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4 cosas que pasan cuando estudias Levítico por más de 10 años

¿Qué sucede cuando estudias Levítico durante más de 10 años? Yo sé la clase de respuestas que mucha gente daría:

  • “Llegas a conocer a tu psicoterapeuta muy bien”.
  • “La gente deja de invitarte a cenar”.

O tal vez la más común:

  • ”¿Es en serio? ¿¡Quién haría eso!?”.

Yo lo hice. Y cambió mi vida de maneras muy diferentes de las que acabo de nombrar. En mi experiencia, por lo menos ocurren cuatro cosas profundas cuando este libro comienza a filtrarse en tu alma.

1. Tienes hambre por la santidad de Dios con más frecuencia.

Una vez enseñé una clase de seminario por un semestre sobre Levítico. (Sí, hubo gente que se inscribió a la clase). Una de las últimas tareas de la clase fue seguir tantas leyes de Levítico como fuera posible por una semana entera. Esto es, por supuesto, algo que muchos judíos hacen regularmente incluso hoy en día, pero para estudiantes gentiles de seminario —la mayoría de los cuales nunca habían pensado dos veces acerca de comer tocino con huevos— esto fue una tarea desalentadora.

Durante esa semana, los estudiantes tuvieron que llevar un diario de su experiencia y entregármelo. Hubo frustraciones comprensibles. Uno de los estudiantes señaló, “Levítico 19:19 dice no usar ropa tejida de dos tipos de material. Lo que elimina mi armario entero con la excepción de un par de pantalones de correr de poliéster. Esta va a ser una larga semana”. Otros hicieron observaciones similares.

Pero el tema más común de los diarios fue algo como esto: “Todos los días, me encontré enfocado pensando en la pureza y la impureza ritual. A mitad de la semana, me di cuenta de que estaba pensando en estas cosas durante todo el día y en todos los aspectos de mi vida, y fue entonces cuando me di cuenta: Dios se preocupa mucho acerca de nuestra pureza y santidad. No solo desde el punto de vista ritual, sino también desde una perspectiva moral. Durante todo el día y en todos los aspectos de la vida, el Señor quiere que yo busque pureza en mi corazón, en mi vida, en mis acciones. Él quiere que yo refleje Su santidad en todo lo que yo hago. ¡He estado tratando la santidad demasiado a la ligera! ¡Oh Señor, ayúdame a ser santo!”.. Esa es la clase de oración que comienzas a orar cuando te sumerges en Levítico.

2. Tienes temor de Dios en mayor medida.

Levítico 10 comienza contando la historia de Nadab y Abiú. Es una historia que mis estudiantes de hebreo tradujeron el semestre pasado. Y les afectó profundamente.

Nadab y Abiú eran sacerdotes. Esto significaba que tenían funciones especiales en cuanto a dirigir al pueblo de Dios en la adoración. Mis alumnos resonaron porque muchos de ellos se están preparando para ser pastores y también tendrán funciones especiales en cuanto a dirigir al pueblo de Dios en la adoración. Cuando comienza la historia, Nadab y Abiú traen una ofrenda que el Señor no había ordenado (Lev. 10:1). El contexto más amplio muestra que trataron de irrumpir en el Lugar Santísimo, la sala del trono del Señor, sin haber sido invitados. Si irrumpir en la sala del trono de un rey terrenal era una violación grave del protocolo real y una tremenda falta de respeto (cp. Ester 4:11), irrumpir en la sala del trono del Rey de los cielos era increíblemente blasfemo.

El Señor protege su honor enviando fuego para consumir a los sacerdotes blasfemos (Lev. 10:2.) y luego da esta advertencia: “Como santo seré tratado por los que se acercan a Mí, y en presencia de todo el pueblo seré honrado” (Lev. 10:3). En pocas palabras, el Señor le está diciendo a toda la familia sacerdotal, “Si no me distingues con tus acciones como el Dios digno de reverencia, voy a utilizar tu muerte como una oportunidad para recordar a todas las gentes que yo realmente soy el Dios que ha de ser venerado por encima de todo”.

Hubo un momento de silencio sagrado en la clase ese día, ya que la verdad empezó a agarrar nuestros corazones. Para nosotros estuvo más claro que nunca que no hay que jugar con el Señor. Y estuvo más claro que nunca antes que Él tiene a aquellos que dirigen a su pueblo en la adoración en aún mayor consideración (cp. Stgo. 3:1). No podíamos evitar temerle aún mas que antes.

3. Amas a Jesús más profundamente.

Empecé a estudiar Levítico cuando mi esposa y yo nos mudamos a Inglaterra para que yo pudiera hacer un doctorado en Antiguo Testamento bajo un erudito evangélico llamado Gordon Wenham. Por tres años y medio me concentré en lo que enseñan los libros de Éxodo a Números sobre el pecado y la impureza, y lo que enseñan acerca de la solución de Dios para estas cosas.

Cerca de dos años después de mis estudios, algo nuevo comenzó a pasarme en la iglesia. Cada vez que cantabamos una canción que mencionaba el sacrificio, o la expiación, o el Señor rescatándonos de nuestro pecado, tenía que esforzarme para no llorar. Ninguna de estas ideas era nueva para mí; yo había estado yendo a la iglesia toda mi vida. Pero Levítico me ayudó a ver con mayor claridad hasta qué punto el Señor ha ido en su amor por los pecadores culpables como yo para proveer una vía de perdón.

Esto se hizo especialmente evidente en un versículo como Levítico 17:11. En él se explica que el Señor permitió que los israelitas ofrecieran la sangre de un animal perfecto en lugar de la suya propia para redimir sus vidas culpables del juicio. Es significativo que el Señor enfatiza su papel en la provisión de la expiación mediante la adición de un extra “yo” en el versículo: “y Yo se la he dado a ustedes [la sangre del animal] sobre el altar para hacer expiación por sus almas”. ¡Dios le da un giro a la idea del sacrificio y la pone al revés! Era no solo lo que los Israelitas le dieron al Señor. Era, ante todo, algo que Él les dio a ellos, en su gracia, como un medio para expiar el pecado y alcanzar el perdón que deseaban tan desesperadamente.

Y es aún mejor con Jesús. En el Antiguo Testamento, los israelitas todavía tenían que traer y presentar un sacrificio expiatorio para rescatar sus vidas. ¡En el Nuevo Testamento el rey ofendido en su inefable amor provee el sacrificio expiatorio en favor de los que pecaron contra Él! Pablo lo resume de manera hermosa: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8; cp. Juan 3:16).

Y así, después de tantos años, repito Levítico 17:11 cada vez que participamos de la comunión, y todavía me resulta difícil cantar canciones sobre el sacrificio sin lágrimas de gratitud por Jesús, el que “se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Ef. 5:2).

4. Amas a tu vecino más plenamente.

Uno de los hechos más conocidos de la Biblia es que nos manda a “amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos”. Uno de los hechos menos conocidos es que este versículo se encuentra por primera vez en Levítico 19:18. Y cuando se ve en su contexto, se trata de mucho más que ser agradable y prepararles sopas a nuestros vecinos cuando están enfermos.

Si nos fijamos en todo el versículo, se hace evidente que amar a nuestro prójimo implica perdonar los errores de los demás tan pronto como perdonamos los nuestros: “No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”. Amar a nuestro prójimo significa extender misericordia y perdón a los que nos ofenden, y hacerlo porque seguimos al Señor, quien tan rica y libremente nos extiende Su misericordia y perdón (Sal. 86:5; Jer. 3:12; Ez. 33:11; 1 Juan 1:9).

Eso no es todo. Si nos fijamos en los versículos circundantes, amar a nuestro prójimo se amplía hasta incluir el encarnar el carácter santo del Señor en todas nuestras interacciones diarias, desde prácticas empresariales (Lev. 19:9-10, 35-36) a los tribunales de justicia (Lev. 19:15-16, 35a) a asuntos de familia (Lev. 19:3, 29) al tratamiento adecuado de los pobres y desfavorecidos (Lev. 19:9-10, 13-14, 33-34) a interacciones sociales en general (Lev. 19:11-12, 17-18, 32). Para decirlo de otra manera: amar a nuestro prójimo no es menos que decirles acerca del glorioso evangelio de Jesús (la manera principal que yo pensaba en amar a mi prójimo cuando era un joven cristiano); pero sí incluye mucho más. Buscar la reconciliación, extender misericordia, buscar la justicia en las relaciones comerciales y los tribunales de justicia… todas estas cosas se convierten en oportunidades para amar a nuestro prójimo, mostrándoles la misericordia, la justicia y el amor de Dios.

Así que mientras que Levítico hace hincapié en la importancia de mantener las distinciones entre lo sagrado y lo no-sagrado, lo santo y lo no-santo, también hace hincapié en que los actos cotidianos de bondad y amor y misericordia son increíblemente sagrados porque muestran la increíble bondad, el amor y la misericordia de Aquel que es, en última instancia, sagrado y santo.

Esto no es como crecí pensando en la santidad. Pero es como Levítico piensa de ella. Es como Jesús piensa de ella (Lucas 10: 29-37). ¿Qué pasaría en nuestras iglesias si todos empezáramos a pensar en la santidad de esta manera?

Necesitamos más Levítico.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Kevin Lara.
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