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Me encanta el cine. Siempre me ha encantado, pero por alguna razón esta fascinación ha crecido en los últimos tres o cuatro años. Esa industria enorme que lo respalda, las complejidades y sutilezas que permiten una buena actuación y una buena narración, y sobre todo, el poder de las historias para comunicarse en un nivel tan profundo, complejo, y emocional.

Es posible que sea parte de vivir en el sur de California. Hace algunas semanas, Will Ferrell y Amy Poehler filmaban una parte de su película nueva en Sierra Madre, y mientras paseaba, me detuve y observé al director mientras los aconsejaba. Fue fascinante. Esto me recordó la gran cantidad de tiempo y energía que requiere cada escena de una película. ¿Sabías que la primera conversación de “The Social Network” fue filmada alrededor de 99 veces? Rooney Mara dijo: “Estaba pensando, ‘voy a quemarme, va a ser monótono, va a parecer automático’, pero nunca se sintió así. Cada vez, de verdad se sintió como una escena diferente y fresca”. Qué locura.

En su discurso en el Areópago en Hechos 17, a Pablo le llamó la atención la adoración de los Atenienses a un “dios desconocido” (17:23), y aseguró que Dios ha determinado las vidas humanas para que deban “buscar y, aunque sea a tientas, lo encuentren” (17:27). En su propia manera, veo que el cine representa algo de la lucha de “encontrar a tientas”. Por supuesto, hay cosas horribles y mucha maldad en la industria del cine (como Pablo lo vio en Atenas, Hechos 17:16), y por eso necesitamos discernir cuales películas debemos ver y qué tipo de efecto tienen en nuestras vidas.

Sin embargo, el cine también nos da ciertas ideas acerca de las preguntas que la gente alrededor de nosotros se está haciendo. Es una ventana a nuestras narraciones culturales, a aquellas formas en las que incluso personas muy seculares están “alabando a un Dios desconocido”. (Eso es verdad en todo tipo de narrativa, y mucho de lo que digo aquí se aplica igualmente a Steven Spielberg, Ridley Scott y Christopher Nolan, junto con Esquilo, Don Quijote, y Jane Austen).

Cuando digo que el cine está en búsqueda del evangelio, no estoy hablando del contenido del evangelio, sino de la forma del evangelio. El cine conecta con nuestras emociones más profundas porque aborda las verdades y las realidades que tienen sentido solamente a la luz del evangelio, y las preguntas que hace se resuelven únicamente en el evangelio.

Aquí hay tres componentes de ese proceso de “encontrar a tientas”:

1. El bien contra el mal

Prácticamente en todas las películas, el drama fundamental tiene que ver con lo bueno y lo malo. Una historia que vale la pena contar usualmente involucra:

  • Un choque entre el bien y el mal.
  • El bien sufre por algún tiempo.
  • El bien triunfa sobre el mal.

Muchas veces el mal tiene una ventaja institucional: amamos a Bourne porque está huyendo, odiamos al alcalde Samuel Norton en Shawshank Redemption por su poder complaciente, y así sigue. Y muchas veces el bien es el perdedor o simplemente no tiene suerte. Piensa en Rocky Balboa, por ejemplo, o el doctor Richard Kimble. O piensa en la cantidad de héroes en los filmes de Disney que son huérfanos, o que experimentan la pérdida de uno o ambos padres a lo largo del camino.

A veces el bien y el mal se muestran con un tema particular, como “la luz” contra “el lado oscuro” de la franquicia de Star Wars; a veces se muestra como grupos diferentes (como los Autobots contra los Decepticons en la franquicia Transformers, o los mutantes de Charles Xavier contra los de Magneto en los filmes de X-Men); a veces el bien se enfoca en un solo individuo (James Bond, Indiana Jones, etc.). A veces la lucha entre el bien y el mal es más oscura, como Batman contra el Joker; otras veces es más implícita y/o ligera (como, por ejemplo, Frank Dixon contra Viktor Navorski en The Terminal). Muchas veces hay “hombres buenos” y “hombres malos” muy planos, o en el caso de las historias de superhéroes, los héroes y los villanos; otras veces se puede ver a un personaje luchando entre el bien y el mal (como Gollum en El Señor de los Anillos). A veces “el mal” no está en la persona, sino en la naturaleza (las historias de supervivencia, Parque Jurásico, Tiburón, etc.), aunque muchas veces aún podemos encontrar a “los hombres malos” entrando a hurtadillas; otras veces el bien contra el mal se representa de una manera interna (Frankenstein, El Padrino, etc.); y aún en otros casos se representa en términos de las ideas o los sistemas o incluso las máquinas (Matrix, Terminator, etc.) o los extraterrestres (Alien, Día de la Independencia, etc.). Pero en general, siempre hay hombres buenos y hombres malos.

El punto es que las películas no solo se tratan de grupos diferentes tratando de sobrevivir y ganar poder. Siempre hay una dimensión moral en el drama y por tanto un mayor sentido de trascendencia. No solo queremos que un lado gane: sentimos que un lado en particular debe ganar. Sabemos que es justo que Simba destrone a Scar, y no solopor él; y sentimos satisfacción cuando Gene Hackman está sentando solo en ese bar al final de El Jurado.

¿Por qué este tema es tan común? ¿No sería este paradigma monótono si no fuera porque está tejido tan profundamente en nuestros corazones que no nos damos cuenta de que es monótono? Para mí, esta es una manera en la que el cine está buscando el evangelio. Un marco evolutivo y naturalista nota nuestra inclinación hacia el tema del bien contra el mal y dice, “está allí porque ayudó a nuestros antepasados a sobrevivir, y el sentido de la transcendencia que lo acompaña es ilusorio”. Eso es bastante difícil de creer.

Otra manera de decirlo: si la evolución ciega es la manera en la que llegamos aquí, el cine nos está contando una historia fundamentalmente engañosa sobre la esencia de la realidad. Por otro lado, si hay una Trinidad que engendró el mundo en amor, y una batalla moral real entre los que son fieles a Él y los que están luchando en su contra, entonces el sentido de transcendencia moral que expresan los filmes es una pista pequeña sobre el propósito de todo.

2. Finales felices

El cine no solamente tiene que ver con el bien luchando contra el mal; tiene que ver con el bien triunfando sobre el mal. El cine está buscando no solo un marco moral, sino uno escatológico. Una vez más, esto es tan común que no pensamos en ello. Pero un “felices para siempre” es una parte esencial de cada buena historia.

En otras palabras, el bien triunfando sobre el mal nunca es un asunto de indiferencia para la audiencia. Nunca piensas, “pues Jim Braddock o Max Baer ganará… ¿a quién le importa?”. No, cuando el bien triunfa al final, siempre restaura la felicidad y la armonía que fue interrumpida durante la lucha. La mayoría de las tramas pueden resumirse en tres fases:

  • La felicidad.
  • La pérdida de felicidad.
  • La restauración hacia una felicidad más grande y permanente.

A veces queda la idea de que todo regresa a la normalidad, en particular en las películas de viaje en el tiempo como Volver al Futuro y X-Men: Días del Futuro Pasado. El mundo entero se desarma, pero todo está bien al final.

¿Por qué esto es tan común? ¿La idea de “felices para siempre” conecta con algo en el mundo real, con la Historia en la que cada uno de nosotros vivimos? De nuevo, en una visión naturalista la respuesta es no. Eventualmente el universo va a reducir la velocidad y se va a quedar sin energía.

Pero para el cristiano, armonía → tensión → resolución es el paradigma básico de la realidad. Lo llamamos creación → caída → redención. Si el cristianismo es verdad, en otras palabras, la razón que los finales de las películas nos hacen sentir esas emociones es porque eso va a pasar algún día.

3. El sufrimiento y el amor sacrificial

Básicamente en cada película el bien no solo lucha contra el mal y triunfa sobre él, sino que lo hace por medio del sufrimiento y el sacrificio. ¿Qué tan patético sería si los hombres buenos ganaran fácilmente y sin costo alguno? Eso nunca pasa.

Por ejemplo, Rudy (una de mis favoritas). Esa escena cuando está sentando en el parque y descubre que ha sido aceptado para estudiar en la Universidad de Notre Dame nunca se vuelve aburrida para mí. Podría verla una y otra vez. ¿Pero imagínate si Rudy midiera 6’5” con un CI de 140? Nunca se volvería una buena película. Lo duro que fue ser aceptado es lo que hace una historia poderosa para nosotros: todos nosotros sentimos que hay algún gran significado, no solo en el triunfo, sino en lo que cuesta llegar ahí.

O piensa en el sufrimiento que soporta John Nash en Una Mente Brillante (otra de mis películas favoritas). La profundidad de su sufrimiento a través de la película, la manera en que su mundo entero es trastornado, hace que el discurso al final sea más bello que nunca. También la manera en que su esposa se queda con él. Lo que crea una mejor historia es que él triunfa, no solo sobre los códigos de las espías soviéticos, sino sobre la enfermedad mental; no es solamente una historia sobre el éxito, sino sobre el amor y la redención.

El tema central del sacrificio casi siempre acompaña al del sufrimiento. ¿Cuántas veces hemos visto que uno de los hombres buenos abandona su vida, o piensa que está abandonándola, o renuncia a otra cosa importante, con tal de salvar el día? La elección del amor sacrificial es el detonante clave en muchísimos argumentos, desde Agentes del Destino hasta La Bella y la Bestia y Más Extraño que la Ficción, y así podríamos seguir. Alguien renuncia a su vida, sacrificándose a sí mismo por otra persona, solo para darse cuenta que su vida le es devuelta.

Una vez más, este aspecto del cine es difícil de explicar a través de una visión evolutiva. Los naturalistas entran en conflicto con el problema del altruismo. Pero para el cristiano tiene sentido que el amor sacrificial y el sufrimiento son la clave para el triunfo del bien sobre el mal, y que siempre tendrás de vuelta lo que dejaste.

Después de todo, esto es el gran centro de nuestra fe: Jesús, la cruz, la tumba vacía. Es de lo que cantamos y escuchamos cada domingo. Es lo que creemos que algún día va a renovar el universo. Y es lo que creemos que el mundo entero está buscando: en nuestras películas y en nuestras vidas.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Lauren Dailey.
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