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Luego de semanas de protestas, la violencia se desató entre la policía federal mexicana y un grupo de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) este domingo pasado en la población de Nochixtlán, en el estado sureño de Oaxaca, México.

Al recibir informes sobre el bloqueo de dos carreteras, el cuerpo policiaco respondió en un enfrentamiento cuyo saldo al momento ha sido un total de 8 muertos, 108 heridos (55 policías y 53 civiles) y 21 detenidos, según los reportes del gobierno de Oaxaca. Además, la sección 22 del CNTE reportó que aún hay 22 desaparecidos.

La Reforma Educativa propuesta por el gobierno federal mexicano ha causado grandes molestias para muchos docentes a lo largo de México. Los eventos en Nochixtlán son un ejemplo más de la serie de conflictos entre el gobierno y la CNTE que se han desarrollado por muchos años. A esto se suma el negro historial del gobierno mexicano, manchado con las víctimas de otros hechos similares a éste (como el de Tlatelolco en 1968, y más recientemente la desaparición de los estudiantes en el Caso Ayotzinapa en 2014). Sin duda, la situación es compleja y cargada de diversas emociones.

Como cristianos, ¿qué debemos pensar y cómo debemos responder la luz de estos acontecimientos? Permítanos ofrecer cinco reflexiones.

1. Debemos llorar con los que lloran

Los cristianos hemos sido llamados a “llorar con los que lloran” (Rom. 12:15). ¿Cómo no afligirnos al recibir noticias como estas? La muerte, la violencia, y la injusticia son realidades horribles del mundo en el que vivimos, realidades que vienen como resultado de nuestra rebelión contra Dios (Gén. 3:1-24; Rom. 5:12). Todos tenemos responsabilidad en esto. Por tanto, antes de formular juicios sobre los eventos en Oaxaca, debemos clamar a Dios por misericordia y consuelo. Y aun si no somos de la nación Mexicana, estamos llamados a dolernos con los que se duelen. ¿Qué podemos hacer para consolar a los que han sufrido pérdidas?

2. Debemos orar por todos los involucrados

Al escuchar noticias como estas, debemos volvernos a Dios en oración. Cuando oramos reconocemos que Dios está al control de todo (Sal. 46:10), y que solo él puede ejecutar justicia perfecta y traer paz verdadera a nuestro mundo caído (Sal. 89:14). En particular, debemos orar por los gobernantes y líderes (Rom. 13:1-7; 1 Tim. 2:1-8): que tanto estos como aquellos actúen con sabiduría e integridad en pos del bien común, y no solo para beneficiar a algunos; que se pueda llegar a soluciones de manera pacífica y civil. También debemos orar por aquellos que son afectados a pesar de no estar directamente involucrados.

3. No debemos simplificar el conflicto

En situaciones de este tipo es fácil echarle la culpa de todo a un lado o al otro. Asimismo, es fácil interpretar los hechos fuera del contexto histórico en el que suceden. Estas simplificaciones no le hacen justicia a las complejidades de los procesos políticos, y más bien revelan los sesgos que todos tenemos. Échale un vistazo a los medios de comunicación y te darás cuenta lo difícil que es contar con un informe claro, balanceado y contundente sobre la situación.

Por lo mismo, ante una situación así de compleja debemos ser cuidadosos con lo que decimos, no siendo prontos a emitir juicios sobre los grupos involucrados. Debemos ser sabios con nuestra lengua y con lo que compartimos en los medios sociales (Mat. 12:36), recordando que nosotros también tenemos sesgos, y que antes de ser comentaristas y ciudadanos con opiniones, somos representantes de nuestro Señor y Salvador.

4. Debemos condenar la violencia

Es bueno que los ciudadanos puedan unirse y protestar por una causa común, y es bueno que las autoridades mantengan el orden y provean protección. Pero, ¿justifican dichos fines la violencia y represión que hemos visto? ¿Acaso no hay otras maneras de encontrar una solución? Tanto el gobierno mexicano y sus agencias como la CNTE y sus partidarios deberían estar más abiertos al diálogo y más dispuestos a transar por el bien de todos, incluso si eso significa perder ciertos beneficios. No queremos decir que la violencia jamás sea necesaria, pero, ¿es absolutamente necesaria en este caso particular? La violencia no persuade a nadie; solo siembra miedo y rencor.

5. Debemos recordar y proclamar el evangelio

A los cristianos —sin importar de dónde seamos ni cuáles sean nuestras opiniones políticas— los eventos en Nochixtlán nos deben recordar que todavía vivimos en un mundo bajo la maldición del pecado. Por más que las situaciones políticas y laborales mejoren —y ciertamente debemos orar y trabajar para que mejoren— este mundo jamás será esa utopía soñada. Habrá tiempos prósperos y tiempos de necesidad, tiempos de tranquilidad y tiempos de violencia. Pero no debemos volvernos cínicos o pesimistas. Todo lo contrario: debemos depositar nuestra confianza enteramente en Cristo, aquel que murió y resucitó para salvarnos (1 Cor. 15:3-4); aquel tiene autoridad sobre todas las cosas (Mat. 28:18); aquel que volverá a juzgar a los vivos y a los muertos (2 Tim. 4:1) y establecerá perfecta justicia y paz entre Dios y los hombres (Apo. 21:1-8). En el intertanto, debemos orar y actuar para este sea un mundo más justo y para que más personas —en el gobierno, en los sindicatos, en nuestras escuelas y hogares— conozcan a Cristo.


Crédito de imagen: Vanguardia.mx

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