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La conversación es siempre triste, siempre trágica. El pastor que deja su iglesia después de un lío amoroso con otro miembro de la iglesia. El pastor de jóvenes que ha quedado fuera de su ministerio desde que tuvo un breve encuentro sexual con su asistente.

He hablado con muchos de estos hombres y mujeres. Y cada vez me acuerdo de lo mucho que tengo que amar a Dios con todo mi corazón y estar totalmente dedicado a mi esposa.

Aunque las conversaciones son tristes y trágicas, yo aprendo de ellas. Y después de decenas, quizá cientos de estas conversaciones, puedo ver ciertos patrones. Estos patrones se convierten en señales de advertencia para cualquiera de nosotros, no sea que seamos tan ingenuos para pensar que no tenemos vulnerabilidades.

Debido a que las conversaciones fueron informales, no puedo decir con certeza cuáles de las siguientes señales son las más comunes. Así que las proporciono sin ningún orden en particular.

  1. “Descuidé mi familia”. El trabajo de iglesia puede convertirse en una amante engañosa (me cuesta encontrar el equivalente masculino de la palabra). Llegamos a ser tan consumidos con nuestro ministerio que descuidamos nuestras familias. Pero 1 Timoteo 3:5 claramente dice que nuestras familias son la primera prioridad de nuestro ministerio.
  2. “No tenía ningún sistema de rendición de cuentas”. Desafortunadamente, la mayoría de las iglesias no tienen una clara guianza para la rendición de cuentas. Eso no nos excusa de buscar tener ciertos mecanismos, aun sean autoimpuestos, y de que nuestros cónyuges sepan de ellas también.
  3. “Comenzó en consejeria”. A veces la palabra “transferencia” se utiliza para describir lo que puede suceder en la consejeria. El consejero o aconsejado llega a ser el objeto de atracción en lugar del cónyuge. Una o ambas de las personas ven a la otra como alguien que su esposo(a) debería ser.
  4. “Mi compañero de trabajo y yo comenzamos a confiar uno en el otro a un nivel profundo”. Las conversaciones entre dos personas que trabajan juntas se convierten en las que deben estar restringidas a la relación marital. En este punto, una aventura emocional ya ha comenzado. La intimidad física generalmente no está muy lejos.
  5. “Comencé a descuidar mi tiempo en la oración y la lectura diaria de la Biblia”. No quiero hacer una declaración general, pero nunca he conocido a una persona que estaba orando y leyendo su Biblia que se envolvió en un lío amoroso. La oración y el tiempo en la Palabra crean intimidad con Dios que se opone a la intimidad inapropiada con alguien del sexo opuesto.
  6. “Él o ella me hizo sentir muy bien”. En el matrimonio, ninguna de las partes cree que el cónyuge es perfecto. El peligro se ve cuando uno se convierte en un héroe para alguien del sexo opuesto. Las buenas sensaciones que vienen con elogios o incluso adulación pueden convertirse en atracciones sexuales y trampas que terminan en un lío amoroso.
  7. “Comenzó en un viaje juntos”. Cuando un hombre y una mujer viajan al mismo destino para un evento de trabajo, una conferencia o una convención, deben establecerse salvaguardas desde el inicio. Un sistema de rendición de cuentas, ya sea formal o informal, puede descomponerse cuando un hombre y una mujer están fuera de la ciudad juntos. Llámame anticuado, pero nunca viajaría en el carro a solas con una mujer que no sea mi esposa (incluso a mi edad avanzada).

La conversación es siempre triste, siempre trágica. ¿Y sabes cuál es la frase más común que he escuchado en todas estas conversaciones?

“Nunca pensé que esto me iba a pasar”. Verdaderamente aleccionador.


Publicado originalmente para el blog de Thom S. Rainer. Traducido por Susana Moran.
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