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Con la gran cantidad de libros y publicaciones de blog que existen acerca de la ley y el evangelio, acerca de la gracia y el esfuerzo, acerca de las buenas nuevas de esto y la malas de aquello, está claro que los cristianos todavía están luchando con la doctrina de la santificación progresiva. ¿Pueden los cristianos hacer algo realmente bueno? ¿Podemos agradar a Dios? ¿Deberíamos intentarlo? ¿Hay un lugar para luchar en la vida cristiana? ¿Puede Dios decepcionarse con el cristiano? ¿Demanda algo el evangelio? Estas son buenas preguntas que requieren una gran cantidad de matices y precisión para responder bien.

Afortunadamente, no tenemos que reinventar la rueda. Las confesiones y catecismos reformados de los siglos XVI y XVII proporcionan respuestas para todas estas preguntas. Para aquellos de nosotros que se suscriben a las Tres Formas de Unidad o a los Estándares de Westminster,  tenemos el deber de afirmar, enseñar y defender lo que enseñan nuestros documentos confesionales. Para aquellos fuera de estas tradiciones confesionales, todavía hay mucha sabiduría que se puede obtener al comprender lo que los cristianos han dicho sobre estos asuntos a través de los siglos. Y lo más importante es que estos estándares se basaron conscientemente en textos específicos de las Escrituras. Podemos aprender mucho de lo que estos documentos tienen que enseñarnos de la Biblia.

A veces la verdad puede verse con mayor claridad al afirmar su negación. Así que en vez de indicar lo que debemos creer acerca de la santificación, me gustaría explicar lo que no debemos creer o no debemos decir. Cada uno de estos puntos se obtienen directamente de una o varias de las confesiones o catecismos reformados. Ya que estoy más familiarizado con estas, me voy a enfocar en las Tres Formas de Unidad, pero la misma teología se puede encontrar casi con la misma facilidad en los Estándares de Westminster (véanse especialmente la Confesión de Fe de Westminster, capítulos 13, 16, 18, 19; Catecismo Mayor, preguntas y respuestas 75-81, 97, 149-153; y Catecismo Menor, preguntas y respuestas 35, 39, 82-87).

Error # 1: El bien que hacemos puede de alguna manera hacer que agrademos a Dios.

Esta es una negación del evangelio. El bien que hacemos no es de ninguna utilidad para nosotros en nuestra justificación, porque “nuestras buenas obras, aun las mejores en esta vida, son imperfectas y contaminadas de pecado” (Catecismo de Heidelberg P / R 62). Nosotros “no podemos hacer obra alguna, sin estar contaminada por nuestra carne, y ser también punible” (Confesión Belga, Artículo 24).

Error # 2: Tenemos que ser buenos cristianos para que Dios nos continúa amando.

Por el contrario, la buena noticia de la justificación por la fe es que ahora podemos hacer algo “por amor a Dios” en lugar de “solo por [amor a nosotros mismos] y por temor de ser condenado” (CB, Artículo 24). En medio de los pecados diarios y la debilidad, el cristiano que lucha debe “buscar su refugio en el Cristo crucificado” (Cánones de Dort 5.2), las verdades de que “no [es] por sus propios méritos fuerzas, sino por la misericordia gratuita de Dios, de tal manera que ni caen del todo de la fe y de la gracia, ni permanecen hasta el fin en la caída o se pierden” (CD 5.8).

Error # 3: Si la santificación es una obra de la gracia divina en nuestras vidas, entonces no debe implicar nuestro esfuerzo.

“Por las mismas buenas obras que hacemos, estamos [absolutamente] en deuda con Dios” (CB, Artículo 24). Él es el que obra en nosotros el querer y el hacer según su buena voluntad. Al mismo tiempo, “la fe que obra por el amor” mueve “al hombre a ejercitarse en las obras que Dios ha mandado en su Palabra” (CB, Artículo 24). Nuestra capacidad para hacer buenas obras “de ninguna manera” proviene de nosotros mismos, pero aun así debemos “ser diligente en avivar la gracia de Dios que está en [nosotros]” (CFW 16.3).

Error # 4: Advertirle a las personas acerca del juicio es ley y no tiene ningún papel que desempeñar en la predicación del evangelio.

En realidad, “la predicación del evangelio” debe ser tanto “abrir y cerrar” el reino de los cielos. El reino de los cielos se abre al proclamar a los creyentes lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. El reino de los cielos se cierra al proclamar “a todos los infieles e hipócritas… que la ira de Dios la condenación eterna caerá sobre ellos mientras perseveren en su maldad; según el testimonio del evangelio, Dios juzgará así en esta vida como en la otra” (CH P / R 84).

Error # 5: Solo hay una razón por la cual los cristianos deben buscar la santificación, y es por nuestra justificación.

El Catecismo de Heidelberg enumera varias razones, o incluso motivaciones, para hacer el bien. Hacemos el bien “porque Cristo nos renueva también con su Espíritu Santo a su imagen; a fin de que en toda nuestra vida nos mostremos agradecidos a Dios por tantos beneficios y que Él sea glorificado por nosotros. Además de esto para que cada uno de nosotros sea asegurado de su fe por los frutos. Y finalmente para que, también por la piedad e integridad de nuestra vida, ganemos a nuestro prójimo para Cristo” (CH P / R 86).

Error # 6: Ya que no podemos obedecer los mandamientos de Dios a la perfección, no hay que insistir en la obediencia de parte de nosotros mismos ni de los demás.

Si bien es cierto que “incluso los más santos, en tanto estén en esta vida, no cumplen más que con un pequeño comienzo de esta obediencia”, la historia no termina ahí. “Sin embargo, empiezan a vivir firmemente no solo según algunos, sino todos los mandamientos de Dios” (CH P / R 114). Porque pertenecemos a Cristo y nuestras buenas obras son “santificadas por su gracia” (CB, Artículo 24), Dios “se place en aceptar y recompensar aquello que es sincero, aunque esté acompañado de muchas debilidades e imperfecciones” (CFW, 16.6).

Error # 7: Los Diez Mandamientos deben predicarse con el fin de recordarnos de nuestro pecado, pero no para mover a los creyentes a tratar de obedecer los mandamientos.

El Catecismo de Heidelberg reconoce que no hay “nadie que pueda [observar los Diez Mandamientos] perfectamente en esta vida”, pero aún así insiste en que Dios quiere que estos sean predicados “rigurosamente”. Esto por dos razones: “Primeramente, para que durante toda nuestra vida conozcamos más y más, cuán grande es la inclinación de nuestra naturaleza a pecar, y así busquemos con más fervor la remisión de nuestros pecados y la justicia de Cristo”. Y “después, que nos apliquemos sin descanso a suplicar a Dios la gracia de su Espíritu Santo, para que cada día seamos más renovados a su imagen, hasta que, después de esta vida, alcancemos la perfección que nos es propuesta” (CH, P / R 115).

Error # 8: Dado que somos plenamente justificada como cristianos, nunca debemos temer desagradar u ofender a Dios.

La promesa de la preservación divina no significa que los verdaderos creyentes nunca caerán en pecado grave (CD, 5.4). Incluso los creyentes pueden cometer “groseros pecados” que “irritan grandemente a Dios”. Cuando pecamos de maneras tan atroces, perdemos “a veces por un tiempo el sentimiento de la gracia”; hasta que nos arrepentimos y rostro paterno de Dios brilla sobre nosotros de nuevo (5.5). Que Dios sea por nosotros en Cristo en un sentido legal y definitiva no significa que él nunca va a fruncir el ceño ante nuestra desobediencia, pero sí quiere decir que Dios siempre nos renovará efectivamente al arrepentimiento y nos llevará a “[sentir] de nuevo la gracia de Dios de reconciliarse entonces con [nosotros]” (5,7).

Error # 9: El único fundamento apropiado para la seguridad está en las promesas de Dios que se encuentran en el evangelio. 

La seguridad no debe buscarse en una relación privada, sino a partir de tres fuentes: de la fe en las promesas de Dios, por el testimonio del Espíritu Santo testificando a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y por “el ejercicio santo y sincero tanto de una buena conciencia como de las buenas obras” (CD, 5.10). La seguridad no va en contra de la búsqueda de la santidad, sino que está íntimamente ligada a ella. Caminamos en los caminos de Dios, “a fin de que, caminando en ellos, [podamos] guardar la seguridad de [nuestra] perseverancia” (5.13). La santidad personal no es sólo un motivo de seguridad; el deseo de seguridad es en sí una motivación para la santidad.

Error # 10: Las amenazas y exhortaciones pertenecen a los terrores de la ley y no deben ser utilizados como motivación para la santidad.

Esta no es la opinión de los Cánones de Dort: “Como agradó a Dios comenzar en nosotros esta obra suya de la gracia por la predicación del Evangelio, así la guarda, prosigue y consuma Él por el oír, leer y reflexionar de aquél, así como por amonestaciones, amenazas, promesas y el uso de los sacramentos” (CD, 5.14). Note dos cosas aquí: Primero, Dios nos hace perseverar por varios medios. Él nos hace promesas, pero también amenaza. Trabaja por el oír el evangelio y por el uso de los sacramentos. No se ha limitado a sí mismo a un método. Sin duda, esto nos ayuda a dar sentido a las advertencias en Hebreos y en otros lugares del Nuevo Testamento. Las amenazas y exhortaciones no socavan la perseverancia; ayudan a completarla. En segundo lugar, observe el sentido amplio en que Dort entiende el evangelio (en este contexto). Al ser cristianos centrados en el evangelio, meditamos sobre las “exhortaciones, amenazas y promesas” del evangelio. En un sentido estricto, podríamos decir que el evangelio es solo la buena nueva de cómo podemos ser salvos. No obstante, en un sentido más amplio, el evangelio abarca toda la historia de la salvación, la cual incluye no sólo las promesas del evangelio, sino también las amenazas y exhortaciones inherentes al evangelio.

Claramente, diferentes sermones, diferentes pasajes y diferentes problemas requieren que se enfaticen diferentes verdades. Uno no es culpable de estos errores simplemente por no decir todo lo que se puede decir. Y, sin embargo, en el curso de una predicación y enseñanza fieles, deben declararse públicamente todas las verdades positivas que se encuentran en una doctrina sólida y prudente de la santificación. Del mismo modo, aunque nos sintamos llamados a pregonar una verdad acerca del evangelio o de la santificación que ciertos momentos y ciertos textos exigen, esto de ninguna manera excusa los diez errores mencionados anteriormente. Nunca es sabio celebrar la verdad haciendo declaraciones que son falsas.

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