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Estar centrado en el evangelio es una postura peligrosa y exigente. Requiere mucho, o, mejor dicho, requiere todo de ti. Si no tienes cuidado, puede asumir control total de tu vida. Después de abrazar la centralidad del evangelio en tu vida, no puedes seguir siendo el mismo, no puedes seguir usando las mismas excusas, y no puedes seguir viendo a Dios ni a Su Palabra de la misma manera. Aquí hay cinco consecuencias peligrosas de una vida centrada en el evangelio.

1. Estar centrado en el evangelio significa que tu vida no se trata de ti.

A cualquier cosa a la que dedicas tu vida, ese es el objeto de tu adoración, ya sea el dinero, o el confort, o tu familia, o aun el ministerio. Los humanos —y eso incluye a los cristianos—podemos convertir cualquier cosa en un ídolo (Rom. 1:22–23). No tienen que ser cosas pecaminosas en sí, pero si no las colocas en el lugar que les corresponde, entonces terminarán tomando el lugar que le pertenece a Dios: terminarán siendo ídolos.

Estar centrado en el evangelio significa rendir tus prioridades, agendas, valores, presupuestos, ideas, derechos, hijos, amistades, y emociones a la causa de Cristo. Significa atesorar a Cristo más que esas cosas. Nunca puedes decir, “¿Y qué gano yo en esto?”, “¡Yo merezco mejor!”, o “¿Acaso no saben quién soy?”. Más bien, miras al evangelio y sientes el gozo de saber lo que Cristo ha hecho por ti y lo que ahora está haciendo en ti. Sigues a Cristo a través de amar y servir a los demás con humildad y paciencia. Estar centrado en el evangelio es peligroso porque significa rendir tu vida en servicio de otros, porque Cristo hizo lo mismo por ti. Recuerda, ustedes no se pertenecen a sí mismos… han sido comprados por un precio” (1 Cor. 6:19-2).

2. Estar centrado en el evangelio significa que la Biblia no se trata de ti.

Si bien la Biblia tiene su porción de instrucciones, y sin duda tiene algo que decir sobre cómo debemos vivir, la Biblia no se trata de ti o de mí. Se trata de Cristo. Preguntas como “¿Qué dice este pasaje acerca de mí?”, “¿Qué figura me representa mí o a mi situación actual?”, “¿Qué necesito hacer para que las cosas mejoren en mi vida?”, no son malas preguntas, pero quizás nuestra motivación o perspectiva detrás de ellas estén un poco fuera de lugar.

La historia de David y Goliat (1 Sam. 17) es un ejemplo clásico de esto. Un enfoque centrado en el hombre de esta historia ve cómo David venció a Goliat y llega a la conclusión de que con el fin de derrotar a los gigantes en mi propia vida (el pecado, la deuda financiera, relaciones difíciles, etc.), tengo que tener la suficiente fe en Dios para recoger las piedras que Dios me ha dado y enfrentarme a ellos. Pero al entender esta historia a través de una perspectiva centrada en Cristo, percibimos que no somos nada como David en esta circunstancia. De hecho, cuando el pecado llega a nuestra puerta, somos más como los israelitas, escondidos en su campamento y aterrorizados de Goliat. Pero al igual que los israelitas tuvieron a David, un representante que combatió en su lugar, nosotros tenemos a Jesucristo, el Hijo de David, que es nuestro mediador y ha vencido el pecado en nuestro lugar. La Biblia no es un manual de instrucciones sobre nosotros y lo que debemos hacer: es una narración histórica redentora de Jesús y lo que Él ha hecho por nosotros.

3. Estar centrado en el evangelio significa que tus motivaciones no se tratan de ti.

Es muy fácil para nosotros afirmar la centralidad del evangelio (¡todo se trata de Jesús!) y a la misma vez vivir como legalistas en la práctica. Hay una real pero dañina tentación de predicar a Cristo, pero en el momento de aplicar el texto, no centrarnos en el evangelio sino en los esfuerzos humanos o los resultados de nuestros esfuerzos (cp. Gál.3:1-13).

Si tu motivación principal para aceptar el evangelio o para obedecer a Dios es algo más que seguir Cristo —que se muestra en un crecimiento progresivo en la semejanza de Cristo y en un gozo cada vez mayor en las verdades del evangelio— es muy posible que estés centrado en otra cosa. La centralidad del evangelio es una postura peligrosa porque exige que examinemos no solo nuestras obras, sino también nuestras motivaciones, incluso al evangelizar. Por tanto, motiva a la gente a aceptar el evangelio porque por ella reciben el tesoro más precioso posible, Jesús.

4. Estar centrado en el evangelio significa que no puedes vivir en soledad.

El evangelio proclama que cuando Cristo te salva, no te salva a para que te conviertas en un cristiano aislado, sino para adoptarte para en una familia. Jesús no murió para salvar a individuos, sino para salvar a un pueblo, una familia, una comunidad. Todo buen padre desea ver amor y unidad entre sus hijos. Como parte de la familia de Cristo, el Padre espera que tengas relación con tus demás hermanos, no que te quedes a solas en tu cuarto (cp. Rom. 15:5-6).

Cuando somos salvos, no solo estamos unidos a Cristo, sino también a cualquier otra persona que se une a Cristo. Esto es un reto maravilloso. Es un reto porque significa que, sin duda, tendremos que unirnos a una familia con personas con que no nos llevamos bien. Pero es maravilloso porque a través de esas relaciones la gloria de Dios se manifiesta cuando las personas que son enemigos naturales se unen en comunión para adorar a su máximo común denominador, Jesús.

5. Estar centrado en el evangelio significa que debes trabajar muy duro.

Algunos piensan que estar centrado en el evangelio significa enfocarse solo en lo que Jesús hizo por nosotros, e ignorar lo que Él nos ha mandado hacer. Eso es incorrecto. Estar centrado en el evangelio no significa centrarse solo en las partes que hablan de Jesús o la cruz, ignorando lo demás. Significa estudiar todo el consejo de la Escritura, pero con el lente correcto. Con el fin de entender la Biblia, tenemos que tener nuestras prioridades en orden (1 Cor. 15:3) y al hacer eso, podremos ver con claridad cómo todo lo demás cae en su lugar alrededor del evangelio.

El evangelio puede ser un indicativo, pero la Biblia también está llena de imperativos. Al centrarte en el evangelio, no debes ignorar los mandamientos de Dios, sino que debes darte cuenta que en realidad no podrías obedecer Sus mandamientos si no fuera por el evangelio. Además, el perdón que el evangelio te ofrece te lleva a no quedarte letárgico o inmovilizado por tu pecado. La centralidad del evangelio es peligrosa porque no deja espacio para ser pasivo o perezoso. Al contrario, te permite y te da el poder para obedecer verdaderamente y caminar en santidad.

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