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Hace poco celebré 20 años de servicio en el ministerio. Pasé mis primeros 8 años sirviendo como pastor asociado en diferentes iglesias, y los últimos 12 como pastor principal. He aprendido muchas lecciones a lo largo de estos años, muchas de ellas a través del dolor y el sufrimiento.

Aquí comparto 20 lecciones que he aprendido en los últimos 20 años.

1. La Palabra de Dios es suficiente para construir la Iglesia de Cristo.

En mi primer domingo como pastor principal, me senté en el santuario preguntándome si las puertas continuarían abiertas en un año. Me di cuenta de que toda mi inteligencia y sabiduría terrenal no podría detener el declive. Pero yo sabía que Dios, por medio de Su Espíritu y de Su Palabra, era suficiente para construir y revitalizar Su iglesia. Más de una década después, lo he visto hacer precisamente eso.

2. El evangelio es suficientemente poderoso para cambiar vidas.

Programas, trucos, y personalidades no cambian los corazones de las personas. Tampoco vigorizan iglesias que han estado en declive desde hace más de 30 años. Durante las últimas dos décadas, he visto al evangelio librar gente de la esclavitud del pecado y dar esperanza a los desesperados. Lo he visto unir viejos y jóvenes, negros y blancos, ricos y pobres. Las buenas nuevas han traído a nuestra iglesia de vuelta a la vida. De hecho, el evangelio es lo suficientemente poderoso como para cambiar vidas y revitalizar cualquier iglesia local.

3. Un pastor eficaz es uno que siente profundamente.

Muchas iglesias han comprado la falsa idea de que una masculinidad bíblica fuerte es estoica, insensible, e inquebrantable. La Biblia, sin embargo, pinta un cuadro diferente. La verdadera fuerza masculina siente profundamente, ama apasionadamente, y se sacrifica voluntariamente. Sentir profundas emociones hace que nuestras cabezas desciendan a nuestros corazones. Esto nos permite empatizar con las personas que sufren. Un pastor eficaz es aquel que reconoce su debilidad, está lo suficientemente confiado en Cristo como para ser vulnerable, y sufre con los demás.

4. Aférrate a tu familia.

Una vez alguien me dijo: “Siempre se puede tener otro ministerio. Sólo puedes tener una esposa”. Esto es absolutamente cierto. Los niños también crecen rápido y necesitan a su papá. Asegúrate de equilibrar el ministerio y la vida familiar de tal manera que tu esposa y tus hijos siempre sean lo primero, incluso en el afán del ministerio. He aprendido a tomar todo mi tiempo de vacaciones y a no contestar el teléfono durante la cena, devocionales, y mi día libre. Recuerda, si pierdes a tu familia, consecuentemente puedes perder el derecho a servir en el ministerio (1 Tim. 3:4-5).

5. No subestimes el valor de los miembros más viejos.

En una iglesia que está en declive y a punto de morir, es difícil para los miembros de más edad aceptar a un pastor joven con una nueva dirección. Por tanto, es fácil para el nuevo pastor ver a estos viejos miembros como obstáculos. Lo sé porque yo lo hice. Sin embargo, cuanto más tiempo serví en nuestra iglesia, tanto yo como los miembros más antiguos de la iglesia, hemos aprendido a amarnos y a trabajar unos con otros. En los primeros años, yo pensaba que yo era el paciente. Conforme pasó el tiempo, me di cuenta de lo paciente que ellos eran conmigo como un pastor joven y en crecimiento.

6. Busca ser querido, no necesitado.

Durante mis primeros años como pastor principal, oí que probablemente yo sería el último pastor principal de la iglesia. Cuando me fui de sabático hace un par de años, sinceramente esperaba volver y ver cuan innecesario me había convertido. Efectivamente, eso es exactamente lo que experimenté cuando regresé, y nunca me había sentido tan bien.

Aún así, ahora me siento más querido que nunca. Esta debe ser nuestra meta como pastores. Tenemos que construir un buen liderazgo para que nuestra iglesia no dependa de una sola persona, sin dejar de ser lo suficientemente fructífero en el ministerio para que la iglesia todavía nos quiera. No es la mejor fórmula para la seguridad laboral sino un plan maravilloso para una iglesia saludable.

7. No descuides tu alma.

Pablo dijo a los ancianos de Éfeso que prestaran especial atención a sí mismos y a todo su rebaño (Hechos 20:28). Los pastores saben prestar atención a su rebaño, pero a menudo se olvidan de prestar atención a sí mismos. En los últimos 20 años, siempre he podido relacionar las veces que no he estado en mi mejor momento a un descuido de mi propia alma.

Pastores, hagan lo que tengan que hacer para cuidar de sus almas. No se descuiden. Si no eres refrescado diariamente por la gracia del Señor y la fuerza del Espíritu, no estarás en el lugar correcto para ministrar Su gracia a los demás.

8. Ser fiel vale las más duras críticas.

En cada iglesia en que he servido se han tomado decisiones difíciles. Miembros han sido disciplinados. Hombres que acababan de terminar el seminario han sido aconsejados a no continuar con el ministerio. A asistentes a las iglesia se les ha negado la membresía. Miembros han sido retirados debido a su negligencia. Decisiones contraculturales para defender el evangelio en la comunidad han sido ridiculizadas. He soportado muchas palabras duras a causa de mis decisiones de obedecer las Escrituras. Mi nombre ha sido tan calumniado que la gente me reconocía en tiendas o en cafés solo por las dolorosas y públicas palabras dichas sobre mí. Pero puedo soportar incluso las palabras más duras porque confío que Cristo me contará como fiel, incluso a pesar de mi pecado, cuando me presente ante Él.

9. El quebrantamiento auténtico es mejor que ser superdotados.

Muchos envidian los dones de los demás. Los pastores no son diferentes. Tendemos a pensar que necesitamos la mente de D. A. Carson, la pasión de predicación de John Piper, y el carisma de Matt Chandler. Creemos que no serviremos bien a nuestras iglesias sin estas cosas. Pero he aprendido que un pastor que se adueña auténticamente de su propio quebrantamiento, debilidad y necesidad de Jesús ante su congregación es valioso y sirve fielmente a la iglesia. Enseñar a tu iglesia a caminar humildemente con Jesús es más valioso que incluso los dones más excepcionales del ministerio.

10. Entrenar hombres para el ministerio pastoral es un gozo único.

Aparte de las conversiones, una de mis mayores alegrías en los últimos 20 años ha sido entrenar hombres para el ministerio pastoral, enviarlos, y luego verlos florecer en su nuevo ministerio. Aunque es difícil enviar algunos de tus mejores y más dotados, vale la pena y es una gran alegría personal.

11. La carga de cuidar almas es demasiado grande para una persona.

La mayoría de las iglesias en las que he servido han tenido un modelo de un solo pastor. Cuidar de las almas fue abrumador. Lo vi en otros y lo sentí yo mismo cuando me convertí en pastor principal. Por ello, el Nuevo Testamento enseña claramente que el cuidado de las almas en la iglesia local requiere una pluralidad de pastores/ancianos para compartir la carga, no un solo hombre.

Cambiarnos a una pluralidad de pastores fue tal vez la decisión más importante que he hecho en los últimos 12 años en nuestra iglesia.

12. Los pastores han de dar cuenta de todas las almas bajo su cuidado.

Los pastores a menudo olvidan que van a dar cuenta al Señor Cristo no solo por aquellos que los aman y los apoyan, sino también por aquellos que no lo hacen. Cuando luché por amar a las personas difíciles (que era a menudo), las palabras penetrantes de Hebreos 13:17 me impidieron eludir mi responsabilidad ante el Pastor de los pastores.

13. La cualidad pastoral más crucial puede que sea la paciencia.

Los pastores necesitan muchas cualidades piadosas, pero la paciencia puede ser la más importante debido a la forma en que afecta otras cualidades. La paciencia ayuda a evitar que los pastores reaccionen exageradamente. Les ayuda a tomar decisiones y a evaluar a su iglesia con una perspectiva a largo plazo y un plan en mente. Crecemos en discernimiento y sabiduría cuando somos pacientes, pero estas cualidades están normalmente ausentes cuando imponemos nuestras agendas.

14. Que el contenido sea el factor determinante en la música.

He experimentado un cambio muy revelador en los ambientes ministeriales a través de los años. En un momento, yo formaba parte del personal de una iglesia que usaba toda la última tecnología: iluminación teatral, enormes pantallas de proyección, y un montón de cosas “wow”. Luego me fui a una iglesia que cantaba de un himnario.

Aprendí dos lecciones valiosas de esta transición radical: (1) el estilo divide y (2) la verdad que da vida une. El contenido siempre debe conducir nuestras reuniones públicas. No importa el estilo y la sensación de tus servicios semanales, asegúrate de que las personas salgan hablando de las maravillosas verdades que cantaron, no de lo bien que la música sonó.

15. Aprende qué no hacer.

En las cuatro iglesias que serví como pastor asociado, aprendí más sobre qué no hacer que de lo que debo hacer. Vi prácticas y filosofías ministeriales que carecían de justificación bíblica. Y, lamentablemente, he sido testigo de primera mano de cómo estas prácticas pueden lastimar las almas del pueblo de Dios. Fueron tiempos difíciles para mí, pero me ayudó a desarrollar y perfeccionar muchas de las convicciones bíblicas que sostengo hoy.

16. La oración es lo que más me cambia.

Pasé 20 años de ministerio sin orar tanto como debí haberlo hecho. Cuánto lo lamento. Pero cuando sí ore, encontré a Dios en mi desesperación y consolando mi alma. Eso se convirtió en un lugar dulce de descanso, más que cualquier oración contestada.

Es una cosa especial cuando un pastor clama para que su pueblo e iglesia sean fortalecidos. Dios ha respondido a muchas oraciones a lo largo de las últimas dos décadas, pero lo que ha hecho en mi alma cuando he clamado a Él ha sido lo más significativo.

17. Elije tus batallas sabiamente.

Que pueda escribir esto después de haber estado en el ministerio vocacional durante 20 años es en sí mismo evidencia de la gracia de Dios en mi vida. Cuando miro hacia atrás en muchas de las decisiones que he tomado, sé que probablemente me hubiesen despedido si muchas de ellas hubiesen ido en la dirección contraria. Tan solo en mis primeros cinco años como pastor principal hubo tres esfuerzos para sacarme.

Pastor, elije tus batallas; no dejes que ellas te elijan a ti. Sé paciente y sabio. Busca buen consejo. Entrégate a la oración incansable. Dios puede usar tan solo una decisión para girar la nave de una iglesia en dificultades, o para revocar tu ministerio.

18. Espera sufrimiento.

Mi experiencia ha reforzado mucho esta verdad a lo largo de los años. Si quieres ser un pastor, pero no estás dispuesto a sufrir, dedícate a otra cosa. Nuestras familias y ministerios están en la primera línea de ataque espiritual y obra del evangelio. El sufrimiento vendrá. A veces, vendrá todo al mismo tiempo. Cuenta con ello. Sé desprendido de las cosas de este mundo. Aférrate fuertemente a Jesús y a tu familia.

Permite el sufrimiento pastoral, porque es seguro que vendrá. Deja que te haga anhelar el cielo.

19. Los números no son un buen medidor para determinar la salud de la iglesia.

La tendencia común es a usar cuerpos y presupuestos para medir la salud de la iglesia. Después de haber servido en iglesias con grandes presupuestos y un montón de personas, puedo decir de primera mano que esos criterios por sí solos son malos para la medición de la obra de Dios y la salud de la iglesia. Los pastores deben evaluar su iglesia y ministerio a la manera de Dios, no a la manera de las empresas de Estados Unidos.

20. Jesús siempre es suficiente.

Durante la mayor parte de mi ministerio, encontraba mi identidad en el ministerio. Esto me condujo a un enfoque muy perjudicial y narcisista de la vida y del ministerio. Solo en los últimos años Dios me ha expuesto este enfoque idólatra. Esto ha llevado a un arduo y doloroso trabajo en mi alma. Como resultado, estoy experimentando una libertad que me ayuda a no aferrarme al ministerio. Siempre y cuando tenga a Jesús, tendré lo suficiente.

Durante gran parte de mi ministerio de 20 años, Jesús no era suficiente. Pero ahora lo es. A pesar de que hago todo tipo de ministerio emocionante, podría dejarlo todo hoy mismo si tuviera que hacerlo. Jesús es suficiente. Aprender esto me ha enseñado a disfrutar aún más de todo el ministerio que hago, no porque lo necesito, sino porque tengo la oportunidad de hacerlo. El ministerio es un privilegio.

Pidiendo otros veinte

Fallar miserablemente en muchas maneras diferentes me enseñó estas lecciones. Anímate, compañero pastor: el Señor a menudo nos enseña a través de nuestros pecados, nuestros errores, nuestras decepciones, nuestras debilidades.

Por Su gracia, he crecido a medida que Dios me ha dejado servirle. Ahora, le estoy pidiendo a Dios que me permita servirle otros 20 años. Tomaré el honor si se ajusta a Sus propósitos buenos y perfectos.


Publicado originalmente en The Gospel Coalotion. Traducido por Kevin Lara
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