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¿Cuándo fue la ultima vez que sufrimos por causa de nuestro pecado? No me refiero a las consecuencias que el pecado trae, sino al dolor que el pecado debe causar en nosotros. El pecado es una ofensa contra nuestro Dios Santo, y todo pecado esta arraigado a querer cambiar la gloria de Dios por algo mas. En el libro de Lamentaciones encontramos 5 lamentos. Estos lamentos expresan el dolor de aquellos que experimentaron el exilio de Judá por causa de su pecado contra Dios. En el capítulo 3 vemos a Jeremías en su lamento personal, ya que los otros lamentos son por Jerusalén/Sion (Caps. 1–2) y por el pueblo de Dios (Caps. 4–5).

Me gustaría que viéramos específicamente como Jeremías espero en el SEÑOR en medio del dolor por el pecado en Lamentaciones 3:24–26:

“El Señor es mi porción,” dice mi alma,
“por tanto en Él espero.”
Bueno es el Señor para los que en Él esperan,
Para el alma que Lo busca.
Bueno es esperar en silencio
La salvación del Señor.

Lo primero que podemos ver es la confianza de Jeremías en que aquellos que esperan en el Señor obtendrán salvación. Esta confianza de Jeremías estaba arraigada al Nombre del SEÑOR. Lo que quiero decir es que, las peticiones de Jeremías estaban ancladas en el carácter del SEÑOR. El SEÑOR es el nombre propio de Dios, es el nombre por el cual Él se revelo a Moisés (Véase Éxodo 33:18–19; 34:5–7). Así que nosotros tenemos la misma confianza en que nuestras peticiones en medio del sufrimiento, ya sea por causa de nuestro pecado o en cualquier situación, están siendo dirigidas al SEÑOR. Mejor aun, ahora en Cristo todas las promesas son sí (2 Co. 1:20), por lo tanto, nuestra confianza está arraigada a la persona y obra de Cristo.  En Cristo estamos seguros y tenemos confianza en que Él está para con nosotros y no en contra de nosotros (Ro. 8:31).

Entonces, aquí hay tres razones para esperar en el SEÑOR.

1. Él es tu porción.

Es interesante y maravilloso que Jeremías en medio de su angustia, pueda decir: “‘El SEÑOR es mi porción­­,’ dice mi alma, ‘por tanto en Él espero’” (Lm 3:24).

Puedes creer que El Señor es tu porción, lo que quiere decir es que Él es tuyo, porque tú eres de Él. Tú le perteneces, por lo tanto tú puedes decir Él es mi porción. Él es contigo, para contigo y por lo tanto Él es tu porción. ¿Si Él es tu porción que más necesitas? En Él se encuentra absolutamente todo lo que tú y yo necesitamos.

Esta idea de que El Señor sea nuestra porción se encuentra por ejemplo en: Salmo 16:5; 73:26; Zacarías 2:12; Lucas 10:40–42: La idea entonces es que Dios en Su gracia ha decido tomarte como Su porción, y por lo tanto así como vemos a María escogiendo servir a Jesús, ahora en Cristo y por Cristo podemos tomar la porción que es mejor, o sea Cristo.

Cuando vengan aquellas preocupaciones que te lleven a pecar en la ansiedad o al temor, recuerda quien es tu porción: Cristo es lo mejor que puedes tener en esta tierra y con tu mirada puesta en Él, la ansiedad es minimizada y entregada en oración a Dios: 1 Ped.5:6–7.

2. Él es Bueno.

Muchas veces pasamos por alto esta hermosa realidad: El SEÑOR es Bueno (Lm 3:25). La bondad de Dios se ve en que Él siendo el Creador del universo y de la tierra, envío a Su Hijo a morir en la cruz, quien fue sepultado y resucitado con poder, y ascendió para interceder por Sus hijos. Dios no simplemente te creo para dejarte solo; Dios te creo para que vieras Su gloria y Su justicia, y te deleites en Su Hijo. Él planeo tu redención y por lo tanto Él te ha comprado. Nunca te dejará, ni aún en tu pecado. Él ha garantizado tu santificación para así confirmar tu glorificación (Ro.8:28–29). Las consecuencias del pecado puede hacer que dudes de tu salvación, pero si en verdad estás en Cristo y Cristo en ti, tu salvación es segura.

3. Su salvación es segura.

Jeremías podía levantar su mirada por encima de su pecado. No ignorando la seriedad del pecado, pero si mirando a la salvación segura de Dios (Lm 3:26). Muchas veces razonamos con el pecado y nos quedamos ahí, pero en Cristo podemos arrepentirnos y confiar en la salvación del SEÑOR. Nosotros no hacemos nada para salvarnos, ni tampoco nuestra salvación está siendo guardada por nosotros (vea Ro. 3:24–26; 2 Co. 5:21; 1 P. 2:24). La seguridad de la salvación está arraigada a quien Dios es en Cristo y por medio del Espíritu Santo, como Judas dice, “Y a Aquél que es poderoso para guardarlos a ustedes sin caída y para presentarlos sin mancha en presencia de Su gloria con gran alegría, al único Dios nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea gloria, majestad, dominio y autoridad, antes de todo tiempo, y ahora y por todos los siglos. Amén” (Jud. 1:24-25).

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