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Nota del editor: 

Este es el onceavo artículo en una serie de 12 súplicas a los predicadores de la prosperidad. Los artículos fueron publicados originalmente en el libro de John Piper, ¡Alégrense las naciones!. Lee el anterior aquí.

El Apóstol Pablo establece un ejemplo de cuan vigilante era él para no dar la impresión de que estaba en el ministerio por los fines de lucro. Él dijo que los ministros de la Palabra tenían el derecho de vivir de su ministerio. Pero entonces, para mostrarnos cuan peligroso era esto, se rehusó a ejercer este derecho completamente.

“Pues en la Ley de Moisés está escrito: “No pondrás bozal al buey cuando trilla.” ¿Acaso le preocupan a Dios los bueyes? ¿O lo dice especialmente por nosotros? Sí, se escribió por nosotros, porque el que ara debe arar con esperanza, y el que trilla debe trillar con la esperanza de recibir de la cosecha.Si en ustedes sembramos lo espiritual, ¿será demasiado que de ustedes cosechemos lo material? Si otros tienen este derecho sobre ustedes, ¿no lo tenemos aún más nosotros? Sin embargo, no hemos usado este derecho, sino que sufrimos todo para no causar estorbo al evangelio de Cristo” (1 Co. 9:9-12).

En otras palabras, él renunció su derecho legítimo de no dar a nadie la impresión de que el dinero era la motivación del ministerio. Él no deseaba el dinero de sus convertidos: “Porque como saben, nunca fuimos a ustedes con palabras lisonjeras, ni con pretexto para sacar provecho. Dios es testigo” (1 Ts. 2:5).

Él prefirió trabajar con sus manos antes que dar la impresión de que estaba traficando el evangelio: “Ni la plata, ni el oro, ni la ropa de nadie he codiciado. Ustedes saben que estas manos me sirvieron para mis propias necesidades y las de los que estaban conmigo. En todo les mostré que así, trabajando, deben ayudar a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: ‘Más bienaventurado es dar que recibir” (Hch. 20:33-35).

Él sabía que habían traficantes de la Palabra de Dios que querían “tomar la piedad como fuente de ganancia” (1 Ti. 6:5-6). Pero él se rehusó a hacer cualquier cosa que le catalogará en esa posición: “Pues no somos como muchos, que comercian (corrompen) la palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, hablamos en Cristo delante de Dios” (2 Co. 2:17).

Demasiados predicadores de la prosperidad no solo dan la impresión de que ellos “trafican con la palabra de Dios” y “toman la piedad como fuente de ganancia” sino que realmente desarrollan una falsa teología para justificar sus despliegues ostentosos de riquezas. Pablo hizo exactamente lo contrario.


Publicado originalmente en Desiring God.
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