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Nota del editor: 

Este es el séptimo artículo en una serie de 12 súplicas a los predicadores de la prosperidad. Los artículos fueron publicados originalmente en el libro de John Piper, ¡Alégrense las naciones!. Lee el anterior aquí.

¿Qué hace que los cristianos sean la sal de la tierra y la luz del mundo? No son las riquezas. El deseo de tener riquezas y la búsqueda de riquezas sabe y luce exactamente como el mundo. El deseo de ser rico nos hace como el mundo, no diferentes. En el mismo punto dónde debemos tenerun sabor diferente, tenemos la misma blanda avaricia que el mundo tiene. En este caso, no ofrecemos al mundo nada diferente de lo que ya cree.

La gran tragedia de la predicación de la prosperidad es que una persona no tiene que estar viva espiritualmente para abrazarla; solo necesita ser codiciosa. Conseguir riquezas en el nombre de Cristo no es la sal de la tierra ni la luz del mundo. En esto, el mundo solo ve un reflejo de sí mismo. Y si son “convertidos” a eso, no han sido verdaderamente convertidos  sino que solo han puesto un nuevo nombre a una vida vieja.

El contexto de las enseñanzas de Jesucristo sobre este tema nos demuestra lo que son la sal y luz. Son la disposición gozosa de sufrir para Cristo. Eso es lo que Cristo dijo,

“Bienaventurados serán cuando los insulten y persigan, y digan todo género de mal contra ustedes falsamente, por causa de Mí. Regocíjense y alégrense, porque la recompensa de ustedes en los cielos es grande, porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que ustedes. Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya no sirve para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. Ustedes son la luz del mundo”  (Mt. 5:11-14).

Lo que hará que el mundo tenga el sabor de la sal y el brillo de la luz de Cristo en nosotros no es que amemos las riquezas de la misma forma que ellos. Mas bien, será la disposición y habilidad de los cristianos de amar a otros en medio del sufrimiento, a la vez gozándose porque su recompensa está en el cielo con Cristo. “Regocíjense y alégrense (en medio de la dificultad)… Ustedes son la sal de la tierra”. La sal es el sabor del gozo en la dificultad. Esta es la vida inusual con la que el mundo puede saborear a algo diferente.

Tal vida es inexplicable en términos humanos. Es sobrenatural. Pero atraer a la gente con promesas de prosperidad es solamente natural. No es el mensaje de Cristo. No es por lo que Él murió para cumplir.


Publicado originalmente en Desiring God.
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