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La gente suele pensar en el “Cielo” como el lugar donde los cristianos van cuando mueren. Una mejor definición es que el Cielo es la morada central de Dios, la ubicación de su trono desde el cual Él gobierna el universo.

Muchos no se dan cuenta de que el Cielo pre-resurrección y el Cielo post-resurrección están situados en diferentes lugares. La ubicación exacta del Cielo presente es desconocida, pero se nos dice que el Cielo futuro estará ubicado en la Tierra Nueva. El Cielo presente es un lugar de transición entre las vidas pasadas de los creyentes en la Tierra y la vida futura de la resurrección en la Tierra Nueva.

La vida en el Cielo presente (lo que los teólogos llaman el Cielo “intermedio”) es “muchísimo mejor” que la vida aquí en la Tierra bajo la maldición (Filipenses 1:23). Pero no es nuestro destino final.

1. ¿Vamos a vivir para siempre en el Cielo?

La respuesta depende de nuestra definición de Cielo. ¿Vamos a estar con el Señor para siempre? Absolutamente. ¿Siempre podremos estar con Dios en el mismo lugar en el que el Cielo está ahora? No. En el Cielo presente, el pueblo de Dios está en la presencia de Cristo, libre de pecado y sufrimiento y disfruta de una gran felicidad: “En tu presencia hay plenitud de gozo” (Salmos 16:11). Pero todavía están esperando su resurrección corporal y la reubicación permanente de la Tierra Nueva. Así que, sí, después de la muerte siempre estaremos en el Cielo, pero no en el mismo lugar o en la misma condición.

Para ilustrar esto, imagina que vivías en un refugio para indigentes en Miami. Un día heredas una hermosa casa con vista a Santa Bárbara, California, y te dan un trabajo maravilloso haciendo algo que siempre habías querido hacer. Muchos amigos y familiares vivirán cerca.

Al volar hacia Santa Bárbara, te detienes en el aeropuerto de Dallas para una escala. Te encuentras con otros miembros de la familia que no habías visto en años. Ellos abordarán el avión contigo hacia Santa Bárbara. Naturalmente esperas verlos en Dallas, tu primera parada.

Pero si alguien te pregunta adónde vas, ¿dirías “Dallas”? No. Tú dirías Santa Bárbara, ya que ese es tu destino final. Dallas es solo una parada temporal. A lo sumo pudieras decir “Voy a Santa Bárbara, con una breve parada en Dallas”.

Del mismo modo, el presente Cielo es un lugar de morada temporal, un alto en el camino a nuestro destino final: la Tierra Nueva. (Por supuesto, la analogía de Dallas no es perfecta, ¡estar con Jesús y reunirnos con nuestros seres queridos será infinitamente mejor que una escala en Dallas!).

2. En el Cielo presente ¿tienen las personas formas físicas?

A diferencia de los ángeles, que son espíritus en esencia (Juan 4:24; Hebreos 1:14) los seres humanos son por naturaleza tanto espiritual como físicos. No ocupamos nuestros cuerpos como un cangrejo ermitaño ocupa una concha. No podemos ser plenamente humanos sin un espíritu y un cuerpo.

Dadas las descripciones físicas consistentes del Cielo intermedio y sus habitantes, parece posible, aunque discutible, que entre nuestras vidas terrenales y nuestra resurrección corporal, Dios puede concedernos formas físicas temporales. Si es así, eso explicaría las representaciones repetidas de la gente ahora en el Cielo ocupando un espacio físico, el uso de ropa y coronas, hablando, sosteniendo palmas en sus manos, y teniendo partes del cuerpo (por ejemplo, Lucas 16:24, Apocalipsis 7:9).

Ciertamente no recibiremos cuerpos resucitados inmediatamente después de la muerte. Si fuéramos a tener formas intermedias en el cielo intermedio (y tal vez no la tendremos) serían temporales, no nuestros cuerpos verdaderos, los cuales permanecerán muertos hasta la resurrección final.

3. ¿Nos reconoceremos los unos a los otros en el Cielo presente?

Cuando se le preguntó si no reconoceríamos nuestros amigos en el Cielo, George MacDonald respondió: “¿Vamos a ser más tontos en el Paraíso de lo que somos aquí?”.

‪Las Escrituras no dan ninguna indicación de una memoria borrosa que nos vaya a causar el olvidar a nuestros amigos y familiares. Por el contrario, si no reconocemos a nuestros seres queridos en el Cielo, el consuelo de una reunión en la otra vida, enseñado en 1 Tesalonicenses 4:14-18 no sería ningún consuelo en absoluto.

En la transfiguración de Cristo, sus discípulos reconocieron a Moisés y Elías, a pesar de que ellos no podían saber cómo lucían (Lucas 9: 29-33). Esto sugiere que la personalidad emanará a través de cualquier forma que tomemos. Si somos capaces de reconocer a aquellos que nunca hemos visto, ¿cuánto más vamos a reconocer a nuestros familiares y amigos?

Al morir daremos un informe detallado de nuestra vida en la Tierra (2 Corintios 5:10; Mateo 12:36). Esto requerirá de mejores recuerdos, no peores. ¡Esos recuerdos seguramente incluirán nuestros familiares y amigos!

4. ¿Estás tú anhelando tu morada eterna?

Aunque la vida en el Cielo intermedio será maravillosa, no es el lugar para el que estamos hechos, nuestro verdadero hogar eterno. La Biblia promete que viviremos con Cristo y el uno con el otro para siempre en la Tierra Nueva, donde Dios Padre, Hijo (eternamente encarnado), y Espíritu Santo, estarán en casa con su pueblo:

“Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo. Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: “El tabernáculo de Dios está entre los hombres, y El habitará entre ellos y ellos serán Su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos”, Apocalipsis 21:1-3.

Este pasaje indica claramente que en última instancia la morada central de Dios, el Cielo, es en la Tierra. Algunos, incluyendo NT Wright, argumentan que la Tierra Nueva no debería ser llamada Cielo. Pero si el Cielo, por definición, es la morada especial de Dios, y “la morada de Dios” será con la humanidad en la Tierra, entonces el Cielo y la Tierra Nueva serán esencialmente el mismo lugar. El Cielo es también donde vemos el trono de Dios, y se nos dice que “el trono de Dios y del Cordero” estará en la Nueva Jerusalén, en la Tierra Nueva (Apocalipsis 22:1).

En vez de ir hasta el lugar de Dios para vivir por siempre, Dios vendrá a vivir con nosotros en nuestro lugar, literalmente ¡el Cielo en la Tierra! Los hijos de Dios están destinados a la vida como seres resucitados en una Tierra resucitada. Debemos tener en cuenta todos los días nuestro verdadero destino, nuestra casa definitiva. Seamos como Pedro y los primeros cristianos: “Pero, según Su promesa, nosotros esperamos nuevos cielos y nueva tierra, en los cuales mora la justicia” (2 Pedros 3:13).


Publicado originalmente por The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.
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