuencia en varias publicaciones. Me alegro. Nosotros los creyentes hemos sido llamados a trabajar juntos por el bien del evangelio de Jesucristo. The Gospel Coalition y la Coalición por Evangelio es dirigida por un grupo de pastores que tienen como objetivo animar a la iglesia en ese llamado. Un buen número de mis amigos egalitarios, motivados por ese mismo llamado, me han presentado preguntas como esta: “¿Por qué no simplemente dejar de lado esta cosa complementarianista para que todos podamos seguir adelante juntos con la obra del evangelio? Esta división entre nosotros está estorbando”.

Muchas veces he deseado en verdad que este problema “se quitara del camino” para que todos pusiéramos “manos a la obra”. A veces he pensado que podríamos llegar a convivir en paz con simplemente no tratar el tema, centrándonos en lo esencial. Parece que somos capaces de hacer esto mejor con las diferencias en el bautismo y escatología. Un buen ministerio sucede en todo tipo de contextos. La unidad y la armonía son buenas. Entre otras buenas razones.

Puede ser útil ofrecer algunas reflexiones sobre por qué no es posible “dejar de lado esta cosa complementarianista” o simplemente hay que dejarlo fuera de la conversación. En una reciente reunión del Consejo de The Gospel Coalition, un grupo de pastores discutió esta misma cuestión. Mis pensamientos pueden solaparse con las de ellos en algunos puntos. Agregar mi respuesta a estas preguntas casi exasperadas que estoy escuchando puede que sea tomar un buen riesgo y tal vez hasta sea parte del punto. El objetivo aquí es, entonces, no discutir el tema en sí, sino más bien decir por qué no podemos dejar de discutir el tema (y la forma en la que el argumento debe sonar).

Profundamente personal

Este problema es profundamente personal, como todos sabemos. No estamos hablando de interrogantes teológicas teóricas. Las preguntas relacionadas con nuestra condición femenina o masculina tocan nuestras identidades más íntimas y fundamentales. Tiene sentido que emerjan de inmediato en Génesis; son primarias. Cuestiones relacionadas con nuestra naturaleza de género tratan acerca de quiénes somos los seres humanos en el nivel más básico; y es la razón por la cual no van a desaparecer. Las llevamos con nosotros todo el tiempo.

Mientras estaba sentada en la reunión del Consejo de The Gospel Coalition y escuchaba el panel sobre la complementariedad entre el hombre y la mujer, fui intensamente consciente de que lo que esos hombres estaban discutiendo ha dado forma a mi vida de la manera más personal: mi matrimonio, mi vida en la iglesia, mi ministerio. Si no estuviera comprometida con la verdad bíblica de lo que estaban discutiendo, podría haber sido difícil para mi escuchar esa discusión. Si a lo largo de mi vida no hubiera sido colocada cerca de muchos hombres que saben cómo liderar con amor, desinteresadamente y alentadoramente, tanto en el hogar como en la iglesia, podría haber sido algo incluso difícil de escuchar. Estoy casada con un hombre que constantemente valora y fomenta activamente mis dones. Por la gracia de Dios, he experimentado y he sido testigo de algunas de las alegres intenciones que tiene Dios a través del orden de creación afirmado por los complementarianistas. Si esto no fuera cierto, sería más difícil para mí escuchar las enseñanzas bíblicas de liderazgo y la sumisión en el matrimonio, por ejemplo. Las enseñanzas todavía estarían allí esperando ser escuchadas, para el propósito de la gloria de Cristo y para el bienestar de su pueblo, pero que demandarían aún más de mí; más confianza en Dios y en su Palabra, por su Espíritu. Claramente, estas enseñanzas piden mucho de los hombres, pero también de las mujeres. Estas enseñanzas no son acerca de un credo que firmamos y después olvidamos sobre la mesa; van con nosotros a todas partes, informando nuestra identidad a diario.

Es fascinante observar las formas en que las cuestiones de género y sexualidad dominan la interacción cultural en muchos niveles. Las industrias de entretenimiento y publicidad dependen de la fuerza magnética de atracción sexual con el fin de tener éxito. El tema de la homosexualidad trae a la mente no solo un problema de unas cuantas personas, sino a un grupo de apasionados contendientes públicos de derechos, y un sinnúmero de historias de lucha personal. La realidad económica y la política global del aborto tratado como un “asunto de mujeres” es como una herida abierta en el panorama cultural. El matrimonio ofrece no solo el punto de partida para que cada vez haya más relaciones rotas, sino también es el combustible para que haya un debate constante y creciente. El hecho fundamental de que Dios nos creó a los seres humanos a su imagen como hombre y mujer debe ser de total importancia. No es de extrañarse entonces que los autores del Nuevo Testamento siguieron tratando este hecho. El punto de partida de la creación ofrece tanto la alegría más profunda en reflejar a nuestro Creador como también el potencial más profundo de la rebelión contra nuestro Creador. Estas cuestiones y todas sus ramificaciones no van a desaparecer, porque se incorporan de manera profunda y personal en nosotros como portadores de la imagen de Dios.

Extremadamente práctico

Este problema prácticamente no descansa. En el área del ministerio de la iglesia, por ejemplo, los rostros masculinos y femeninos que vemos y oímos en reuniones de adoración están diciéndonos constantemente algo acerca de lo que es la iglesia y la forma en que estamos destinados a vivir juntos. En contextos complementarianistas, es notable y significativo que solo los hombres se paran en el púlpito como predicadores ordenados. En tales contextos, por supuesto, también es significativo observar el número de rostros y voces de mujeres incluidas o no en el trabajo de cada semana y en el servicio de la iglesia. Para la mayoría de los egalitarianistas, sin embargo, ningún número de roles complementaristas de mujeres puede compensar el desequilibrio en el púlpito. Ir a una conferencia a la que asisten hombres y mujeres y donde solo hombres predican ofrecería en muchos casos no una bendición sino sería percibido como una ofensa injustificada y que hace daño hacia un patriarcado.

Muchos, incluida yo misma, a menudo hablan de que quieren que complementarianistas y egalitarianistas (…las etiquetas son tan laboriosas e inadecuadas…) se llevaran mejor como hermanos y hermanas en Cristo, que aprendieran a amarse y oraran unos por otros, para servir y enseñar a los demás con respeto y humildad. Estos son objetivos buenos y piadosos. Al nivel del corazón, y mientras hablamos entre nosotros, debemos mantener y seguir estos objetivos. Hay avances que deben hacerse —como el progreso que se ha hecho durante siglos en afirmar mejor la verdad de que hombre y mujer son creados por igual y plenamente a imagen de Dios— cada uno valorado, dotado y amado por Dios y que deben tratarse los unos a otros de esa misma manera.

La realidad es que es difícil poner en práctica estos buenos objetivos. El mundo de la edición es un lugar que constituye territorio en común y fértil en el ministerio, esto mientras podamos resolver conflictos de género con las verdades bíblicas y con respeto los unos hacia los otros. Un ministerio y servicios compartidos hacen la cooperación no imposible, pero sin duda más difícil. La perspectiva de llevar a cabo los servicios de adoración juntos, por ejemplo, es un problema no solo porque podríamos regularmente ofendernos entre sí en relación con este tema tan personal. ¿No es cierto que, para el culto común entre complementarianistas y egalitarianistas, la conciencia de alguien debe ser violada? ¿Podría una sociedad egalitarianista a conciencia “dejar de lado” la cuestión de género y sentirse felices bajo la predicación de solo pastores masculinos? A menudo, en mi experiencia, cuando tales grupos se reúnen para el culto regular, son los complementarianistas quienes, con el fin de participar plenamente, deben tolerar prácticas que ellos consideran como antibíblicas. El grupo que ha eliminado distinciones llamará con mayor facilidad a una unidad que no se inhibe. El grupo que afirma como distinciones bíblicas apreciará la vida próspera cultivada por esas distinciones y no estará dispuesto a renunciar a ellas. Los complementarianistas serán quienes abracen obstáculos obsoletos hacia el progreso, mientras celebran creyendo que están siendo bendecidos por verdades antiguas que pueden ser desechadas solo al margen de la iglesia.

En última instancia, bíblico

Al final, este es un tema bíblico. Hay quienes, por supuesto, no toman en cuenta fidedignamente lo que la Biblia dice en el debate en curso. Pero para aquellos que sí, es doloroso estar en desacuerdo sobre un tema que lleva ramificaciones tan personales, cuando tantas voces están afirmando amor por el Señor y por su Palabra inspirada, así como también tienen el deseo de ver que la Palabra sea proclamada con fidelidad a los confines de la tierra. Ni complementarianistas ni egalitarianistas están viviendo su teología sin pecado; no hay utopía en la Tierra que ofrezca la prueba final. Tampoco existe ningún ejemplo de perversión pecaminosa de una verdad bíblica que descontaría la verdad real. (El desgarrador y terrible hecho de que algunos padres abusan de sus hijos pecaminosamente no niega la verdad de que los niños deben obedecer a sus padres). Ciertamente todos tenemos que aspirar a señalar con el dedo menos y a orar con más humildad tanto para discernir como para poner en práctica el llamado de Cristo a reflejarlo a Él en nuestro matrimonio y nuestras iglesias. Si nosotros creemos que en verdad la Palabra de Dios es la luz infalible a nuestros caminos, no podemos hacer nada más que seguir escuchándole a él y seguir estudiando su Palabra con energía, pidiendo a Dios por medio de su Espíritu que nos guíe en su verdad. Podemos al mismo tiempo, sin ser avergonzados y llenos de gracia, enseñar y obedecer lo que entendemos en la Palabra para decirlo con claridad, siendo extremadamente cuidadosos con lo que su Palabra no dice.

Los complementarianistas encuentran que la Escritura habla con claridad y de manera cohesiva de principio a fin sobre el tema del ser humano como hombre y como mujer creados por igual a imagen de Dios y con distintas funciones relacionadas en el matrimonio y en la iglesia. La importancia de la enseñanza de esta parte de la Escritura, incluso más importante que las modas de bautismo o puntos de vista escatológicos, hacen de este un tema bíblico que amerita e incluso hasta requiere de atención y discusión, especialmente a la luz de desafíos contemporáneos contra entendimientos antiguos. La cuestión fundamental y crucial para todos nosotros en estos asuntos debe ser escuchar y obedecer la Palabra de Dios.

Así que les diría a mis amigos egalitarianistas, “¡Sí, tenemos que seguir adelante con esto!”. Todos nosotros aun somos creyentes imperfectos que tienen que dejar de lado “todo peso del pecado que nos asedia”, como dice la Escritura, con el fin de correr la carrera que tenemos por delante con resistencia hasta llegar al final glorioso. Por último, a pesar de que este problema no va a desaparecer, debemos seguir adelante, por el Espíritu y de acuerdo a la Palabra. Hay mucho trabajo que hacer por el evangelio.


Nota del traductor: Si no conoces los términos de complementarianismo, egalitarianismo, y posibles diferencias en bautismo, te recomendamos estos artículos:

¿Qué es eso de complementarianismo?

Argumentando en contra del egalitarianismo

Una defensa del bautismo del creyente

Una defensa del bautismo presbiteriano

Imagen tomada de Lightstock
Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Gabriela Fischer.
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