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Inevitablemente, tan pronto como los niños llegan a nuestras vidas, el juego de la comparación comienza. ‪En los primeros días, las discusiones con respecto a dormir, comer, y hábitos de pañales consumen nuestras conversaciones. Poco después, pasamos a comparar y contrastar el brillo de las habilidades lingüísticas de nuestros hijos, su destreza al caminar, o habilidades artísticas.

Estas conversaciones pueden pasar lentamente de simples observaciones a competencias divisivas. Tenemos la tendencia a competir no solo en lo que nuestros niños pueden hacer, sino también en lo que podemos ofrecer. Buscamos ofrecer el mejor cuarto de niños, los mejores cochecitos, las mejores fiestas de cumpleaños, tenerlos en las mejores actividades deportivas, y las mejores oportunidades educativas, con la esperanza de conseguir todo lo necesario para el éxito y la felicidad en la vida.

Cuando corremos una contra la otra, la rueda de hámster de la maternidad gira más rápido y más rápido, lo que nos deja desgastadas y cansadas en nuestras búsquedas.

¿Cómo podemos cambiar del desaliento al estímulo en nuestras interacciones con otras madres? ¿Cuáles son algunas maneras en las que podemos edificar a otras madres en nuestras vidas, en vez de tratar de salir adelante en la carrera? Aquí hay siete maneras de combatir la competencia en la maternidad:

1. Considerar en vez de comparar

Podría parecer que la mejor manera de evitar la competencia con otras sería simplemente evitar este tipo de discusiones. Sin embargo, la realidad es que nos necesitamos unas a otras. La maternidad nos hace sentir solas, y todas nos sentimos inseguras sobre qué debemos hacer. Hebreos 10:24-25 instruye, “Consideremos cómo estimularnos unos a otros al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca”. En lugar de mirar por encima de la valla en la vida de otra y asumir que son nuestra competencia, tenemos la oportunidad de mirar en sus vidas y considerar cómo animarnos las unas a las otras a lo largo de las exigencias diarias de la maternidad.

2. Sé agradecida

La competencia en la maternidad es siempre un ejercicio sin fruto. La realidad para cada una de nosotras es que estamos en un viaje de maternidad que es único. Ya sea que estés criando hembras o varones, niños o adolescentes, tus hijos son únicos y las circunstancias a las que te enfrentas son solamente tuyas. Puedes estar corriendo tu carrera en un terreno muy diferente al de otra madre. ¿Esperarías que alguien en una bicicleta compitiera con alguien en un automóvil? En lugar de pasar nuestros días comparando y contrarrestando las dificultades o ventajas a las que nos enfrentamos, podemos buscar ser mujeres que dan gracias al Señor en todas las circunstancias. 1 Tesalonicenses 5:16-18 nos anima: “Estén siempre gozosos. Oren sin cesar. Den gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús”. Ser una madre agradecida es una poderosa manera de ser paz para los demás.

3. Permanece en la Palabra

En la víspera de su muerte, Jesús le dijo a sus discípulos: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer” (Juan 15:5). No damos frutos por llevarle la delantera a las demás; damos frutos al permanecer en Jesús. Las tendencias de la maternidad suben y bajan, pero la palabra de Dios proporciona una base segura sobre la cual construir nuestros hogares.

4. Sirve con humildad

Incluso en los tiempos bíblicos, las madres estaban preocupadas por el éxito de sus hijos. La madre de Juan y Santiago se acercó a Jesús, pidiendo, “Ordena que en Tu reino estos dos hijos míos se sienten uno a Tu derecha y el otro a Tu izquierda” (Mateo 20:21). Mientras que los otros discípulos se escandalizaban de su petición, es sorprendente que Jesús no la reprendió por su deseo, sino que la instruyó: “el que quiera ser grande entre ustedes, será su servidor” (26). Siguiendo el camino de Cristo y servir humildemente a los demás es el camino a la grandeza en la maternidad. La forma en la que funciona el evangelio es que mientras nos rendimos, dándole preferencia a los demás, encontramos vida.

5. Amémonos las unas a las otras

Es fácil mirar los diferentes talentos y habilidades de nuestras amigas y sentirnos desanimadas, preguntándonos en silencio a nosotras mismas si tenemos algo especial que compartir. En lugar de sentirnos amenazadas por los dones de los demás, podemos aprender a disfrutar de ellos si tenemos en cuenta que, en Cristo, todos somos parte de un mismo cuerpo. Cada miembro es importante y cada parte es vital. 1 Corintios 12:25-26 nos enseña: “a fin de que en el cuerpo no haya división, sino que los miembros tengan el mismo cuidado unos por otros. Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él”. No estamos en competencia unas con otras: estamos juntas en el camino.

6. Confiesa y ora

Algunos días, nos encontramos en medio de desordenadas batallas de la maternidad. En lugar de cavar más profundo nuestros talones, podemos salir de nuestro escondite y confesar nuestras luchas. Santiago 5:16 nos recuerda: “Por tanto, confiésense sus pecados unos a otros, y oren unos por otros para que sean sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho”. Cuando nos encontramos en medio de las guerras de la maternidad, la solución más simple es confesar y orar. Nos acercamos al trono de la gracia y la misericordia nos encuentra en nuestras luchas.

7. Recuerda tu propósito

A veces, en la maternidad perdemos el bosque por los árboles. Nuestro objetivo como madres no es levantar el niño más deportista, académico, artístico, o increíble que el mundo haya visto. Nuestra esperanza es educar a hijos que glorifican a Dios en todo lo que hacen. Como madres, tenemos la oportunidad de vivir en la luz de Colosenses 3:17, “Y todo lo que hagan, de palabra o de hecho, háganlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de El a Dios el Padre”. Buscar la gloria de Dios, en vez de la nuestra trae paz a nuestro corazón y emite un alto al fuego en nuestra competencia unas con otras. No tenemos que ganar en la maternidad, porque Él ya ha ganado una recompensa eterna por nosotras. Tenemos la oportunidad de descansar seguras y disfrutar del viaje.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.
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